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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Mi conversación

telefónica con el teniente coronel Tejero ha sido referida y comentada en casi todos los periódicos y emisoras del país. Es rigurosamente cierto que yo fui requerido, al filo de la medianoche del 23 al 24 de febrero, para que tratase de convencer a Tejero de la banalidad de su intento anticonstitucional. Me llamó primero Aurelio Delgado, cuñado de Suárez, presuponiendo una «gran autoridad moral» de mi parte sobre Tejero. A continuación me llamaron Paco Laína y Alberto Aza, desde el Ministerio del Interior. Les dije que, por mi amistad personal con los secuestrados y no por mi amistad con el jefe de los secuestradores estaba plenamente dispuesto a cualquier cosa, incluso a entrar en el Congreso, aunque me pegasen un tiro, como bien advirtió y comentó jocosamente Alberto Aza. Yo tenia noticia ya de que otros personajes, infinitamente más importantes que yo, habían estado en el Congreso intentando persuadir al teniente coronel golpista, sin ninguna eficacia. No las tenía yo todas conmigo, y los subsecretarios y secretarios de Estado, tampoco. Al poco rato, me mandaron un coche del Ministerio y me fui (Madrid estaba desierto) a la reunión que estos señores tenían. Desde el teléfono del señor Laína logré comunicar con Antonio Tejero y hablé con él largo y tendido. La conversación fue campechana y tensa. Dice Federico Gallo que ha sido una conversación histórica. Yo no creo que sea tanto. Los mencionados gobernantes provisionales fueron testigos directos de mi diálogo con el obstinado y entusiasmado Tejero, que no aflojaba ni para Dios. En nombre de Dios le dije que el quinto mantemiento era «no matar». Me preocupaba mucho la vida de mis amigos personales, como antes he dicho.Ayer, en la página 17 de este periódico, se leía un párrafo en el que un periodista se avenía a ser «utilizado» por la Seguridad del Estado. Yo creo que, para bien de la profesión, tan justamente elogiada en estos días por las fuerzas políticas y democráticas, convendría dar el nombre de ese periodista que se aviene a ser utilizado. No fui yo en ningún momento, eso debe quedar muy claro. Actué, ciertamente, por imperativo de amistad, pero conviene dejar bien sentado que mi amistad sólo se profesa y se ejerce con aquellos que defienden lo mismo que yo he defendido desde que era pequeño, a saber: la libertad, la democracia y la Constitución./

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