Artistas y quinceañeras

¿Qué se puede decir de una historia de amor entre un hombre de sesenta años y una adolescente de dieciséis, recién cumplidos? Poca cosa, salvo que el narrador se hubiera adentrado por los caminos de Nabokob o El nido. Sin embargo, esta Tatum O'Neal, tan poco fotogénica en un medio, donde la fotogenia tanto abunda, como actriz, como es Ana Torrent, precisamente. Más parece salida de algún rótulo de Masó, de esos en los que inquietas colegialas buscan el amor en residencias refinadas. Un tanto caprichosa y fascinada, a la postre, por un Burton que reparte a medias qu pasados encantos corporales y presentes limitaciones artísticas, sólo desea en realidad casarse con él, encauzando, a través de un matrimonio burgués, su vocación de pintor, frustrada la lo largo de una década.Antaño las historias de amor eran pasto habitual de los jóvenes; ahora se dirigen más a la segunda o tercera edad, quizá por aquello de que los años de la pasión primera, por mucho que se quiera nunca vuelven. Aqui, Jules Dassin trata de animar a este tipo de público, de levantar tanto ánimo caído, con la ilusión de que la edad no supone barrera fundamental cuando el amor es un sentimiento limpio y saludable.

Aún más patético que este Richard Burton frustrado, justificándose ante un posible fracaso sexual, resulta en definitiva el realizador de La ciudad desnuda o El que debe morir, si es, que se trata del mismo Jules Dassin, lo cual, a la vista del filme, a veces llega a ponerse seriamente en duda.