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Reportaje:CONSUMO

El número de familias que viven de los desechos ha aumentado con el paro

En los dos últimos años, el volumen de basuras de nuestra sociedad se ha estancado e incluso se detecta una tendencia a la baja, como consecuencia clara de la actual crisis económica del país. Mientras que, por un lado, los ciudadanos de un nivel económico medio controlan más sus desperdicios, por otro surge un grupo cada vez más amplio de marginados que se ve obligado a vivir de los residuos que encuentran en la calle, o sea, de la tradicional busca barojiana.

Las estadísticas han demostrado que existe una correlación entre el nivel de renta y la cantidad de residuos de las grandes ciudades: a más renta, más basura. El crecimiento espectacular de los residuos urbanos está estrechamente ligado al desarrollo económico de una sociedad y de su capacidad de consumo. En lo que va de siglo, el volumen total de residuos domésticos en España ha aumentado en un 800%, de forma que la basura ha pasado a ser un problema de primera línea para los municipios de las grandes urbes. Esta continua carrera del volumen de desperdicios se cortó bruscamente, por primera vez, en 1974, coincidiendo con la primera crisis del petróleo; volvió a subir a partir de 1977, para quedar otra vez estancada en los años 1979-1980. Sin embargo, a juicio de los expertos, el contenido de este gran volumen de basuras revela una situación más bien de país subdesarrollado, ya que los residuos orgánicos -vegetales, pescados, carnes, legumbres, etcétera- suponen el porcentaje más fuerte de los desechos de nuestras ciudades, a una distancia larga de otro tipo de restos procedentes de productos inorgánicos, como son el cartón, el vidrio o los envases metálicos. En nuestro país no sólo se desperdician restos de vegetales, que tendría una cierta lógica, sino que se tiran también alimentos perfectamente válidos. Es frecuente ver en los restaurantes platos de comida que se devuelvan prácticamente enteros y que van a parar a la basura, mientras que este hecho apenas se da en el extranjero. El mejor ejemplo de este desperdicio exagerado lo resumió un funcionario belga, quien afirmó que «los españoles son las únicas persoras que tiran un papel al suelo y luego pagan a otro para que se lo recoja » .Otro de los alimentos que más se desperdicia en España es el pan, como reflejan los datos de la compañía concesionaria para la recogida de basuras del Ayuntamiento de Madrid, Fomento de Obras y Construcciones, SA (FOCSA). Para una mayor eficacia, FOCSA divide la ciudad en tres zonas: la comercial (tiendas y restaurantes), la domiciliaria (barrios céntricos) y la de residencia-vivienda (ciudades dormitorios). Pues bien, en las dos primeras, el pan ocupa el quinto lugar en cuanto a volumen de restos, mientras que en la tercera, -de nivel económico más bajo- pasa a ocupar el sexto lugar. El primer puesto en las tres zonas lo ocupan los residuos orgánicos. con un porcentaje que no baja del 25% tras él van el papel, el cartón y el vidrio.

Los que viven de la "busca"

Sin embargo, todos estos residuos que tanto molestan al ciudadano medio y a los servicios de limpieza son el principal medio de vida de un grupo cada vez más numeroso que, o bien se dedica al oficio de trapero como tradición familiar, o bien ha llegado a él a través del paro. Este último caso sería el de Zarra, un jubilado de 66 años que vive de la recogida de cartones, papeles y todo lo que encuentra por la zona del Retiro, en Madrid. Durante todo el día, Zarra recorre calles, mercados y estancos buscando los desechos más útiles, que luego vende a una trapería de la que es cliente fijo. Su sueldo oscila entre las treinta y las doscientas pesetas diarias, mientras espera una jubilación de 18.000 pesetas por haber estado trabajando en intendencia durante quince años de su vida. Naturalmente, con este dinero no se puede permitir el lujo de tener techo fijo, por lo que Zarra malduerme en los bancos y, si tiene suerte, en furgonetas abandonadas. Otro compañero de Zarra, Cayetano, murió abrasado mientras dormía en una de estas furgonetas.En los últimos tres años se ha producido un extraordinario aumento de recogedores espontáneos de cartones y papel en todas las grandes ciudades, hecho que se explica fácilmente si se tiene en cuenta que son miles los ancianos que no llegan a las 10.000 pesetas mensuales de pensión o que no tienen ninguna.

La clase privilegiada la forman los traperos y chamarileros que establecen un negocio de compraventa en torno a la basura. La mayoría de ellos son familias enteras que se dedican a este negocio por tradición y controlan las zonas más antiguas de las ciudades Mientras que los primeros se dedican a recoger las basuras a domicilio con permiso del Ayuntamiento los segundos se establecen en pequeñas tiendas donde ponen a la venta todo el fruto de su recogida. En la actualidad, los Ayuntamientos han parado el número de licencias, debido a la competencia que se empezaba a crear y a la crisis del negocio por falta de residuos útiles.

Aunque la existencia de los traperos supone que ciertos ciudadanos pagan dos veces por deshacerse de la basura -al Ayuntamiento y al trapero en cuestión-, se mantiene esta figura por la comodidad de que se recoja la basura en las propias casas, y porque además supone una garantía de que, si se arroja algo de valor a la basura, vuelva otra vez a las manos de su dueño. A ciertos ciudadanos todavía les dan miedo esos grandes camiones que oprimen lo que se tira, lo que demuestra todavía un cierto nivel de subdesarrollo.

A nivel europeo

Sin embargo, las dotaciones del servicio de limpiezas municipal de ciudades como Madrid o Barcelona se encuentran al mismo nivel que cualquier ciudad europea, tanto en cuanto a equipamiento como a eliminación y transformación de basuras.En España, la recuperación de basuras se investiga a través de Adaro, empresa del INI, y se realiza en los tres sistemas de eliminación. El vertido es el procedimiento que tiene menos posibilidades de utilización, pero los residuos depositados en los vertederos pueden emplearse para la regeneración de suelos y recuperación de terrenos. Por su parte, el sistema de incineración puede hacerse con aprovechamiento de energía, que pasa a mover turbinas de generación électrica. Existen dos hornos de este tipo en la provincia de Barcelona, uno en la capital y otro en Moncada.

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