Un testimonio poético

Definir ahora a Carlos Saura como uno de los autores más imaginativos, sensibles e inteligentes del cine español, no es decir nada nuevo. Su cine ha recogido múltiples aspectos de la realidad española a partir de una consideración personal, íntima en muchos casos. Sin moralismos ni servidumbres, las películas de Saura han reflejado lo que, desde una rigurosa perspectiva, sentía como elementos básicos de nuestro país. Los golfos, La caza, El jardín de las delicias, La prima Angélica o Los ojos vendados son, entre otras, un testimonio de la historia de este país. Cuando quiera entenderse la cultura de nuestro tiempo, el cine de Saura será uno de los datos fundamentales; en el cine, posiblemente, el más importante.Con su nueva obra, Deprisa, deprisa, la poética del autor se ha abierto a un planteamiento ligeramente nuevo en su filmografía, más alejado de sus motivaciones personales. Al menos, en un primer acercamiento. Luego se comprueba que, una vez más, Saura no ha eludido su compromiso privado con las imágenes que filma, su vinculación con el documento. El mundo de la llamada delincuencia juvenil (sobre el que tantas películas han surgido últimamente) es contemplado por Saura con la pasión de la objetividad, sin deformar los hechos, reproduciendo en imágenes lo que su propia experiencia le ha dictado: con rigor, con cariño, con independencia, Deprisa, deprisa nos desvela una realidad que va mucho más allá del documento de opinión para transformarse en una simbiosis de ternura de frialdad. En términos pedantes, en entomología poética.

A través de una entrañable historia de amor, la película nos ofrece el espectáculo de unos seres humanos que han optado por vivir de una manera distinta a la de la panzuda legalidad. Sus rasgos son los de una nueva cultura, que Saura ha sabido ver partiendo de las anécdotas cotidianas de sus personajes, de lo que de sugestivo, anacrónico y temible hay en ellos. El decorado fisico de sus vidas, del que Saura no se separa jamás, condiciona probablemente su conducta. Pero no es la sociología lo que ha interesado al autor. Ha optadó por la poesía.

Canacidad de fascinación

Una poesía conformada por los propios personajes y su entorno: ese pequeño piso del linde de la ciudad, las aburridas discotecas, la necesidad de la droga, la fidelidad de los amigos, el sonido eterno de las sireñas, las fugas a playas inexistentes, la violencia... Son tantos los datos que Saura aporta que Deprisa, deprisa se enriquece en nuevas visiones. Su capacidad de fascinación no se agota, sino que aumenta.A lo que, por otra parte, colaboran -y no poco- los actores elegidos. Vivos, con seriedad y entusiasmo, dan cuerpo a unos personajes de los que resulta difícil desprenderse. Entre ellos, sin duda, Berta Socuéllamos, en el papel protagonista, constituye una auténtica revelación.

Estamos, a mi juicio, ante una de las películas más sólidas de nuestro cine.