Relatos para casi todos los gustos

Más conocido en vida por sus artículos de crítica punzante, y frecuentemente devastadora, Leopoldo Alas, autor también de dos soberbias novelas, publicó durante el último cuarto del siglo pasado -primero en periódicos y luego reunidos en cinco volúmenes- sobre un centenar de cuentos y novelas cortas -género que cultivó con brillantez- Estas narraciones breves ofrecen una enorme variedad de temas, ambientes y personajes, variedad que se manifiesta, también, en las técnicas empleadas y en el tono de los relatos, donde se alternan el humor y la seriedad, la sátira y la ternura, la fantasía y la realidad... Desde lo más áspero y mordaz hasta un abierto sentimentalismo, hay en ellos algo para casi todos los gustos; pero, a mi parecer, las más logradas narraciones clarinianas son aquellas en que, sin caer en extremos, mantiene el autor un cierto equilibrio entre la inteligencia y el espíritu, entre su cabeza y, su corazón, pues en ellas, sobre todo, se siente palpitar el destino del hombre y su inmensa soledad.Sin embargo, dentro de esta diversidad, las narraciones breves de Leopoldo Alas se caracterizan por una fuerte unidad, que podría denominarse unidad estilística. El estilo es el hombre, sé ha dicho, y la unidad de la obra clariniana proviene, precisamente, de la gran coherencia que existe entre los intereses intelectuales del autor, sus anhelos espirituales y su profundo compromiso vital. Cuanto más sondeo yo la totalidad de la obra narrativa de Clarín, junto con las cartas del autor hasta ahora publicadas, más me impresiona esta unidad orgánica de la que el conjunto de los relatos sirve de excelente exponente. Dentro de esta unidad básica, también es posible trazar, a través de sus cuentos y novelas cortas (cuya cronología, bien entendido, sólo con cierta relatividad puede establecerse), el desarrollo del arte clariniano. En ellos se percibe, por ejemplo, cómo a lo largo de los años el escritor de ficción deja de interesarse por el detallismo propio de las descripciones realistas y naturalistas, para ir concentrándose cada vez más en el hombre interior y su enajenamiento del mundo en que vive; o cómo el Clarín-crítico va perdiendo interés en los pormenores del ambiente cultural español para dedicarse a cuestiones teóricas o metafísicas.

Los relatos de Leopoldo Alas ofrecen, pues, una especie de visión caleidoscópica de este hombre intranquilo, revelando, desde diferentes ángulos, sus preocupaciones, tanto intelectuales como espirituales, por el ser humano -español y universal-, algo que acredita la importancia de Clarín como precursor de la generación del 98. Sus narraciones breves dan una pista sobre su propia búsqueda -estética e interior-, que se traduce, frecuentemente, en experimentos y tanteos literarios. Reflejan, también, su personal situación económica, pues siempre andaba lamentándose de su penuria, razón por la cual es probable que le conviniera publicar más escritos breves en periódicos (que pagaban relativamente bien), para reunirlos luego en volúmenes. Por los relatos de Clarín -mucho menos extensos durante la última década de su vida-, podemos darnos cuenta, además, del estado de su salud: en sus cartas se queja de los nervios y de sus otras dolencias (iba empeorándose su tuberculosis intestinal, que le había de matar, en 1901, a los 49 años de edad), estado físico que limitaría mucho su capacidad de concentración. Y, por último, creo que se pueden detectar a través de sus relatos los mecanismos mentales de Leopoldo Alas- la impresionante lista de obras proyectadas y nunca concluidas, o ni siquiera empezadas -novelas, semblanzas, teatro, etcétera-, hace pensar que su mente corría con una velocidad a la que no lograba seguir su pluma. Por eso varios de sus cuentos nos dan la impresión de ser el germen de una posible novela extensa.

es profesora en la City University, de Nueva York, y autora de la edición crítica de Su único hijo, publicada en las Selecciones Austral, de Espasa-Calpe.