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López Cobos dirige el último concierto de los festivales de Granada

La interpretación de la Novena sinfonía, de Beethoven, por la Orquesta Nacional, que dirigirá Jesús López Cobos, clausurará hoy la 30ª edición de los Festivales de Música y Danza de Granada, que, aparte de algunos incidentes -una obra programada no se ejecutó finalmente-, ha sido de una gran brillantez, tanto por la altura de la música que ha podido escucharse como por el entorno en que se han producido las audiciones. Estos festivales fueron inaugurados el pasado sábado 20 de junio, con la presencia del presidente del Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo.

Hace treinta años que nació el Festival Internacional de Granada, manifestación que vino a prolongar y desarrollar los tradicionales conciertos del Corpus. En ellos se fraguó la mejor melomanía de la ciudad, a través del gran repertorio y no pocas novedades que ofrecían Pérez Casas y Arbós al frente de la filarmónica y sinfónica de Madrid.Como la Orquesta Nacional nació de sus antecesoras, pronto se incorporó al gusto, el entusiasmo y el cariño de los granadinos. El festival, en principio reducido a conciertos y recitales, en muchos casos de grandes figuras, fue extendiendo su radio de acción con la suma del Curso Manuel de Falla, el Concurso Internacional de Interpretación y la serie de conferencias y lecciones sobre música contemporánea.

En esa juntura de música y entorno que definen un festival como algo extraordinario, a los patios y jardines alhambrinos, hemos de sumar el espléndido Centro Manuel de Falla, cuyo auditorio, tan en consonancia con la estética del autor de Atlántida, situó al arquitecto García de Paredes en el centro de la atención internacional.

Lo granadino y lo contemporáneo

La 30ª edición del festival ha alcanzado extraordinaria brillantez, tanto por los intérpretes seleccionados como por la gran asistencia de público, mayoritariamente granadino, lo que hace pensar que, por fin, la ciudad se incorpora de lleno a una manifestación que, no por internacional debe ser menos granadina.Este año, la música contemporánea española ha sido atendida, pero, a decir verdad, se ha hablado de ella mucho y se ha interpretado poco. Hubo, sí, páginas de Castillo, Guerrero y García Román, en el concierto, dirigido por Franco Gil. En el programa homenaje a Bartok, rendido por los profesores del Curso Manuel de Falla, escuchamos I Omenaldia, de Carmelo Bernaola, algo así como una respuesta libre y a lo vasco a los Contrastes del compositor húngaro. De Bartok interpretó prodiglosamente su Sonata para violín solo Agustín León Ara, quien, en compañía de Rosa Savater y Bernaola como clarinetista, obtuvo un triunfo considerable a lo largo del concierto.

Gómez Martínez y la Orquesta Nacional

Estaba anunciado otro estreno: la versión orquestal de Epiclesis, de Juan Alfonso García, realizada por Francisco Guerrero, pero al final desapareció del programa dirigido a la Orquesta Nacional por el maestro granadino Miguel Angel Gómez Martínez.Una carta publicada en la Prensa local por Gómez Martínez daba cuenta de ciertas irregularidades por parte de la organización madrileña del festival: ni los materiales de la obra habían llegado a tiempo ni se había dispuesto de los necesarios ensayos. A esto contestó el gerente de la Orqueta Nacional, Jorge Luis Rubio, con otra carta en la que se daba a entender que el montaje de Epiclesis habría sido posible a pesar del retraso con que llegaron los citados materiales de orquesta.

Todavía resulta más lamentable la supresión si tenemos en cuenta que Epiclesis sustituía a la obra de encargo del festival, para coros y orquesta, con la que un compositor de tan refinada sensibilidad como Juan Alfonso García debía hacer una salida «a lo grande», capaz de ampliar la considerable imagen que todos tenemos de este músico granadino de adopción. Juan Alfonso -hay que decirlo- ha soportado el suceso con profunda elegancia.

Por lo demás, Miguel Angel Gómez Martínez se ha apuntado un gran éxito en unión de la Orquesta Nacional, el Orfeón Donostiarra, Pilar Lorengar (espléndida como siempre), Alfreda Hodgson, Hors Laubenthal e Ywalter Groenroos, al interpretar el Tedeum, de Bruckner, sencillo, directo e intenso, así como en el conmovedor planto de Brahms, Nämie (para coro y orquesta), homenaje al pintor Feuerbach, sobre versos de Schiller. Esta música dramática conviene mejor al espíritu del director granadino que la siempre peliaguda sinfonía incompleta de Schubert, que, por decirlo poéticamente, puede «morir de casta y de sencilla».

Una cima del festival

Dos conciertos de la Orquesta de París, dirigida por su maestro titular, Daniel Barenboim, han marcado uno de los puntos altos en la historia del festival. La calidad individual de todos y cada uno de los instrumentistas, unida al formidable talento de Barenboim, nos ha dado versiones singularísimas de Beethoven (Fidelio y Primera sinfonía), Wagner (Tristán y Maestros cantorus), de Debussy (El mar) y Berlioz (Sinfonía fantástica), a lo que hay que añadir como propinas, extraordinariamente tocadas, los preludios intermedios de Carmen y el adaggietto de la Quinta sinfonía, de Mahler, la música adivinada por Visconti para Muerte en Venecia.Barenboim está haciendo con la Orquesta de París un trabajo de cohesión, creación sonora, equidistante de lo francés y lo germano, y unidad intencional como no habían llevado a cabo por distintas razones sus antecesores.

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