Mitterrand y el comercio franco-español
En el mismo momento en que el presidente electo François Mitterrand se hace cargo de la Presidencia de la República francesa, ya es posible situar las relaciones comerciales hispano-francesas en un período relativamente corto, que abarcaría hasta finales de 1981. Las perspectivas a más largo plazo dependen de muchos factores, que hoy son aún desconocidos.De entrada hay que recordar, en primer lugar, la importancia que tiene la corriente comercial entre los dos países. Francia, en 1980, ha sido el primer comprador de productos comerciales españoles, con un volumen de 246.614 millones de pesetas. En dos años, es decir, en 1979 y 1980, las exportaciones españolas hacia Francia aumentaron el 52,13%. Francia, por su lado, le ha vendido a España, en 1980, por valor de 202.371 millones de pesetas, lo que la sitúa como tercera proveedora, después de EE UU y de Arabia Saudí.
Esta corriente importadora, en los dos últimos años, aumentó el 42,75%, y el saldo de la balanza comercial entre los dos países, en 1980, es de 44.243 millones de pesetas favorables a España, lo que representa, respecto al año anterior, un aumento de casi 17.000 millones de pesetas. Un solo hecho refleja claramente la importancia que tiene para España el mercado de este país: Francia le compra por valor de 94.000 millones de pesetas más que a su segundo cliente, que es la República Federal de Alemania.
A la vista de la corriente comercial entre los dos países, hay que detenerse ante las medidas inmediatas que, normalmente, tomará el primer Gobierno bajo la presidencia de Mitterrand. La decisión inicial, y la más importante, será el aumento del salario mínimo, denominado SMIC, que actualmente es de 2.634,66 francos mensuales, y que, según las previsiones, subiría un máximo del 12 %hasta finales de 1981.
Aumento de salarios y ayudas sociales
El impacto de la subida del SMIC es muy importante, debido a que provocará, automáticamente, un aumento de casi toda la escala de salarios en Francia. Otras medidas, previstas como inmediatas, son el aumento de las ayudas sociales (el mínimo de los ancianos), las prestaciones familiares y la ayuda a los jóvenes en paro y que no han trabajado nunca. Existe aún un tercer paquete de medidas sociales, como la del alojamiento. El total de todas ellas, es decir, el aumento de poder adquisitivo que representan, y que va a inyectársele a la economía francesa, es muy considerable.
Las antedichas son las primeras medidas realizables. Las otras, integrantes de la plataforma electoral del nuevo presidente, como la reducción del tiempo de trabajo, las nacionalizaciones, etcétera, deberán ser autorizadas por el Parlamento, ya que afectan al Presupuesto del Estado y, constitucionalmente, deben ser aprobadas por el poder legislativo.
Por el contrario, las medidas especificadas como primeras decisiones del nuevo Gobierno pertenecen al presupuesto social, y pueden ser decretadas por el Gabinete. La inyección de este aumento de poder adquisitivo llevará consigo un mayor volumen de compras por parte de los franceses.
Este aumento del poder adquisitivo acelerará de una manera sustancial la demanda interna, con lo cual en un primer tiempo las importaciones en Francia deben aumentar a un ritmo importante para satisfacer la demanda, puesto que el francés consume según sus gustos y sin tener, mucho en cuenta el origen de fabricación, a pesar de las discretas llamadas del patronato francés a achetez français (compren francés).
En economía, un aumento brutal de poder adquisitivo conlleva, si no se aplican los correctivos adecuados, una pérdida de competitividad de la industria, e incluso una baja de inversiones en el aparato industrial, ya que se ahorra menos como consecuencia del gasto mayor. Este aumento de las importaciones llevaría consigo en Francia un aumento también del déficit de la balanza comercial, que se estima para 1981 en 50.000 millones de francos aproximadamente.
El primer escenario que podemos imaginar en Francia en el futuro inmediato es una progresión rápida de las importaciones, que pueden favorecer las ventas españolas al país galo, que iban frenándose en el primer 'trimestre de este año a causa de la pérdida de competitividad de la industria española, con motivo del aumento acelerado de sus costes de fabricación.
Es evidente que el nuevo Gobierno francés deberá encontrar las compensaciones a este aumento del coste de producción, como lo son el progreso del salario mínimo y el considerable aumento que se prevé de las ayudas sociales ya detalladas. Y no conviene olvidar que lo expuesto se refiere al corto plazo, debido a que las otras medidas del programa del presidente electo necesitan un período de tiempo mucho más largo para materializarse.
Francia cuenta actualmente con .unas reservas monetarias de 122.000 millones de francos, y las reservas en oro ascienden a 230.000 millones de francos. La deuda exterior, como consecuencia de los empréstitos que las grandes empresas han hecho en los mercados internacionales, queda ampliamente compensada con los créditos concedidos a otros países por las empresas francesas o por el Gobierno francés. De las reservas monetarias, alrededor de 30.000 millones de francos procede de los países árabes productores de petróleo. Parece ser que la victoria de Mitterrand suscitó un movimiento de retirada de estos fondos, pero, es de suponer que la mayor parte de esos países está a la expectativa de los primeros pasos y orientaciones del nuevo Gobierno francés.
Vemos, pues, cómo, a pesar de un aumento del déficit de la balanza comercial, Francia tiene medios importantes para hacer frente a un largo período deficitario, que permitiría una rectificación de su política.
Es evidente que la posición de Francia dependerá en muy buena parte de las posiciones que adopten los grandes países occidentales, es decir, que una desconfianza acentuada hacia la moneda francesa haría insostenible su política de expansión. Como ejemplo se cita el caso de que un dólar a seis francos desorganizaría completamente la economía francesa, al pagar la mayor parte de sus importaciones, como el petróleo, en dólares EE UU.
Profundizar en los problemas monetarios nos llevaría a complicar el esquema que se ha querido evidenciar de la manera más simple posible. Por ejemplo, Francia posee el derecho ilimitado de giros especiales sobre el fondo monetario internacional, y las obligaciones de permanecer en la serpiente monetaria implican el beneficio muy importante de crédito inmediato, en divisas, a corto plazo. Estas dos posibilidades casi ilimitadas se añaden a sus reservas propias en divisas y en oro, que hacen que, hoy, Francia posea unas posibilidades financieras de las más importantes en el mundo.
En esta semana, que empezó el 18 de mayo, cabe recordar que después de la elección de François Mitterrand, la Bolsa, en Francia, ha sufrido una baja media del 20% que el franco ha bajado el 2,4% con relación a la peseta; el 3,9% con relación al dólar; el 2,87% con relación al franco suizo, y el 1,36% con relación al marco, aunque este último porcentaje es menos significativo por estar las dos monedas en el interior de la serpiente monetaria europea, lo que obliga a sus miembros a no dejar fluctuar su moneda más del 2,25 %.
Este breve esquema impone un vistazo a la nacionalización de la banca, preconizada por el presidente. electo. En primer lugar, sobre este punto Mitterrand se refirió siempre a la banca francesa, aun privada, puesto que los tres primeros establecimientos del país (Banque Nationale de Paris, Crédit Lyonnais y Société Générale) ya están nacionalizados. Ellos solos absorben cerca del 60% del mercado bancario francés. El resto, de ser nacionalizado, puede estimarse hoy que no modificaría sustancialmente el panorama bancario.
La banca francesa tiene una red muy extendida de sucursales en el extranjero, que le aportan cerca del 40% de sus beneficios. También hay que señalar que el volumen de créditos, en Francia, está fijado por el instituto de emisión. En tales condiciones se revela muy problemático el eventual beneficio de este país al nacionalizar, o simplemente obstaculizar, el funcionamiento de la banca extranjera instalada en Francia. En efecto, con el volumen de la progresión de los créditos en sus manos, el futuro Gobierno ya dispone de posibilidades para encauzar, globalmente, la actividad de todos los bancos extranjeros.
Francia tiene firmados numerosos acuerdos internacionales de comercio y aduaneros. La patronal gala, e incluso el nuevo Gobierno, serán de tendencia liberal en materia de comercio exterior. A título de referencia baste el dato que sigue: de cada cuatro obreros, uno de ellos trabaja para Ia exportación. En un primer tiempo, no es arriesgado pronosticar que las exportaciones españolas hacia Francia pueden aumentar en proporciones considerables. Y de manera más amplia, a la vista de los nombres que se citan como futuros ministros, también es posible adelantar que el nuevo Gobierno contará con personalidades de capacidad suficiente para mantener los equilibrios fundamentales de toda la economía gala.
Una Francia estable y próspera beneficiarla a España. Y eso es lo que cabe desearle.
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