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La agonía de la distensión preside el 26º Congreso del Partido Comunista soviético, que se abre mañana en Moscú

«El mundo cambia literalmente ante nuestros ojos y cambia para mejor». Así comenzaba Leónidas Breznev, hace cinco años, su informe ante el 25º Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS). Eran momentos optimistas: había finalizado recientemente la guerra de Vietnam y la distensión se encontraba en uno de sus mejores momentos. Mañana, cuando Leónidas Breznev se dirija a los 5.000 delegados presentes en el gigantesco palacio de congresos del Kremlin, es probable que su dictamen sobre la situación mundial tenga tonos más oscuros.

Ronald Reagan lleva un mes en la Casa Blanca y no existen indicios que hagan pensar en la vuelta a la distensión. Hasta el momento -y en el terreno de las declaraciones-, el Kremlin ha seguido defendiéndose de las críticas lanzadas por Washington sin mencionar en los contraataques el nombre del nuevo presidente norteamericano.El secretario de Estado, Alexander Haig, y los servicios de inteligencia norteamericanos han monopolizado las iras de la Prensa soviética, aparentemente ofendida por las críticas hechas por los dirigentes norteamericanos sobre la supuesta ayuda de Moscú al «terrorismo internacional».

Nada parece indicar que el Kremlin haya retirado la mano que tendió a la Casa Blanca después de las elecciones presidenciales. Según todos los indicios -que son reforzados en estos días por una serie de rumores fiables-, Breznev hará mañana, nuevamente, una invitación a Estados Unidos para volver a la ya rota distensión.

Todavía no se sabe si el jefe del Estado soviético hará una propuesta concreta o si se limitará a respaldar de forma solemne las sugerencias hechas en los últimos tiempos por la Prensa de su país. Moscú necesita la distensión. En los últimos meses, Breznev se ha referido en dos ocasiones a los problemas económicos por los que atraviesa su país, que, según se sienten en la calle, afectan básicamente a la producción y distribución de los objetos de consumo y productos alimenticios.

Sin que se adivinen profundos cambios en la política económica -el relevo de Kosiguin por Tijonov en la cabeza del Gobierno no ha producido mutaciones sensibles-, el XI Plan Quinquenal que comienza este año tratará de poner toda la fuerza en la industria ligera productora de objetos de consumo y en un mayor rendimiento agrícola y ganadero.

No es nada probable que la población de la URSS se contagie de la fiebre reivindicadora polaca, pero los dirigentes del Kremlin conocen que, una vez superada buena parte de las necesidades básicas, los soviéticos desean iniciarse en la sociedad de consumo y contar con mejores y más regulares suministros.

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De esta forma, buena parte de los recursos -utilizados previamente en la industria militar y pesada- tendrán que desviarse ahora hacia la industria ligera. La opción «cañones o mantequilla» es más real en los sistemas de economía planificada. Lanzarse a fondo en una nueva carrera armamentista pondría en peligro los planes económicos del Kremlin. Sin embargo, nada hace pensar que éstos hayan sido variados después de que Reagan jurase su cargo el pasado 20 de enero.

El tema polaco y la unidad del mundo socialista

Ahora, la situación internacional, vista desde el Kremlin, «no cambia para mejor». Al otro lado de su frontera oriental, la URSS se encuentra con la crisis político-social de Polonia, más difícil de solucionar por métodos drásticos que cuando Jimmy Carter dirigía la Casa Blanca.

No es nada probable que Breznev mencione mañana, en su discurso de apertura, el tema polaco. Sí se espera, en cambio, que elogie la unidad del mundo socialista. La Prensa -que es en la URSS el mejor indicador de los pensamientos oficiales- viene ocupándose menos, y con menos vehemencia, de la situación en Polonia desde que el general Jarucelski se hizo cargo del Gobierno de Varsovia. Todo hace pensar que el Kremlin está a la espera de los primeros resultados de los noventa días de «tregua social» ofrecida por el nuevo Gabinete.

En el terreno de la política interior, las cosas se presentan más sencillas para este 26º Congreso del PCUS. Los dos campos en los que el sistema podría ser más vulnerable -reivindicaciones socio-laborales y de las minorías nacionales- siguen en calma, como desde hace décadas.

Los últimos diez años han visto también la agonía de la disidencia, que se encuentra casi completamente silenciada o reducida a ser una simple manifestación de la picaresca propia de las grandes urbes. Breznev tiene, decididamente, bien agarradas las riendas del poder.

No habrá relevos espectaculares en este 26º Congreso. Sólo se espera el cambio de dos miembros del Politburó -uno de ellos, miembro suplente-, que se retirarán de la política por razones de edad. El PCUS -después de varias décadas de luchas ideológicas, purgas y otras convulsiones- parece haber alcanzado la solidez propia de los órganos administrativos.

Moscú, con ambiente de fiesta

Moscú vive desde hace una semana un ambiente festivo, que resulta algo tristón si se compara con otros acontecimientos políticos similares en otras partes del mundo. Sobre los puentes del Moscova se han encendido las bombillitas amarillas de las fiestas importantes. En los mástiles, que se alzan desnudos el resto del año en las calles de Moscú, se han izado banderas rojas. En las paredes han aparecido grandes cartelones con recios obreros de músculos trazados a escuadra. No se ha dejado nada a la improvisación. Mañana, medio millar de periodistas llegados de todo el mundo analizarán con lupa el discurso de Breznev.

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