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LA LIDIA

Antirreglamentaria lidia de un sobrero

Valdemorillo. Tercer festejo de feria. Cuatro novillos de Gabriel García, de aceptable presencia y juego desigual. Destacó la nobleza del tercero, al que se dio una generosa vuelta al ruedo. Todos salieron sin divisa. Al final del espectáculo se toleró la lidia de un sobrero, también sin divisa y con la marca del hierro casi invisible, que resultó manso. Fernando Rivero. Silencio. Oreja. El Yiyo. Silencio. Vuelta al ruedo. En el sobrero lidiado en quinto lugar escuchó palmas. Contra las alegrías dadivosas de los toreros, el vigente Reglamento taurino es tajante. Ha puesto un dique a los regalitos ventajistas de los sobreros con la prohibición de su lidia en los festejos en los que actúe más de un espada. Pero, de cuando en cuando, en alguna plaza, un torero se siente espléndido, y contando con el amén de los presidentes se toma la revancha frente a su compañero triunfador.

La feria de Valdemorillo es conocida en todo el ámbito taurino, por ser la que abre el juego de la temporada. La atención de los aficionados, que salen de su letargo invernal, se centra sobre ella, y lo que ocurre en su placita portátil es, en cierto modo, un presagio de lo que la rueda taurómaca pueda damos, con sus giros, a lo largo de todo el año. Por eso, no ha gustado a los aficionados que el carrusel haya empezado sus vueltas con una infracción reglamentaria.

El hormiguillo del amor propio llevó a El Yiyo a solicitar el sobrero, sin importarle el triunfo ¡legítimo que supondría frente a su compañero el conseguir un éxito redondo en un novillo de regalo. No contó con el hecho de la ausencia de sus picadores, que habían abandonado la plaza después de la vuelta al ruedo de su maestro. Y el novillero se encontró con que tenía que matar un novillaco manso, entero y pésimamente lidiado, con los sustos y carreras de su cuadrilla. No hace falta decir que no pudo en ningún momento con él, y a estas horas puede darse por afortunado, porque el aparatoso revolcón que le dio el novillo terminó con unas pinceladas de mercromina en lugar de un paseo en ambulancia hasta Madrid.

El resto de la novillada apenas tiene historia. Buenas maneras y buenos deseos en ambos espadas, a los que se les ve con demasiada evidencia su vitola de toreros académicos de escuela, puesta en evidencia en su afán de componer la postura y la estética del lance, en detrimento de la eficacia.

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