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Reportaje:Suráfrica: una nación surgida de un naufragio / 2

Una región vital para los intereses de las superpotencias

La caída del imperio colonial portugués en 1975 y la oportunidad ofrecida por Angola a la URSS, Cuba y Alemania del Este de adquirir una importante implantación militar, económica y política en el sur de Africa ha condicionado por completo y hasta nuestros días la actitud de Occidente hacia esa vital región del mundo. El Gobierno de Pretoria pretende con razón, dada la importancia de sus suministros de materias primas y minerales estratégicos al mundo occidental y la trascendencia de las rutas marítimas que controlan sus costas, que la Unión Soviética le ha convertido en objetivo prioritarios y último de su expansión por Africa. Un enviado especial de EL PAIS ha visitado recientemente Suráfrica.

El régimen de discriminación racial existente en Suráfrica y el carácter colonial y primitivo de las relaciones de trabajo entre blancos y negros surafricanos favorece, según los estrategas occidentales, los objetivos de la URSS en la zona. Los Estados mayores occidentales definen éstos así: 1) La URSS está interesada en jugar un papel de primer orden en la resolución del conflicto racial para reforzar su estatuto de potencia universal; 2) tiene interés en ganar apoyos en los regímenes del sur de Africa y entre los negros surafricanos para garantizar su presencia militar, económica, política y cultural actual; 3) necesita cada vez más abrirse paso hacia las materias primas y los minerales. Aunque la URSS posee suficientes reservas de minerales y energía para sí misma, se ha convertido en el suministrador principal de los países del mercada común socialista, CAME, y encuentra cada vez más dificultades para cumplir sus compromisos con éstos, principalmente en suministros energéticos.La importancia del sur de Africa es fácilmente comprensible. Posee abundantemente petróleo, platino, cromo, vanadio, oro, manganeso, diamantes, níquel, uranio, cinc, fosfatos, asbestos, antimonio, plomo, hierro, carbón, titanio, cobre, cuarzo y silicatos. Suráfrica, por sí sola, tiene en su subsuelo las reservas más importantes del mundo de platino, cromo, vanadio, oro, manganeso y feldespato. Sus reservas de diamantes son las segundas en importancia del mundo, las de níquel las terceras, las cuartas de uranio, cinc y fosfatos, las quintas de asbestos, antimonio y plomo, las sextas de hierro y carbón, las octavas de titanio y las décimas de cobre.

La única discrepancia entre los estrategas occidentales y surafricanos concierne a la urgencia con que unos y otros entienden que la URSS intentará convertir el sur de Africa en zona de conflicto. Para Occidente, las ambiciones de la URSS se ven limitadas por su escasa capacidad para suministrar ayuda económica y técnica masiva a esos países. Por eso, Estados Unidos, por ejemplo, consideraba durante la anterior Administración que si bien la URSS favorece el debilitamiento progresivo de Occidente en la región, no está interesada en que éste se produzca bruscamente.

En parte también porque para la URSS estas revoluciones inesperadas no han llevado a ningún cambio irreversible de régimen. Aquino de Bragança, el historiador más cualificado de la lucha de las colonias portuguesas y actualmente director del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad Eduardo Mondlane de Maputo refería a EL PAIS la irritación de Samora Machel, Robert Mugabe y Agostinho Neto en vida, por la negativa de Moscú a referirse a ellos como «camaradas, marxistas y socialistas» en vez de «revolucionarios y demócratas», que es calificación menos comprometida.

Casi inmediatamente después de la independencia de las colonias portuguesas y la implantación de soviéticos, cubanos y alemanes orientales en ellas, Suráfrica comenzó a anticiparse a lo que consideraba inevitable ofensiva comunista contra ella. Apoyada en la dependencia económica de sus vecinos y la avanzada integración de las economías de éstos, Suráfrica ideó por 1977 un proyecto de constitución de una constelación de Estados del Africa del Sur en la que Pretoria sería la potencia dominante.

La constelación de Estados deberían haberla integrado los bantustanes surafricanos «independientes» de Transkei, Bophutatswana y Venda, los que adquiriesen la independencia en el futuro, más Swazilandia, Botswana, Malawi, Lesoto y Rodesia y Namibia cuando se independizaran.

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Entre todos esos países y Suráfrica existían ya fuertes lazos económicos a través de la Unión Aduanera del Africa del Sur, y la zona monetaria del Rand. Como parte del proyecto estaba prevista la creación de un Banco Surafricano para el Desarrollo, que tendría como fin prioritario la creación de pequeñas empresas de tipo trabajo extensivo, para absorber el rápido crecimiento de la población activa. La creación de un sistema integrado de transporte era otro puntal del plan de Pretoria.

Los fines de Suráfrica estaban a punto de ser formalizados cuando la independencia de Zimbabue, en abril de 1980, modificó todos los presupuestos anteriores. La reacción tímida contra la Constelación de Estados iniciada en 1975 cobró un nuevo vigor. Nueve Estados negros de la región decidieron crear una contraconstelación y constituyeron un Consejo de Coordinación y Desarrollo de Africa del Sur (CCDAS).

A finales de abril de 1980, los cinco países de la Línea del Frente (Zambia, Botsuana, Tanzania, Angola y Mozambique), más Lesoto, Suazilandia, Malaui y Zimbabue, volvieron a reunirse en Lusaka y estabalecieron una Comisión de Transportes y Comunicaciones, con base en Maputo, un Fondo de Africa del Sur para el Desarrollo, que debería recabar la ayuda exterior, y un Plan de Seguridad Alimentaria, que fue encomendado a Zimbabue, el país de agricultura más desarrollada de todos los del CCDAS.

Occidente apoyaba a los países negros

El éxito del CCDAS como contraconstelación vino dado por la calidad de la participación internacional obtenida. A la reunión celebrada en Maputo en noviembre último asistieron representantes de la Comunidad Económica Europea (CEE), del Banco Mundial, del PNUD, de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), del Banco Arabe y del Banco Africano para el Desarrollo.

La importancia de la lista de compras y los proyectos justificaban ampliamente esta nutrida concurrencia. El ministro de Puertos y Transportes de Superficie de Mozambique, Luis Alcántara Santos, dijo ante los periodistas en Maputo que el CCDAS necesitaba comprar equipo por valor de 992 millones de dólares y que los proyectos que había previsto importaban 1.600 millones de dólares.

La llegada al poder de Ronald Reagan en la Casa Blanca pone de nuevo en entredicho todos los datos de esta confrontación económico-política. Es probable que Estados Unidos no sólo se muestre reacio a cooperar con el CCDAS, sino que trate de evitar que otros países europeos y algunas instituciones financieras internacionales lo hagan.

Los datos objetivos actuales pesan a favor de Pretoria. Suráfrica suministra el 80% de las importaciones esenciales de Botsuana. El 90% del comercio exterior de Lesoto va destinado a Suráfrica. Suazilandia adquiere en Suráfrica el 90% de sus aprovisionamientos exteriores. Botsuana, Lesoto y Suazilandia son miembros de la Unión Aduanera de Africa del Sur y de la zona monetaria del Rand. Suráfrica sigue siendo el socio comercial más importante de Zimbabue, el 90% de cuyas importaciones de petróleo pasa por Suráfrica. Lo mismo ocurre a los suministros energéticos de Botsuana, Lesoto y Suazilandia. Zambia es ampliamente dependiente de Suráfrica para sus aprovisionamientos alimentarios, de fertilizantes, y de maquinaria para minería. Mozambique, además de una importante dependencia comercial, obtiene beneficios sustanciosos por los servicios que prestan sus puertos para la evacuación de mercancías surafricanas.

En el terreno de los transportes, y a pesar de los esfuerzos del CCDAS, todos estos países mantienen una considerable dependencia de Pretoria. En particular los seis (de nueve) países enclavados de consejo. Más aún, 470.000 trabajadores procedentes del CCDAS trabajan en las minas surafricanas, y sus transferencias son una importante fuente de ingresos para sus países respectivos.

El compromiso de todos los miembros del Consejo de Coordinación y Desarrollo de Africa del Sur (CCDAS.) de eliminar la dependencia de Suráfrica es claro y firme. No obstante, se trata de un proyecto a largo plazo que, quiéranlo o no, se inscribe en el juego de las potencias por controlar esa zona vital del mundo.

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