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DECIMOSÉPTIMA DE FERIA DE SAN ISIDRO

La tarde feliz

La alegría era contagiosa el domingo en Las Ventas. La gente tuvo su tarde feliz. Por descontado que el ambiente se desbocaba hacia el triunfalismo, y habría adquirido caracteres delirantes si no llega a frenarlo el comisario Pajares desde la presidencia, con su actitud de hacerse el sordo a los alaridos, improperios y abucheos con que un sector del público pedía las orejas. Pero la alegría no se generó en el tendido, sino en el ruedo, cuando empezaron a salir por el portón de chiqueros toros buenos, y desde el primer capotazo los toreros se mostraban dispuestos a protagonizar un gran espectáculo.

Fue la tarde feliz y fue la tarde mejor. En ninguna de la feria, hasta la del domingo, se ha visto tanto toreo de capa, ni tan buen sentido lidiador, ni tanta entrega en el segundo tercio, ni tantas estocadas certeras, ni tanto derroche de voluntad e ilusión para conseguir el triunfo. Y además, en esta corrida inolvidable se produjeron momentos cumbres. Uno de ellos, el par al quiebro de Morenito de Maracay al sexto en los medios, dejando llegar hasta una distancia inverosímil para cambiar el viaje del toro, reunir en la cara, clavar en lo alto y luego deshacer el embroque apoyándose en los palos y salir de la suerte al paso, lento y marcholo. Un par asombroso que hizo saltar al público de sus asientos.

Plaza de Las Ventas

Decimoséptima de feria (domingo). Toros de Félix Cameno, bien presentados, encastados, nobles, Sólo el cuarto, manso, presentó serios problemas. Luis Francisco Esplá: estocada recibiendo, aviso y dobla el toro (petición y vuelta). Estocada caída (ovación y salida a los medios). Nimeño II: estocada baja (escasa petición y vuelta). Bajonazo (palmas y saludos). Morenito de Maracay, que confirmó la alternativa: estocada (petición y dos vueltas). Pinchazo, otro bajísimo, estocada delantera y descabello (ovación). Los tres espadas dieron la vuelta al ruedo al terminar el tercio de banderillas del sexto. Presidió bien, en conjunto, el comisario Pajares. Gran entrada.

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Nos decía Federico Fernández Heredia, uno de los más veteranos y equilibrados andanadistas, que este par de banderillas será recordado durante muchos años. Y creemos que es cierto, pero también otras suertes, desde luego la propia corrida, serán difíciles de olvidar. Porque hubo más momentos cumbres. Es cierto que, si sometiéramos el desarrollo del espectáculo a un análisis de laboratorio, aparecerían en ciertos pasajes el virus del derechazo y el micoplasma del pico; pero, además de ser injusto para la entrega que aportaron los diestros, en nada perfeccionaría su crítica objetiva. Por el contrario, desvirtuaría su realidad, que, en definitiva, consistió en la lograda conexión espectador-actor, la absoluta integración de ambos en el mágico artificio de la fiesta, la cual, alcanzó tanta luminosidad y vehemencia que convertía en irrelevante cualquier menuda transgresión a los cánones.

Los espadas saborearon hasta donde podían la miel de los tres primeros toros, y los muletearon bien, aunque cabe que se pudieran torear aún mejor, sobre todo el tercero, cuya calidad rebasaba la fría técnica de Nimeño. El cuarto tenía sentido, derrotaba a la puya y a la cara del caballo y, por un error del presidente, se quedó prácticamente sin picar. Esplá, estampa de torero antiguo, se dobló con él sin desmonterarse, probó el natural, lo dominó con hondos ayudados por bajo a dos manos y lo tumbó patas arriba de un espadazo. Precisamente con el toro de más trapío, más entero y más difícil, había cuajado la más importante faena de una tarde encarrilada hacia el éxito.

El toreo de capa

Con estos toreros no parecía haber decadencia del toreo de capa. Vimos unas chicuelinas enormes de Morenito, faroles, delantales y hasta capotazos a una mano de Esplá, lances de frente por detrás de Nimeño, navarras, gaoneras, largas, verónicas, que en Morenito de Maracay tuvieron una versión torerisima cuando las marcaba arqueando en el mismísimo platillo. Vimos también emocionantes tercios de banderillas, quizá más espectaculares que ortodoxos. Y estocadas a toma y daca -una de ellas en la inusual suerte de recibir, a cargo de Esplá, quien, siempre bien colocado, eficaz en su función de director de lidia y torerísimo en todas sus intervenciones, redondeó la mejor actuación que haya tenido nunca en Madrid.Nimeño ahogó la embestida de su segundo toro, que era probón, y Morenito no acabó de -acoplarse con el suyo, pero todo quedó olvidado por el brillante tercio de banderillas que protagonizaron los tres diestros en el sexto y el quiebro memorable. El clamor del público, puesto en pie, les obligó a dar la vuelta al ruedo. La gente no se cansaba de aplaudir a quienes les hablan permitido vivir una tarde de toros feliz e inolvidable.

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