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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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La inocentada del señor Lamo de Espinosa

El 28 de diciembre, un diario madrileño recogía unas increíbles declaraciones del ministro de Agricultura. Resulta imposible glosar en breves líneas la visión de la agricultura expuesta por Lamo de Espinosa, y tampoco es este el lugar más apropiado para contrastar cifras con cifras y conseguir aburrir al lector. Tan sólo quisiera dejar constancia de la sorpresa que me ha provocado el inaudito triunfalismo del actual responsable de las cuestiones agrícolas de este país.No soy partidario de magnificar la miseria del campo. Tal actitud suele adoptarse muchas veces desde posiciones interesadas para, mostrando tan sólo la imagen de los más desfavorecidos, agarrarse todos al carro de la subvención pública. Pero lo que no es habitual en un sector normalmente insatisfecho, y la mayor parte de las veces con un fondo de razón, es un ministro del ramo no ya optimista, sino escandalosamente triunfalista.

Para el señor Lamo de Espinosa, la democracia le sienta bien al campo en base a la aportación del sector al crecimiento del producto interior bruto (PIB), a la contención de la componente alimentaria en el índice de precios al consumo (IPC) y a la dedicación del Gobierno de UCD a resolver los problemas de la agricultura.

Yo no me atrevería a decir que la democracia le sienta bien o mal al campo, basándome en los resultados económicos de los últimos años, sencillamente porque la democracia apenas ha alcanzado al sector agrario: Posiblemente estemos hablando del único sector donde aún las organizaciones profesionales representativas se ven forzadas a compartir, con el corporativismo heredado del anterior régimen, la voz del campo. Y ello exclusivamente por el interés de UCD y del señor Lamo de no renunciar a la estructura caciquil de las cámaras agrarias como resorte de dominación de la derecha en amplias zonas del país, y así, por ejemplo, el Instituto de Relaciones Agrarias, órgano de la Administración, coloca y destituye funcionarios en las cámaras agrarias de todo el país sin consultar siquiera a los presidentes electos, o manipula la Prensa de la antigua Hermandad de Labradores y Ganaderos para propagar la política oficial a lo largo y a lo ancho de todo el territorio del Estado. Y últimamente, la constitución del Consejo General del FORPPA, con presencia testimonial de las organizaciones agrarias representativas de los intereses de los agricultores, ha significado un paso muy grave en la política antidemocrática que se está llevando a cabo en el campo.

La participación de la agricultura en el producto interior bruto sólo puede argumentarse como éxito de una política agraria cuando se pretende confundir, puesto que depende fundamentalmente, de un año para otro, de las condiciones meteorológicas. Sería injusto atacar al ministro del ramo por una eventual mala cosecha, pero tampoco es correcto basar el éxito de una política en las favorables climatologías de las dos últimas campañas. Y argumentar la buena salud del sector en base a un crecimiento de sólo el 9,9% de la componente alimentaria, frente a un 13,5% en el índice general de precios al consumo, como hace el señor ministro, hay que considerarlo como una broma

Las exportaciones de trigo y la liberalización de la agricultura

Para el señor ministro también las exportaciones de cereales parecen suponer un triunfo sin precedentes. Nuestra historia reciente no conoce operaciones de exportación de trigo porque España -ya lo explicó el profesor Flores de Lemus- nunca podría ni debería exportar trigo. Presentar tales exportaciones como un triunfo de la política oficial es algo incomprensible, ya que demuestran un exceso de producción obtenido a un coste superior al del mercado internacional.

Y tampoco puedo explicarme el nuevo fervor liberalizador del departamento de Agricultura. Es algo que choca con la lógica de las cosas o que tal vez encubre una nueva confusión. Se habla de liberalización cuando se debería emplear cualquier otro término más exacto. Porque la recuperación del consumo de aceite de oliva, que tanto enorgullece al señor ministro, sabe él bien que se ha producido gracias al cierre hermético del mercado español para el aceite de soja. ¿Qué pasaría con nuestra agricultura si mañana se liberalizara efectivamente nuestra política comercial exterior? Pienso que no es preciso extenderme en la respuesta, ya que en la mente del señor Lamo se confunde la liberalización con la sustitución del proteccionismo autóctono por el proteccionismo comunitario.

La integración y las negociaciones agrícolas

Pero donde el triunfalismo alcanza cotas insospechadas es en la apreciación de la actual situación negociadora con la CEE. El Consejo de la Comunidad envió el 18 de diciembre de 1980 un documento al Gobierno español, demandando más completa información sobre la agricultura española y resaltando las enormes dificultades que suponen para la ampliación nuestras producciones de tipo mediterráneo. Y en ese documento vuelve a insistirse, de un modo un tanto impertinente, en que las negociaciones no podrán llevarse a cabo hasta que la CEE no modifique su política agraria actual. Por ello no puede entenderse que dicho documento se considere positivo ni que permita «sentarse a una mesa a negociar».

Respecto a la utilización «indirecta» de la ley de Fincas Manifiestamente Mejorables, cuando se aprobó fuimos muchos los que dudábamos que el Gobierno de UCD fuera a aplicarla, pero lo que no llegamos a prever era que su objetivo fuese lograr una mejor utilización de las tierras mal cultivadas «indirectamente», por miedo a la ley. En ese caso, pensando en no aplicarla, debió hacerse mucho más radical para asustar más.

En cualquier caso, parece excesivo mencionar tales efectos indirectos como justificativos de una mejora en la dimensión y rentabilidad de las explotaciones agrícolas.

Los problemas de la agricultura son muchos y difíciles de resolver; por esta razón, no me atrevería jamás a responsabilizar de ellos al actual ministro. Pero tampoco están las cosas como para echar las campanas al vuelo, ni siquiera en el día de los inocentes.

Carlos Tió es ingeniero agrónomo y miembro del equipo técnico agrario del PSOE.

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