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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Utopías

Me lo dijo André Breton en París, mientras esperábamos a Nadja, que había ido con Santa Catalina de Siena y Gala de Eluard de Dalí a una academia de mecanografía a aprender escritura automática:-Mon petit, el ajedrez es el cuerpo a cuerpo de dos laberintos.

José Bergamín, en su buhardillón de la plaza de Oriente, entre el Cristo de Unamuno y el botijo de Ramón, acaba de ponerlo en cheli inmortal:

- Un lío es todo lo contrario de un laberinto, y lo nuestro, la política española, es un lío.

O bien, volviendo al ajedrez, un cuerpo a cuerpo de dos utopías. La utopía/Girón y la utopía/ Leizaola. La utopía nacionalista y la utopía separatista. Entre ambas utopías, que hoy se enfrentan, entrecruzan y desencuentran en un equívoco cuerpo a cuerpo, yace, inerme, la democracia. El domingo por la noche estaban don Juan Carlos y doña Sofía en Tataglia, cenando como matrimonio del fin de semana. Me parece hermoso y heroico el gesto: un instalarse ya, más lejos de toda utopía violenta, en la pura y nuda democracia. Con todo respeto, imagino un diálogo así antes de salir de casa:

-¿Adónde vamos a cenar, querido?

-A la utopía.

Porque utopía se está volviendo esta democracia, de la que hablamos, ya, no como lo que tenemos, sino como lo que creemos tener. Anoche, en la cena final de season de los Segrelles, entre criados de toda la vida y Barjolas de mucho precio, Fraga hacía democracia alternando con el personal (se retiró a las doce o'clock, según su disciplina), Tamames se deshacía de la escoba del baile de la escoba como si fuese el Manifiesto Comunista, presuroso, Rodríguez-Sahagún aleccionaba a los comensales de su mesa, y el marxista Curiel passaba un poco. Se lo dije al final a Paloma Segrelles:

-Enohorabuena, amor, esto ha sido la cena / utopía.

La Patria como utopía es un fanatismo o un negocio saduceo. El separatismo como utopía se negocia mediante el crimen, y la sangre nunca ha hecho sino emborronar el mapa de todas las utopías. Utopistas de la derecha y de la izquierda, utopistas del tricornio apócrifo o del pasamontañas de pasar fronteras. fanáticos del pasado o del futuro. fanáticos, todos, del pasatismo, porque tanto el patriotismo de la Patria grande como el de la Patria chica se remiten a unos orígenes entre forales y feudales que suponen el medievalismo como utopía y el gremialismo folklórico como réplica al sindicalisino dialéctico. Unas utopías se financian mediante el impuesto revolucionario y otras mediante el crédito bancario de cuarenta millones, porque en las utopías, corno en los grandes almacenes, lo que más funciona es la tarjeta de crédito. Entre la utopía ultra del dinero y la utopía progre de la sangre, la democracia, ya digo, yace o huye, errática y desnuda, por entre nuestros incendios forestales, o está invitada a cenar en Tataglia con el Rey y la Reina, estilizados de audacia/eficacia como los de la famosa pareja doble de Henry Moore, que les da bella réplica en el Retiro. En el avión de París, que sale a las cinco y media, unos van buscando la utopía/ Mitterrand y otros la democracia/ Mitterrand.

Sisita Pastega Miláns del Bosch me presta su chal rojo en la madrugada, contra el céfiro del jardín, -y me dice; «Mira, Paco, hay que comer soufflé, porque el spufflé es francés y no te cuenta su vida. Aquí comemos mucha fabada, y la fabada tiene demasiado mensaje. Es como una novela socialrealista. Así estamos todos de crispados y dramatizados». Entre ambas utopías cruentas, la democracia está como entre dos matones. Por algo Sisita, en sus cenas, se viste de Diderot.

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