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Los problemas económicos dominarán los debates del 26º Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética

El Palacio de Congresos del Kremlin -un pesado edificio de dudoso gusto, construido dentro de la ciudadela moscovita en la era Jruschov- está ya preparado para recibir a los 3.000 delegados que discutirán, a partir del lunes 23 de febrero, las grandes líneas políticas y económicas de la URSS. En este 26º Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) se tomarán decisiones que, en principio, serán válidas hasta 1985. Según todos los pronósticos, este Congreso no presentará grandes sorpresas.

Los catorce miembros del Politburó -máxima jerarquía colectiva de la URSS- seguirán en sus puestos después de que el día 27 se pronuncien los discursos de clausura. Leónidas Breznev, 74 años, continuará siendo jefe del Estado, y sólo se piensa que cambien algunos miembros del Comité Central y el Presidium del Soviet Supremo.Esto es, al menos, lo que prevén los observadores presentes en la capital soviética.

En el terreno político, el 26º Congreso del PCUS no contendrá, pues, ninguna novedad sensacional, ya que tampoco se considera probable que se destape de manera oficial el nombre del que en su día habrá de suceder al actual jefe del Estado.

No hay que olvidar que éste es el primer congreso que se celebra desde que en 1977 fue aprobada la primera Constitución soviética, que ha proporcionado al régimen una estabilidad de la que careció en su primer medio siglo de historia. Desde 1977, las sorpresas políticas son, pues, menos probables, y el congreso que se inaugurará dentro de ocho días no se escapa a esta regla.

«Distensión» y «desarme» son las dos palabras que se escucharán más veces en el Palacio de Congresos del Kremlin cuando se hable de política y, en concreto, de las relaciones exteriores de la URSS. Según medios cercanos al poder, Breznev tratará también este tema en el discurso de apertura del próximo día 23. Algunas fuentes no descartan tampoco que el jefe del Estado soviético haga alguna propuesta concreta al nuevo presidente de Estados Unidos para reiniciar el diálogo ahora roto.

La economía, protagonista

Pero la economía será, sin duda alguna, la protagonista de este próximo congreso. A los niveles dirigentes del PCUS comienza a acceder un nuevo tipo de militante que no hizo ni la revolución ni la guerra, y cuyos méritos políticos residen en sus conocimientos técnicos. Son éstos los «tecnócratas» soviéticos, que tendrán que luchar contra la ralentización del crecimiento económico, los fallos de la política agraria, la baja productividad, los problemas de comercialización y distribución, el pobre funcionamiento de la industria ligera y otra serie de cuestiones que dificultan la vida de los soviéticos.Es curioso observar cómo los habitantes de la URSS -y especialmente los de las grandes ciudades-, una vez cubiertas sus necesidades más elementales, comienzan a convertirse en aspirantes a consumidores exigentes.

En las últimas semanas, los partidos comunistas de las republicas de la URSS -excepto la federación rusa, que no tiene partido propio- han ido celebrando sus congresos, que prologan el congreso del PCUS. En todos ellos ha habido dos cuestiones comunes: escasos nuevos nombramientos políticos y abundantes propósitos de la enmienda en el terreno económico.

Algo así sucederá también en el 26º Congreso del PCUS. Los autores de las líneas maestras de la economía soviética parecen convencidos de que sus problemas no se derivan de la falta de recursos, sino de la mala utilización de éstos. Algunos economistas occidentales estiman, por ejemplo, que la falta de grano en la URSS no se debe tan sólo a las malas cosechas, sino también a los ineficaces sistemas de transporte y distribución. En los congresos de los partidos de las repúblicas de la URSS -así como en los periódicos soviéticos de las últimas semanas- han pesado tanto, o más, las críticas que los parabienes por los resultados del pasado quinquenio.

Del 26º Congreso saldrá la aprobación del 11º Plan Quinquenal, que habrá de regir hasta 1985 y algunos de cuyos efectos se prolongarán hasta 1990. El desafío máximo de este nuevo plan es sustituir una economía extensiva (o cuantitativa) por una economía intensiva (o cualitativa).

Por último, de este plan saldrá también tímidamente fortalecido el pequeño sector privado agrícola, que ha mostrado su eficacia. (De las pequeñas propiedddes privadas de media, hectárea, que las familias campesinas tienen derecho a cultivar, sale el 25% de la producción de frutas y verduras y el 60% de la de papatas). No obstante, este sector seguirá siendo considerado como simple auxiliar del sector público y conservará sus casi insignificantes dimensiones.

Al margen de las cuestiones ideológicas, la modesta potenciación del sector privado se debe -según buena parte de los analistas occidentales- a que éste no tiene los problemas de falta de motivaciones para el trabajador, descontrol y «fugas de recursos» que sufre el sector público.

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