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Crítica:CINE / "UNO ROJO: DIVISION DE CHOQUE'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Escenas de guerra

Sam Fuller se ha distinguido siempre por sus condiciones de narrador. Periodista y autor de novelas de intriga, en sus primeros tiempos, no es de extrañar que su vocación cinematográfica,se incline por géneros en los que la acción es fundamental, como sucede en las historias negras, el western o el cine bélico.A tal tipo de relatos pertenece esta última película suya, que supone una antología de recuerdos personales, vividos por el autor en diversos frentes a lo largo de la última contienda. A ratos tópico, y a ratos más original, anécdotas y personajes van contando los azares y las operaciones de un pelotón de choque integrado, como siempre, por una serie de tipos convencionales, tratados un tanto superficialmente, al mando del consabido sargento, profesional y paternal, encarnado esta vez por Lee Marwin.

Uno rojo

División de choque.Guión y dirección: Sam Fuller. Intérpretes: Lee Marwin, Mark Hamili, Robert Carradine, Bobby di Ciccio, Kelly Wrad, Stephane Audran, Sigfriegd Rauch. EE UU, 1980. Guerra. Locales de estreno: Carlos III, Whidsory PHncesa

Los episodios, algunos conseguidos como los que suceden en Sicilia; otros frustrados, como el del manicomio, donde burla y guerra casan mal, sólo se hallan unidos entre sí la voz de un narrador que viene a ser el invisible cronista de la guerra. Algunos evocan filmes parecidos, otros resultan bastante inverosímiles y en ello también recuerdan a sus hermanos anteriores. Los hay también un tanto rancios, quizá por evocar episodios de la primera contienda ,mundial, momentos cargados de ternurismo y literatura, junto a algunos más cercanos a la realidad; pero a la postre, una obra como ésta que pretende aparecer como antibelicista, resulta ambigua, lo cual tampoco supone novedad en el cine de Fuller.

Realizada con vigor y una buena puesta en escena que incluye actores eficaces, sólo consigue en ocasiones hacernos olvidar ejemplos anteriores llevados a cabo en uno y otro bando por los entonces enfrentados y ahora amigos. A ellos se suma el autor de La casa de bambú, quien a sus setenta años cumplidos parece dispuesto, como sus personajes, a morir en la brecha, escribiendo y realizando.

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