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El tratado SALT II se renegociará pese a la oposición europea

Soledad Gallego-Díaz

La decisión del nuevo presidente de Estados Unidos de renegociar el tratado SALT II, para el control de armas nucleares estratégicas, será uno de los principales puntos de tensión entre Norteamérica y sus aliados europeos en los próximos meses. Fuentes diplomáticas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) señalaron ayer oficiosamente que el mandato presidencial de Reagan, que se inicia hoy, quedaría «marcado» por su postura en estos primeros meses respecto al diálogo con la Unión Soviética y el control de armamento.El tratado SALT II, firmado por Jimmy Carter y Leónidas Breznev en 1979, no ha sido nunca ratificado por el Senado norteamericano, pese a las insistentes presiones de los países europeos-occidentales. Prácticamente todos los comunicados oficiales de la OTAN en los dos últimos años contienen una mención expresa a la necesidad de poner en marcha los acuerdos firmados en Viena y, más importante aún, la decisión aliada de diciembre de 1979 de fabricar e instalar en suelo europeo 572 misiles Pershing 2 y Cruise daba por hecha la ratificación del acuerdo soviético-norteamericano y «lanzaba» una nueva ronda de negociaciones, las SALT III en las que se incluiría el control de armamento nuclear táctico.

La derrota de Carter en las elecciones de noviembre supuso inmediatamente un «parón» en las conversaciones de Ginebra. El vencedor, Ronald Reagan, había anunciado ya que no consideraba satisfactorias las SALT II y que propondría a Moscú su «renegociación». No parece lógico suponer que ambas «rondas» puedan realizarse simultáneamente, por lo que las impaciencias europeas tendrán que enfriarse.

Holanda y Bélgica

El principal problema se plantea con países como Holanda y Bélgica, que supeditaron su autorización definitiva a desplegar los 48 Cruise que les corresponden al desarrollo de las nuevas conversaciones con Moscú. Pero la situación se complicó este último mes, al anunciar el nuevo secretario de Defensa norteamericano, Caspar Weinberger, que no tenía especial prisa en reiniciar las conversaciones con la URSS y que no esperaba hacerlo antes de seis meses.Las primeras reacciones se produjeron en la República Federal de Alemania, donde un grupo de diputados socialdemócratas pidió que se revisara la decisión de aceptar los Pershing 2. Las «advertencias» por parte de los aliados europeos se extendieron por prácticamente todos los países de la OTAN, hasta culminar el pasado fin de semana en Amsterdam, con una reunión de representantes de los partidos socialdemócratas de Bélgica, Holanda, Dinamarca y Noruega en la que se reiteró, una vez más, la exigencia de que Estados Unidos ratifique las SALT II y despeje las incógnitas que rodean las conversaciones de Ginebra.

Nadie espera, evidentemente, que Reagan modifique su criterio, pero se intenta, al menos, presionar para que la renegociación de las SALT II se realice a marchas forzadas, sin enviar al «limbo» las conversaciones con la URSS respecto al armamento nuclear en Europa.

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