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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Huelga, en las nubes

LAS VACACIONES en España comienzan a tener unas dosis de sobresaltos para quien se dispone a descansar y olvidar las fatigas del año. Hosteleros, ferroviarios, empleados de gasolineras, controladores aéreos o pilotos de avión suelen utilizar estas fechas periodos de máxima utilización de sus servicios- para conseguir mejoras y privilegies. Así, en estos días, uno de los colectivos laborales mejor pagados del país, los pilotos de la compañía Iberia, han puesto en marcha un denominado plan Charlie 7 que va a provocar -sus consecuencias se han empezado ya a notar- graves alteraciones en los proyectos de vacaciones de cientos de miles de españoles y en miles de turistas que también utilizan en estas fechas los servicios de Iberia.Los pilotos, que ante la opinión pública tratan de enmascarar su huelga de celo como un plante de no colaboración con Iberia en materias que no eran propias de su cometido y que venían realizando, difícilmente van a convencer al usuario de la justicia de sus reivindicaciones con esta acción. Máxime cuando el viajero, a quien estropean sus vacaciones, subvenciona como contribuyente las cuantiosas. pérdidas de Iberia.

,Argumentan estos trabajadores de elite en conflicto que la dirección de Iberia no cumple unos acuerdos secretos suscritos con ellos en las negociaciones colectivas de 1980. Sonroja a estas alturas, cuando el país soporta cerca de dos millones de parados y las centrales sindicales de clase y las patronales hacen sacrificios para sacar entre todos la economía del punto crítico en que se encuentra, que haya un colectivo que se permita hablar de pactos secretos. Existan o no los mismos, lo único que cabe decir es que es, una práctica que va contra la esencia de la democracia. La falta de transparencia ante el resto de los colectivos laborales de Iberia y ante el contribuyente sólo puede estar motivada en un deseo de encubrir privilegios. Y ello es así, firmase o no la dirección de Iberia tales pactos en 1980. La dirección de esta empresa pública, que ahora desconoce aquellos acuerdos, comparte con los pilotos su responsabilidad en haberlos suscrito y en haberlos ocultado.

Las secuelas del actual conflicto, por otra parte, van a suponer pérdidas a Iberia muy superiores al monto de la cantidad económica reivindicada por los pilotos, y pueden degenerar, como a punto estuvo de pasar el sábado en un vuelo a Málaga (la Guardia Civil desalojó a los pasajeros, indignados por una espera de más de cinco horas de un avión de la compañía), en altercados del orden público. Finalmente, conviene recordar la dimensión desestabilizadora que tiene todo conflicto en un servicio público.

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