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Los Filósofos Jóvenes dedican su congreso al tema de la ilustración, el progreso y la sociedad

El XVIII Congreso de Filósofos Jóvenes, que se desarrolla desde el pasado domingo en Córdoba, con asistencia de unos 150 especialistas, aborda el tema general de La ilustración hoy, progreso y sociedad. En la ponencia de apertura, el profesor Carlos García Gual se refirió al tema Prestigio del mito y progreso del logos, con especial referencia a los filósofos presocráticos, que entendían que el progreso tiene como instrumento para mejorar el mundo a la razón humana. Ayer intervinieron los profesores Carmen Iglesias y Carlos Castilla del Pino.

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El profesor García Gual describió los dos siglos de lucha entre la razón y la tradición, con el fracaso final de la ilustración griega, herida por la esclavitud institucionalizada, la sumisión de la mujer y la dependencia de otros pueblos al imperialismo ateniense, que lastraron el proceso, proporcionando el triunfo a la superstición y a las tradiciones míticas.La profesora Carmen Iglesias, centrándose ya en la ilustración moderna, expuso una ponencia bajo el lema La reinvención de un sueño: el mito comunitario y América septentrional. En su intervención trató de deshacer el tópico de la razón ilustrada como exclusivo de la razón técnica, relacionando cómo en el siglo XVIII sigue arraigado el mito de la búsqueda de un paraíso, de una edad de oro indicativa de que debió haber una edad primera, un momento originario, en el que todo era perfecto, hasta que comenzó la degeneración. La constante de la búsqueda del paraíso permanece en la edad moderna, y la profesora de la Autónoma lo ejemplarizó en el ejemplo colonizador de América. Todo el ámbito escatológico paradisiaco que rodea el descubrimiento de América hace creer a Colón en su destino de elegido de Dios para redescubrir la nueva Tierra anunciada por boca de San Juan en el Apocalipsis. Viajeros y misioneros insisten en que el hombre podrá realizar su viejo sueño de felicidad: el milenio, el reino perfecto sin trabajo ni esfuerzo, ausente de reglas y de técnicas, pero no de orden. En el orden aquel debería reinar el principio del placer y no el de la realidad. En el siglo XVIII, esa búsqueda se desplaza hacia la América sajona. Con la soberbia racista típica del puritanismo protestante se fue creando la imagen del mal salvaje del Sur y el buen salvaje del Norte, y la posibilidad de concluir el mito comunitario se centra en Estados Unidos.

Carlos Castilla del Pino, invitado por los filósofos jóvenes « en razón de que viene haciendo filosofía desde la psiquiatría», habló sobre Pinel y el concepto de enajenación. Situó a Pinel en el círculo ilustrado de los ideólogos y enciclopedistas, si bien lejos de permanecer en la pura teoría, ejerciendo el oficio de alienista, como entonces llamaban a los psiquiatras. Con la revolución, Pinel se incorporó al hospital psiquiátrico de Bicetre, realizando allí la gran reforma que supuso la liberación de las cadenas a los locos. Inicia lo que llamó la terapéutica moral de la locura, en la que, dado que para el ilustrado la mayor parte de los locos son seres cuyas pasiones han sido descontroladas, obstaculizadas y exacerbadas, el tratamiento debe ser moral.

El profesor Castilla del Pino expuso a los congresistas el tratado pineliano de la enajenación o Tratado de la manía, que fue fundamental para la psiquiatría contemporánea, especialmente la del XIX. En este tratado, apoyándose en las tesis psicologistas de Condillac, Locqe y Adam Schmidt, entre otros, realizó una psicopatología de las facultades dividiendo las manías según las facultades alteradas; estableciendo, en base a esta perturbación, su clasificación, ya clásica. Mérito importante de Pinel fue la reforma psiquiátrica, que, además de la supresión de las cadenas, persiguió «adecentar los manicomios», en base a un pensamiento interesante: « La locura, para poder observarla en toda su pureza, es necesario que esté despojada de toda superestructura, como lo es el aprisionamiento ».

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