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Entrevista:

Paul Ilie analiza la literatura española del "exilio interior"

El profesor norteamericano publica un libro sobre el tema

«El exilio es una segregación, una separación de la casa, del centro. Y es evidente que uno puede ser exiliado en su propio país aunque viva en él», dice el profesor norteamericano Paul Ilie, en entrevista concedida a EL PAIS con motivo de la edición española de su libro Literatura y exilio interior.

Paul Ilie, 48 años, neoyorquino, catedrático de Literatura Española y Comparada en la Universidad de Michigan y autor de cinco libros sobre temas de su especialidad, como La novelística de Cela y Los surrealistas españoles, considera que la guerra civil y el consiguiente triunfo del franquismo produjo dos núcleos de exiliados: los que se fueron y los que, pese a encontrarse con una España que, de pronto, les era hostil, eligieron, por distintas razones, quedarse. Estos últimos sufrieron el exilio interior, tan trágico, aunque menos espectacular, como el de los que emigraron.Pregunta. ¿Qué razones le llevaron a elegir el exilio interior de los intelectuales de la posguerra española como tema de su estudio?

Respuesta. El tema de las dos Españas me interesa mucho. Por otra parte, en mi carrera profesional como especialista en ideas y en literatura españolas se ha producido una evolución racional, desde un interés juvenil por la novelística de posguerra hasta el intento de interpretar la interacción de todos los poetas, ensayistas y novelistas como escritores marginados.

P. ¿Qué significa para usted, en este contexto, la palabra marginación?

R. Al contrario que el concepto de clandestinidad, que es más bien político, la idea de marginalidad es psicológica y ética. Hubo una primera forma de marginalidad, la más común, que era la de los intelectuales profesionales y funcionarios que trataban de situarse, de medrar socialmente en un ambiente desfavorable a su sistema de valores. Esto, naturalmente, producía un sufrimiento interior, porque suponía sacrificar el compromiso personal con sus ideas a la realidad social, pero, de cualquier modo, era un grado de marginalidad menos severo, porque uno podía prosperar un poco, vivir, salir a la visibilidad literaria. Y luego estaba la marginalidad total, la de los literatos que publicaban sus obras en el extranjero aunque ellos siguieran viviendo en España.

P. ¿Ha conocido personalmente a algunos de estos marginados?

R. Sí, he conocido a muchos; uno de los más importantes es Julián Marías. También he conocido a Cela, que, aunque en los últimos años se ha convertido en un personaje literario, en los años cincuenta era simplemente el mejor escritor; a Jorge Campos, un hombre de izquierdas que sufría mucho; a José Luis Cano, de la tertulia Insula, una tertulia muy importante que acogía a hispanistas extranjeros. De la derecha, he conocido a Zunzunegui.

Rasgos comunes

P. ¿Fue el conocimiento de estas personas el que le hizo pensar que dentro de España había exiliados españoles?

R. Estas y otras personas de las que conocí la obra me llevaron a pensar que, efectivamente, había dos formas de exilio producidas por la misma causa: la guerra y el triunfo del franquismo. Uno, el exilio de los que se fueron a otros países, al que yo llamo exilio territorial. Y otro, el de los que se quedaron por las razones que fuera, y al que llamo exilio residencial o interior.

P. ¿Considera que entre estos dos grupos de exiliados, los de fuera y los de dentro, hubo rasgos comunes?

R. Desde luego. Tanto en unos como en otros hay ciertas metáforas, imágenes, preocupaciones y obsesiones que se repiten casi idénticamente. Por ejemplo, el concepto del tiempo, todos lo viven mirando hacia el pasado en forma de nostalgia o memoria histórica, y hacia el futuro en la esperanza de volver. Pero no viven el presente, que queda como comprimido entre el pasado y el futuro. Y las metáforas que usan para hablar del concepto de España son también idénticas: las de la cárcel, las del vagabundaje, del niño perdido, de la mujer víctima o violada. Todo esto se repite con paralelismo increíble.

P. ¿Hubo entre los exiliados territoriales y los interiores, además de coincidencias, algún tipo de solidaridad?

R. Lo que hubo entre ellos fue una sordera mutua. En los del interior se dio un deseo de ser reconocidos como hermanos espirituales de los emigrados, pero éstos, por su parte, respondieron con frialdad. Unos y otros deben a Julian Marías -que desató la polémica con los profesores americanos sobre la tesis de que dentro de España había una cultura viva, extraoficial- el comienzo de la reconciliación.

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