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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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12 años después. "ll manifiesto" está solo

En junio de1969 apareció en Italia una revista llamada II Manifesto. Muy poco después, en septiembre, publicaría un editorial (« Un año después: Praga está sol a») en el que se lamentaba la falta de materialización concreta de la amplia oleada de solidaridad que doce meses antes había provocado la entrada de los tanclues soviéticos en Praga: «Checoslovaquia ya no suscita emoción. Algunos títulos en los periódicos, y algunas declaraciones sonoras de los líderes no bastan para esconder la aceptación de un estado de hecho... Nadie prevé grandes cambios, ni en un sentido ni en otro».La revista había nacido de un fuerte sentimiento de que con 1968 había comenzado una nueva época, y a sus promotores les habría resultado entonces muy difícil aceptar la idea de que doce años después la tónica general de la izquíerda sería la aceptación pasiva del Estado de hecho, la incredulidad generalizada ante la posibilidad de grandes cambios o, al menos, de cambios para mejor.

Il Manifesto fue en su origen una disidencia en el interior del Partido Comunista italiano, encabezado por tres miembros del Comité Central (Aldo Natoli, Luigi Pintor y Rossana Rossanda) y por un joven teórico de origen cristiano (Luigi Magri). El PCI los excluiría (los «radiaría», según el ingenioso neologismo descubierto para el caso), y con ello empezaría una larga peripecia política que incluiría la transformación de la revista en diario y la habitual sucesión de fusiones y escisiones que constituye el patrimonio casi común de la nueva izquierda europea a lo largo de los años setenta.

La trayectoria

Sería complicado, y quizá poco significativo, intentar reconstruir la trayectoria (o la dispersión) del núcleo inicial de Il Manifesto. Más interesante parece s,abrayar el significado que el diario ha ido adquiriencio para la nxieva izquierda italiana y para todos los que no se han olvidado de ella a la hora de buscar puntos de referencia para la comprensión de sus propios problemas políticos. II Manifesto, a su vez, buscó referencias en la revolución cultural, en la poderosa dinámica obrera del otoño caliente, en todas las grandes promesas de renovación, quizá ilusorias, que recorrían Europa en los últimos años sesenta.

Cuando las proirtesas se incumplieron, Il Manifesto renunció a buscar referencias y mantuvo las banderas en alto. Quizá la revolución cultural había fracasado, pero la lucha por el poder obrero en la fábrica, la denuncia de las burocracias y la búsqueda de una sociedad de seres libres, iguales y creativos seguía estando al orden del día. Cuando el PCI apoyó a quienes encarcelaban a Negri sin pruebas, Il Manifesto, claramente lejano del área de la autonomía (y para qué hablar del terrorismo adolescente y sangriento, veteromarxista, de las Brigadas Rojas), denunció la impostura y la complicidad con el poder.

Y cuando se hizo evidente que la izquierda había perdido la va política en Italia y en toda Europa, Il Manifesto se apuntó a la defensa de las libertades y a la humanización de la vida cotidiana, siguiendo una línea de resistencia similar a la que popularizarían los radicales italianos, pero sin aceptar la carencia ideológica, la curiosa desmedulación de éstos, y manteniendo la anticuada y romántica etiqueta: quotidiano comunista.

Hace ya cuatro años y medio que los partidos políticos italianos se pusieron de acuerdo sobre una ley que, financiando automáticamente los costes de papel, permitiría sobre vivir ante la inflación galopante a las pequeñas publicaciones. Pero era una ley modestamente derriocrática que no sólo favorecía a los pequeños, sino que ponía trabas a los grandes. Y así se han ido multiplicando las dilaciones y los obstáculos a su definitiva sanción parlamentaria. II Manifesto se plantea ahora su desaparición, quizá en el plazo de un mes, ante la. imposibilidad de contar con la financiación que aquella ley prometía. Ya en el último año han sucumbido el Quotidiano del Lavoratori y Lotta Continua, dos cabeceras igualmente significativas para quienes creyeron en una u otra variante de la nueva izquierda. Mientras, la censura reptante recorta los espacios de expresión en la RAI, y así, lenta, pero inexorablemente, las áreas de comunicación libre o alternativa se extinguen, mientras los partidos -también los de izquierda- discuten sobre la reforma de la Constituclón y se olvidan de quienes apostarían por una sociedad mejor y distinta, de quienes cada día leen o leían la Prensa de la nueva izquierda.

Doce años después, Il Manifesto está solo.

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