La vanguardia norteamericana consolida el poder permanente del dibujo

La exposición Dibujos norteamericanos de los años setenta, que constituyó la aportación oficial de Estados Unidos a la pasada Bienal de Venecia de 1980, fue inaugurada ayer en las salas de la Biblioteca Nacional. La muestra, que contiene obras de 66 artistas jóvenes, resalta fundamentalmente la aportación norteamericana al arte de la actual vanguardia occidental y supone la consolidación del dibujo como valor permanente del arte.

Los 66 artistas que exponen iniciaron su carrera en esta década. Algunos de ellos, como Christo, Sol Lewitt, Lucas Samaras y Robert Smithson, son conocidos por el público español, ya que han expuesto no hace mucho tiempo en Madrid. Todos ellos se caracterizan por exponer los acontecimientos artísticos más polémicos de la década.En la exposición, como ha escrito Catherine Coleman McHugh, resalta el pluralismo artístico de los años setenta en varios niveles. Cuando se habla del artista de estos tiempos ya no se puede uno referir a la obra exclusiva del pintor o escultor, ya que la producción artística de este tiempo está realizada también por músicos, compositores, arquitectos y bailarines.

La incorporación de artistas no plásticos a esta generación determinará en parte la diversidad de medios expresivos. «Son las instalaciones, el lenguaje, las actuaciones, es decir, el arte no objetual. En muchos casos, la pintura y la escultura ya no son los medios más preferidos de expresión».

Dibujos norteamericanos de los setenta demuestra ya no sólo la plena autonomía que ha alcanzado el dibujo como técnica expresiva, sino también un nuevo papel que estos artistas han desempeñado en el arte contemporáneo. Los conceptos tradicionales de boceto, estudio y esbozo adquieren aquí únicamente unas funciones auxiliares, mientras que el dibujo se convierte en el testimonio documental del acto efímero, del arte no permanente. En este hecho, algunos especialistas, como la ya citada Catherine Coleman, han creído ver la iniciación del lento proceso de la desmaterialización del arte y de una reacción, como ya sucediera en la escuela francesa plein air, de 1860-1870, contra las reglas rígidas de composición, la dependencia de los libros y del dibujo representativo de las academias. El arte conceptual y el arte ambiental de los años sesenta son los precursores inmediatos de la instalación en el arte de comportamiento y la arquitectura imaginaria de los años sesenta.

«Esta desmaterialización artística va acompañada por la liberalización del dibujo de la escultura y pintura. El dibujo en sí, el dibujo como documento, es muchas veces el único resto o evidencia del acontecimiento artístico.. El dibujo mantiene su característica íntima de revelar el proceso creativo, lo cual es aún más acentuado en la década de los setenta, debido a la naturaleza misma de las nuevas formas expresivas».