Añoranza del toreo puro

Todo esto que se ha armado en Sevilla con la alternativa de Pepe Luis, donde si la Maestranza tuviera diez veces más localidades lo mismo se llenaría, no responde sino a la añoranza del toreo puro.Es verdad que ha habido, durante años, un divorcio entre público y espectáculo y que había decaído la afición. Los taurinos lo justificaban en el cambio de gusto de las gentes y, por supuesto, de ninguna manera querían reconocer su propio fracaso como conductores de los nuevos rumbos de la Fiesta. La realidad es otra: a buena parte de los españoles les gustan los toros, como siempre; lo que no les gusta es ese nuevo toro y ese nuevo toreo que ha imperado durante los últimos años. Y aquí está la muestra: basta que se anuncie la posibilidad de ver el toreo puro (como bastaría, en cualquier caso, una garantía de autenticidad en la lidia) para que la plaza se abarrote.

El medio-toro, la monotonía de los dos pases, la lidia reducida al último tercio, la hegemonía de las figuras superprofesionalizadas que, amparadas en las exclusivas, van año tras año y de feria en feria proclamando el triunfo de su mediocridad, componen una época nefasta que ya toca a su fin. De ella, los taurinos sólo pueden esperar ruina. Ha empezado la era del toro y el toreo. El público de este espectáculo no quiere otra cosa.