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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El cuento de nunca acabar

DA la impresión de quela táctica que el Gobierno y UCD se proponen seguir para desmochar el incóniodo tema del divorcio es prolongar hasta el infinito y reiterar hasta el aburrimiento los dimes y diretes, las idas y venidas, y las intoxicaciones y los mentís en tornó a la tramitación del proyecto de ley. La multiplicación de los centros de decisión competéntes de UCD para opinar y para contradecirse en este terreno recuerda a esa rueda de banderilleros y subalternos que marean al morlaco moribundo para ahorrarle al primer espada la molestia de agarrar el estoque. Que el presidente del Gobierno, el titular de la cartera de Justicia, el Consejo de Ministros, la Comisión Ejecutiva de UCD, la comisión mixta ad hoc, el grupo centrista en el Congreso y el grupo centrista en el Senado hayan organizado este rigodón de la confusión, digno del concurso de baile de la película del Danzad, danzad, malditos, no parece tener otra finalidad que cansar y fatigar a los espectadores con el propósito último de que, aburridos, terminen éstos por desentenderse de tan reiterativa y somnífera polémica.La opinión pública tendría, sin embargo, derecho a saber qué es lo que realmente opinan, dentro de UCD, el presidente del Gobierno, sus ministros y los miembros de la Comisión Ejecutiva centrista. Sería también altamente conveniente que Francisco Fernández Ordóñez señalara, sin rodeos y con detalle, cuáles son los artículos, las frases, las palabras, los puntos o las comas cuya supresión o alteración traerían consigo su fulminante dimisión. No vendría tampoco mal que Miguel Herrero, que ahora se autodefine funerariamente como una tumba, aclarara con toda precisión el origen, contenido y solución de los temores y repulsiones que le provoca el proyecto, de ley ya dictaminado por la Comisión de Justicia. Pero para conseguir el saludable objetivo de que la opinión pública conociera de una vez por todas cuáles son los ingredientes del mejunje que se cuece en el puchero centrista, sería preciso que UCD renunciara a su numantina decisión de resistirse al voto en conciencia de sus diputados, sobradamente justificado tras la interferencia de la Conferencia Episcopal en los trabajos legislativos.

Los diagnosticadores del desencanto, ese generalizado fenómeno de apartamiento de la sociedad respecto a la clase política, coinciden en atribuir al gusto por el secreto, a la pasión por los cambalaches clandestinos y a la opacidad de los acuerdos interpiartidistas e intrapartidis tas buena parte de la responsabilidad de esa carcoma de nuestra vida pública. El actual esfuerzo de UCD de guar dar ba o las siete llaves de las reuniones ocultas, las tum bas vivientes y las declaraciones equívocas la viva polémica que se está desarrollando en su seno sobre, el divorcio en nada contribuye a la transparencia de la vida- política. Ignoramos si el partido del Gobierno ha realiza do un examen de conciencia sobre sus culpas pasadas y si le duele el corazón por haberlas cometido. En cualquier caso, su arrepentimiento público por su contribución al desencanto ha sido mínimo, y su propósito de la enihien da parece inexistente. Peró lo realmente grave de ese cuadro es que la eventual penitencia no tendría que cumplirla sólo UCD, sino toda la sociedad española.

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