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Los comunistas dividen a Francia y Estados Unidos

EEUU considera la decisión francesa un precedente peligroso para la Alianza Atlántica

La decisión del presidente francés, François Mitterrand, de conceder cuatro carteras ministeriales a otros tantos comunistas ha complicado la compatibilidad de dos de los grandes objetivos de la política exterior de la Administración Reagan: la constante crítica del comunismo y el reforzamiento de la Alianza Atlántica (OTAN) dentro del marco de unas relaciones lo más cordiales posibles con las democracias europeas occidentales.La Casa Blanca y el Departamento de Estado, según los comentarios extraoficiales que han dejado traslucir, consideran que la concesión de cuatro puestos del Gabinete Mauroy a comunistas es, más que nada, "un peligroso precedente que, a la larga, puede minar la fortaleza de la Alianza Atlántica", y este es el mensaje de fondo que la nota del Departamento de Estado ha querido transmitir a París y al resto de capitales europeas.

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La presencia comunista en el Gobierno de París ha roto un poco los esquemas de Ronald Reagan y sus consejeros en materia de política exterior, y a esta confusión responde el comunicado del Departamento de Estado, en el que resalta la condición de Francia como "amigo y aliado", pero al mismo tiempo se le advierte que, a partir de ahora, "el tono y la sustancia" de las relaciones entre los Gobiernos de Washington y París va a tener que ser distinto.

Aunque la Administración Reagan no ha querido comentar más ampliamente el texto del comunicado emitido a última hora del miércoles, funcionarios de la Casa Blanca han confesado en privado que "el propósito básico del mensaje es hacer entender a otros Gobiernos europeos (español, italiano, griego y portugués) que Estados Unidos no es indiferente a la presencia de comunistas en ellos.

Los analistas y observadores políticos norteamericanos piensan que la presencia de comunistas en el Gobierno galo va a poner en la práctica una nota de sospecha y desconfianza en las relaciones entre la Administración Reagan y el palacio del Elíseo, y va a hacer que la opinión pública de Estados Unidos, altamente influenciada por el feroz anticomunismo que predica su presidente, pierda hasta cierto punto su fe en la Alianza Atlántica como defensora eficaz de Occidente frente a Moscú.

Coincidiendo con la ola de conservadurismo que se extendió por todo Occidente en los últimos cuatro años, el poder político y financiero de Estados Unidos había dado por muertos al eurocomunismo y a los movimientos de izquierda en Europa occidental. Y por eso ha encajado de forma especialmente dolorosa la llegada al poder en Francia del socialista François Mítterrand y su decisión ce compartir el Gobierno con los comunistas.

La sorpresa del golpe ha hecho que Washington, dada la obsesión anticomunista de Reagan lo vea de repente todo negro y tema que alianzas de izquierda el España, Portugal, Italia y Grecia otorguen en los próximos años el poder a socialistas y comunistas en una amplia región de la Europa occidental.

A pesar de su disgusto por la decisión de Mitterrand, Ronald Reagan es consciente de que su prestigío internacional -depende en con síderable medida de su capacidad de mantener unas buenas relaciones con los aliados europeos occidentales, y que los problemas de su predecesor, Jimmy Carter, se basaron en parte a su impotencia para lograrlo.

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