Conflictiva remodelación cultural en Argelia
El régimen argelino se dispone a abordar, en los últimos días de junio, una de las fases más delicadas de su consolidación: la política cultural, que debe ser objeto de una reunión extraordinaria del Comité Central del Frente de Liberación Nacional (FLN).La elaboración de nuevas coordenadas para la política cultural de la Argelia moderna ha sido objeto de amplios debates, monopolizados por el FLN, en los últimos tres meses. Dentro de ese contexto, los estudiantes beréberes de la Kabilia, que reclaman la defensa de su propia identidad cultural, han venido insistiendo, a través de huelgas, sentadas y otras manifestaciones, en su voluntad de lograr el reconocimiento de su lengua tamazigh.
En el otro extremo del abanico de la contestación, los integristas musulmanes, que consideran que el Gobierno hace poco para preservar el carácter árabe-musulmán de Argelia y los valores del Islam, desarrollan una intensa, y a veces violenta, campaña en favor de la arabización y contra los hábitos occidentales. Los «hermanos musulmanes», aliados ocasionalmente contra natura con los marxistas-islámicos del semiclandestino partido de la vanguardia socialista PAGS, han protagonizado serios incidentes en varias universidades y en plena calle en las ciudades de Argel, Bejaia y Annaba, donde la policía tuvo que intervenir para separar a los contrincantes.
Chadli ha declarado que las «opciones elementales» del régimen (socialismo, islamización, idioma árabe) constituyen un conjunto de elementos sagrados que serán defendidos con todo rigor. Al mismo tiempo, el presidente argelino recusa el «fanatismo» religioso y la interpretación partidista del Islam, que califica de «religión de justicia social y tolerancia». Para la cúspide del poder, la agitación cultural no sería más que el síntoma de una acción solapada de los antiguos fieles del régimen anterior, con el fin de poner coto a la «liberalización».
En este contexto de tensión social, la sinceridad, a veces brutal, del presidente Chadli, desasosiega a los tecnócratas y a los hombres de carrera, que hasta hace poco podían servirse de sus cargos para amasar sustanciales fortunas.
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