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Exposicion en París del arte alemán de hoy

La exposición que actualmente se presenta en el Museo de Arte Moderno de la ciudad de París, con la colaboración del Goethe Institut, de París, y la Maison de la Culture, de Nanterre, baje el título Arte en Alemania hoy, pretende ser, y sin duda alguna lo es, una panorámica de los diferentes aspectos de la cultura en la República Federal de Alemania (RFA).Abarca, además de diversos debates sobre la literatura, con la participación de Günter Grass (que expone una retrospectiva de sus grabados en el Goethe), diferentes aspectos de la creación musical: Körper-Sprache, de Dieter Schnebel, uno de los pioneros de la eliminación de las barreras entre música y teatro, la ópera de cámara de Wolfgang Rihm; Jacob Lenz, basada en la novela de G. Bürchner, del mismo título, una serie de conciertos de jazz, un amplio programa de cine experimental y comercial (Schroeter, Kluge, Herzog, Fassbinder, Syberberg, etcétera), en el que se incluyen también filmes de artistas como los de Klaus Rinke, los únicos que hasta el momento se ha tenido la ocasión de ver; y, finalmente, una exposición de pintura, escultura y video de cincuenta artistas, todos ellos nacidos en la RFA, excepto Richter y Sigmar Polke que, aunque nacidos al otro lado del muro de Berlín, viven y trabajan actualmente en la Alemania del Oeste.

Dos generaciones de artistas

La selección de las obras de la exposición, la más importante de todas las realizadas hasta hoy fuera del territorio alemán, obra de un comisario francés, Susanne Pagé, y otro alemán, René Block, resume el panorama artístico de los diez últimos años, estructurado alrededor de diferentes ciudades, Hamburgo/Hannover, Berlín y, sobre todo, Colonia/ Düsseldorf, pues, felizmente, en Alemania no existe el centralismo en cuestiones culturales.

La elección ha sido organizada alrededor de las más significativas galerías y, principalmente, de las academias de arte que en la RFA juegan un papel le primer orden, como focos determinantes del desarrollo de las artes. Muchos de los expositores fueron o son profesores de las mismas, como Vostell o Beuys, numerosos de cuyos discípulos, Rutemberk, Knoebel, Palermo o Immendorff, entre otros, están también presentes en la muestra.

Una de las características de la exposición es la variedad de las obras, lo que resilta normal si se considera que comprende artistas de edades muy diferentes, desde los nacidos en la década de los veinte hasta la de los cincuenta.

En consecuencia, se puede encontrar en ella obras correspondientes a todas las tendencias, partiendo, por supuesto, de Fluxus, donde hay que incluir los artistas de más edad de la muestra, como Koepcke, Gosewith o Dieter Roth, un artista polifacético que ironiza sobre su propio trabajo a través de la presentación de sus «obras completas» y sobre el de los otros en una obra fundamentalmente iconoclasta, Salchichas de la literatura, rellenadas con obras de Hegel, y, por supuesto, los dos jefes de fila de los fluxistas alemanes, Wolf Vostell (una de sus obras se titula Los fluxistas, los negros del arte contemporáneo) y Beuys, vedette indiscutible, aunque para algunos su obra sea en verdad «discutible».

Pero como cabía esperar, también el minimal, conceptual, los «nuevos fauves», la nueva imagen, la abstracción y el neoexpresionismo están presentes, además de una serie de trabajos de los más jóvenes, que liberados de la «dictadura» de la vanguardia, exponen obras difíciles de «encuadrar» en una u otra tendencia.

Entre el compromiso político y el individualismo

El evidente compromiso político de Vostell, con Chicle termo-eléctrico (alambradas de un campo de concentración sobre un suelo repleto de cucharas y tenedores por donde el espectador debe pasearse), es como «un aguijón clavado en la conciencia embrutecida», que no sólo lucha contra la pérdida de la memoria histórica, sino que la actualiza; compromiso expresado también, pero a través de un discurso mucho más teórico y cósmico, en la obra de Beuys, Grond, monumentales archivos de cobre (dos toneladas), restos de una «oficina donde se produce un nuevo concepto de cultura», una cultura que se quisiera «libre del sometimiento al Gobierno y al Estado». Pero, aunque no se pueda hablar de ruptura radical por parte de los más jóvenes, lo que sí parece evidente es un repliegue individualista hacia una forma de expresión pretendida como propia. Pero, entre los que todavía sienten como necesario un compromiso social, que a pesar de las apariencias también los hay, Haacke, con Interdicciones profesionales, o Dieter Hacker, El mito de la pintura, el cuestionamiento de la sociedad, de la obra de arte o el artista, se realiza de forma más conceptual, más sobria y, sobre todo, más «situacional», con más referencia a la actualidad que a la historia.

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