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Conferencias sobre el franquismo y el cine en la Universidad Menéndez y Pelayo

El crítico cinematográfico Diego Galán, que pronunció anteayer una conferencia sobre El cine español desde 1975 a nuestros días en la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo de Santander, acusó al régimen de Franco de «impedir la existencia de una industria cinematográfica para poder controlarla mejor, favoreciendo así la presencia de pequeños e improvisados productores, en su mayoría pícaros». El resultado de aquel planteamiento fue el desprecio general del público hacia las películas españolas, salvo en ocasiones muy aisladas en que determinadas películas, como Locura de amor, Marcelino pan y vino, El último cuplé y No desearás al vecino del quinto, habían conseguido interesar a los espectadores.Para Diego Galán, la muerte de Franco determina un cambio tan sustancial de la vida española que, de forma automática y sin que varíen las leyes ni los sistemas de financiación, comienzan a aparecer una serie de títulos que conectan inmediatamente con el público español, citando los casos de Asignatura pendiente, La guerra de papá y La lozana andaluza. El éxito de productos nacionales alarma a las multinacionales, y de una forma casual, el Ministerio de Cultura decide entonces la desaparición de las únicas leyes de protección del cine español, la obligación de los importadores de cine extranjero, de distribuir también cine español, dejando a éste en, un mercado libre para el que no había sido preparado y que no tiene ningún parangón con ninguna otra cinematografía europea o americana.

Esa situación vuelve a hundir al cine nacional en una crisis de produción de la que, a juicio del conferenciante, no saldrá hasta octubre de 1979, cuando, tras la celebración del Primer Congreso Democrático de Cine Español, se devuelve la ley proteccionista.

Un juicio pesimista

Otras intervenciones en el curso Historia, técnica, industria y creación en el cine español, que dirige en Santander Angel Sánchez Harguindey, periodista de EL PAÍS, han sido las del ensayista Ricardo Muñoz Suay y el director de fotografía Porfirio Enríquez. Para el primero, el juicio sobre nuestro cine, «después de echar una mirada con ira al cinema anterior, no es optimista», ya que se han perdido las ocasiones de hacer en España un cine industrialmente competitivo en calidad y cantidad.El director de fotografía Porfirio Enríquez, que citó a Nestór Almendros entre «los más grandes de la fotografía actual», se refirió al valor de lo que su maestro Luis Cuadrado llamaba las horas brujas, que van desde que el sol se esconde en el horizonte hasta que llega la noche, y desde que se adivina el ama necer hasta que sale el sol. Esas horas ideales para la fotografía no suelen ser utilizadas, porque «convertir un rodaje de diez horas diarias en aperas unos minutos no suele soportarlos la producción», por lo que hay que recurrir a los trucos y atoda una técnica de ope rador que va más allá de «sacar guapas a las personas, o feas si el guión lo requiere».

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