Lengua y democracia
Cinco siglos de Renacimiento en España -Nebrija-, como ha recordado este periódico, aunque dijo alguien que aquí, más que de Reformas, hemos vivido siempre de Contrarreformas, «participando en las restauraciones sin haber intervenido en las revoluciones» (Marx, con perdón).Esta conmemoración viene a coincidir con la protesta de los enseñantes en castellano, dentro de Cataluña, que, al parecer, se sienten represaliados psicológicamente, cuando menos, por no funcionar con dos motores: bilingüismo. Aunque este estado de cosas ya lo ha desmentido la Generalidad. No hace mucho, en Barcelona, el poeta Carlos Sahagún, primero entre los mejores, mejor entre los primeros, hombre de mi generación, alicantino enseñante en Cataluña, se me quejaba de lo mismo.
-Escribe algo, Umbral, por favor.
Claro que también me pidieron que escribiera algo en favor de Sotillos, para que saliese director de Radio Nacional, y ha salido antes de que yo pudiera cambiar de cinta la máquina, con lo que vengo a ser como esos santos que hacen el milagro antes de que se les solicite. Hacerlo después ya no es milagro: es burocracia celestial. Hay quien cree que esta columna de periódico es varita de hada o mano de santo, cuando más bien uno suele estropear lo que toca. Un suponer el caso catalán/ castellano. Está claro para los historiadores que el castellano no nace con la voluntad de Imperio que se dice, ni siquiera en Nebrija, y que los imperios, por entonces, sólo querían hablar en latín.
¿Por qué otras lenguas peninsulares, mellizas de origen con el castellano, han de ser represaliadas o represaliadoras? Mal camino lleva el castellano, nuestro castellano, si no lo desmilitarizamos pronto. La militarización del castellano la han decretado los guerreros, no los gramáticos. Es como cuando la guerra convierte una catedral en cuartel. A través de los tiempos ha habido jesuitas, militares, caballos y turistas en San Marcos, de León, monumento sobre el que acaba de escribir un bello libro Victoriano Crémer. Hay que desmilitarizar el castellano, entre otras cosas, por aquello de Ezra Pound que gusto de repetir: «El latín es sagrado, el trigo es sagrado». Entre el latín del Derecho y el trigo de Medina está el castellano. Lo de la lengua como compañera del Imperio es algo que pudiera haber figurado en el diccionario de tópicos de Flaubert. El colonizador castellano está siendo hoy colonizado por el inglés, como ayer por el francés y siempre por el catalán o el gallego. La saudade galaicoportuguesa es palabra que suspira desde hace siglos en muchos escritores españoles. Nada de esto me parece malo, porque la lengua, para ser de fuego, para vivir, más que compañera del Imperio debe resultar pregonera de la democracia. La lengua es democracia, la única democracia real que existe, el único bien repartido igualitariamente, eucarísticamente, de boca en boca. Las trojes del idioma están ahí para que cada cual tome lo que quiera o sepa. Todas las revoluciones de Suramérica, todas las subversiones dentro de Norteamérica (chicanos, espaldas mojadas, puertorriqueños) se están haciendo en castellano. ¿La lengua, compañera de la revolución? El liberalismo nace en castellano, y nuestras dos Repúblicas y hasta el eurocomunismo (salvo las profecías de Gramsci). El idioma es naturalmente federalista y el castellano se asocia y enriquece con el catalán o el francés dentro de cualquier cabeza.
Pérez de Ayala, hoy tan respetado por.su castellano, le escribía al duque de Alba, en 1940, desde Londres, rubricando así la carta: «Good save Franco». Dios salve a Franco. He ahí un caso de castellano anglosajonizado y militarizado. Entonces comenzó -recomenzó- todo. Hagan algunos maestros del castellano reflexión sobre sus pecados de juventud. El idioma catalán sabe lo que se dice.
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