El temor a la epidemia no ha desaparecido en Castilla-León
Una de las características esenciales del desarrollo de la neumonía atípica en las zonas rurales de Castilla-León, al menos en los pueblos vallisoletanos, ha sido el reavivar el viejo fantasma de las pestes, de las plagas. En Pollos, una localidad cercana a Tordesillas, varios vecinos aconsejaron con argumentos tan contundentes como un par de golpes, a un joven de un pueblo próximo que no volviese por Pollos a ver a su novia hasta que no pasara la epidemia. Por entonces, en el pueblo del citado joven ya se habían registrado algunos casos, mientras que en Pollos, no. Y el novio, lógicamente, podría llevar el mal. Estar enamorado y ser de una localidad afectada le costó al Romeo unos buenos mamporros. Pocos días después, sin embargo, se dio el primer caso en Pollos: una hija del pueblo que vive en Sevilla y que se encontraba en la localidad vallisoletana de vacaciones.En Campaspero, un concejal llegó a asegurar a los medios informativos que, en un pajar abandonado donde residían varias familias gitanas, «había decenas de enfermos, y se niegan a ser llevados a los hospitales».
Se trataba únicamente de un niño que tenía la gripe. Pero los calés también pasaron su miedo, y en cuanto se enteraron de que en Campaspero había varios enfermos de neumonía atípica, algunas mujeres se presentaron en el consultorio médico con su recua de churumbeles para pedir que «nos vacunen contra la enfermedad esa de la tele».
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