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Una denuncia inevitable

Los investigadores que, aprovechando la interrupción de las actividades académicas de acuerdo con el calendario universitario, han llegado a las salas del Archivo General de Indias, se han encontrado este año con una escueta nota en que se les anuncia que la institución, si nadie lo remedia, va a quedar cerrada durante todo el mes de agosto.Este aviso, de cumplirse, vendría a interrumpir una práctica inmemorial que ha mantenido siempre abiertas, contra viento y marca, y en las más adversas circunstancias (incluso las de mediados de julio de 1936) las puertas del Archivo de Indias a los estudiosos de todo el mundo.

El hecho, cuya gravedad es manifiesta a los ojos de cualquier miembro de la comunidad de historiadores, corre, sin embargo, el riesgo de pasar inadvertido a amplios sectores de la opinión pública no suficientemente familiarizados con las tareas de la investigación científica en nuestro país. Por ello, nos parece un deber social señalar algunas de las circunstancias que concurren en este caso.

En primer lugar, hay que considerar que el Archivo, enclavado en Sevilla, es de acceso fácil en cualquier época del año para los investigadores que están radicados en esta ciudad o en alguno de los centros universitarios más próximos. Pero, por el contrario, son muchos los estudiosos que, viviendo en otras poblaciones (y aun en otros países), se ven obligados a emplear justamente los meses de verano en sus campanas de investigación, a causa de las limitaciones que les vienen impuestas por sus obligaciones académicas. Esto hace que durante julio y agosto sea nutrida la concurrencia al Archivo de Indias, y también a los restantes Archivos Generales de España, de personas alejadas geográficamente de los mismos durante el resto del año.

En segundo lugar, el Archivo de Indias es, sin duda, uno de los más importantes depósitos documentales del mundo. Y, por ello, uno de los grandes centros de atracción de los historiadores europeos y americanos que llenan sin tregua sus salas y uno de los principales puntos de cita de la cultura iberoamericana.

En tercer lugar, hay que valorar las motivaciones que condicionan su cierre este año, que aparecen como perfectamente superables si hubiese voluntad firme en ello por parte de la Administración. El hecho se reduce a la incapacidad manifestada por la Dirección General de Bellas Artes, Archivos y Bibliotecas. de conseguir para el depósito sevillano el número suficiente de subalternos (conserjes y bedeles) que garantice un funcionamiento mínimo de las instalaciones. A este respecto, el departamento se reconoce impotente para conseguir que se dote por parte del Ministerio de la Presidencia al centro del personal que precisa (y que muy repetidamente y con mucha insistencia y anticipación parece que le ha venido solicitando la dirección del mismo), aduciendo las dificultades en que se encuentra para atender tales necesidades. Necesidades que son las mismas que padecen otras muchas instituciones culturales del país, igualmente desprovistas del personal más estrictamente imprescindible.

Valorando lo anteriormente expuesto, estas líneas quieren llamar la atención de la Administración y de la opinión pública hacia un problema tan grave, urgiendo a una solución muy rápida, antes de que el dañe sea irreparable. Para ello, apelamos tanto a la necesaria potenciación de la desamparada investigación histórica de nuestro país como a la consideración del desprestigio que implica el cierre de una institución siempre abierta a sus numerosos visitantes de Hispanoamérica y del resto del mundo. Sería lamentable que el Archivo General de Indias (que dispone de personal técnico competente y casi suficiente en número) no abriese este verano sus puertas porque la Administración no puede facilitar al menos media docena de subalternos.

José Francisco de la Peña, José Muñoz Pérez, Carlos Martínez Shaw y Ramón Serrera son, además de Antonio Domínguez Ortiz y de otros investigadores, los firman es de este escrito.

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