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Tribuna
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Polifemo y sus rebaños

A pesar de su apariencia de gran mole de piedra y hierro, la Unión Soviética se enfrenta a contradicciones no menos, sino más profunda que la Unión Americana. La primera es básica y está inscrita en su naturaleza misma: Rusia es una sociedad jerárquica, de castas y es una sociedad industrial. Por lo primero está condenada al inmovilismo; por lo segundo, al cambio. La movilidad sociafes casi nula, pero las transformaciones industriales, sobre todo en el dominio de la industria pesada y la tecnología militar, son notables. En Rusia las cosas cambian, no los hombres. De ahí el costo inmenso, en vidas y en trabajo humano, de la industrialización.

La inhumanidad de la industria, rasgo presente en todas las sociedades modernas, se acentúa en la URSS porque primordialmente la producción no está orientada a satisfacer las necesidades de la población, sino la política del Estado Lo más real, los hombres, está al servicio de una abstracción ideológica. Esta es una forma de enajenación que Marx. no previó. Por una parte, fosilización social y política; por la otra, continua renovación técnica e industrial. Esta contradicción, fuente de injusticia y desigualdad, provoca tensiones que el Estado sofoca con los métodos de todas las dictaduras: el reforzamiento del aparato represivo y una política de expansión exterior. Imperio y policía: estas dos palabras revelan que, a pesar de las diferencias considerables que los separan, hay una clara continuidad histórica entre el Estado burocrático y el zarista. Poseído por una ideología no menos expansionista que el antiguo mesianismo paneslavo, el Estado ruso ha creado una poderosa máquina de guerra alimentada por una gigantesca industria militar. Entre todas las desiguladades de esa sociedad, quizá la más impresionante es la desproporción entre el nivel de vida de la población -bastante bajo" incluso comparado con el de checos, húngaros y polacos- y la enorme potencia militar del Estado. Se discute mucho en los cafés y en las universidades este tema: ¿Rusia es o no es socialista? Engels resolvió de antemano la cuestión cuando llamó al capitalismo de Estado de Bismarck «Socialismo de cuartel ».

Las ideocracias

Aunque desde 1920 abundan los libros y las informaciones sobre la realidad real de Rusia, muchos en Occidente y en la América Latina -especialmente los intelectuales, pero también no pocos políticos liberales y conservadores, burgueses progresistas, clérigos y católicos de izquierda- prefirieron durante años y años no enterarse. El informe de Kruschef destapó la olla. Un poco después aparecieron los primeros textos de los disidentes. Desde entonces ya no es posible afectar ignorancia.

Más afortunado que Pascal en su polémica contra losjesuitas, SoIyenitsin logró conmover al mundo. Su influencia ha sido tal que incluso convirtió a los cenáculos literario-filosóficos de París; en menos de cinco años hemos sido testigos del abandono de las variedades de la escolástica marxista que dominaban a las universidades europeas. Hasta les precieuses ridicules han dejado de citar a los Grundisse y a Das kapital.

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Sin embargo, por más grande que haya sido en el exterior la influencia de los disidentes -rusos, polacos, checos, rumanos, húngaros, cubanos-, sus posibilidades de acción en el interior de sus países son, extremadamente limitadas. Los disidentes han mostrado que hay un abismo entre la realidad real y la realidad ideológica; por eso es pertinente llamar ideocracias a las sociedades burocráticas comunistas: en ellas, forma suprema de la enajenación, la ideología su.planta a la realidad. Pero si las descripciones de los disidentes han sido exactas, sus diagnósticos lo han sido menos y sus remedios resultan inoperantes.

No es fácil saber cuál será la evolución de la sociedad rusa. Sí lo es prever que la contradicción que he descrito sumariamente tenderá a acentuarse más y más en el futuro inmediato y que se agravará apenas desaparezca la generación de septuagenarios que hoy dirige la URSS. Los disidentes intelectuales conocidos en Occidente son sólo una manifestación política y religiosa de la contradicción básica.

Cualquiera que haya tenido acceso a la vida intelectual rusa en las universidades y centros científicos -lo mismo puede decirse de los países satélites- descubre inmediatamente que la ideología oficial, el marxismo-leninismo, se ha convertido en un catecismo que todos recitan pero en el que nadie cree.

Auge del comunismo

Más profundamente aún que esas tendencias ideológicas, se agitan otras aspiraciones que aún no aciertan a expresarse pero cuyas demandas son más amplias y más concretas que las de los intelectuales. Por ejemplo, todos los viajeros han observado la avidez de la población urbana por adoptar las formas de vida de Occidente, especialmente las norteamericanas. No es exagerado hablar de la «americanización» de la juventud de las grandes ciudades. La fascinación por la sociedad de abundancia de Occidente no se detiene ante la imitación de sus manifestaciones más lamentables, como el «consumismo». Por último, apenas si es necesario recordar que los trabajadores rusos carecen de los derechos sindicales básicos, tales como los de la huelga, asociación, reunión y libre afiliación. ¿Es posible crear un poderoso Estado industrial con un proletariado pasivo y desmoralizado, cuya única forma de lucha es la pereza y el sabotaje? ¿Cómo hará frente el fosilizado régimen ruso a la doble exigencia de los que piden más libertad (los intelectuales) y de los que piden más y mejores bienes de consumo (las masas)?

La reciente y victoriosa huelga de los obreros polacos está destinada a tener una influencia inmensa, lo mismo en Rusia que en los países satélites. Esa influencia será doble: entre los trabajadores y entre los intelectuales, los técnicos, los profesionistas y las iglesias, cualquiera que sea su denominación. Pero, incluso, si los obreros polacos no hubiesen mostrado la vía de la rebelión, en la estructura misma.de la sociedad soviética está inscrita la contradicción. Obreros e intelectuales son el resultado natural del desarrollo industrial y económico: son los hijos de la modernización. Para satisfacer sus demandas habrá que hacer reformas sustanciales: ¿cómo realizarlas sin quebrantar la estructura burocráfica y sin tocar el sistema cerrado de castas y jerarquías del réjimen?

Además de esta contradicción interna, el sistema burocrático ruso se enfrenta a otra que, aunque se manifiesta dentro de sus fronteras, hay quellamar exterior. Como Estados Unidos, la Unión Soviética es un conglomerado de grupos de distintos orígenes. Pero ahí termina la semejanza. La población de Estados Unidos está compuesta por inmigrantes (salvo los pieles rojas y una parte pequeña de la población de origen mexicano) que fueron sometidos a ese sistema de integración y asimilación que se llama melting-pot. El experimento dio resultados: Estados Unidos es un país con rasgos propios y acentuada originalidad. Es verdad que el melting-pol dejó fuera a negros, chicanos y otros; además, no ha disuelto las características nacionales de cada grupo. No obstante, es claro que el proceso de unificación e integración está muy avanzado y es irreversible.

Nacionalidades

En la URSS, la expansión imperial zarista ocupó militarmente muchos territorios y sometió a las poblaciones. Aunque la situación ha cambiado, las naciones no han desaparecido; la URSS es un conjunto de pueblos distintos, cada uno con su lengua, su cultura y su religión. Dentro de ese conglomerado, Rusia propiamente dicha (República Socialista Federativa Soviética Rusa) domina a las demás. As!, dos rasgos caracterizan, desde el punto de vista de las nacionalidades, a la URSS: la heterogeneidad y la dominación. La URSS es un imperio en la acepción clásica de la palabra: un conjunto de naciones dispersas, sin relación entre ellas -cada una con lengua, cultura y tradición propias-, sometidas a un poder central. Las tensiones nacionales dentro del imperio ruse, como es sabido, son frecuentes y permanentes. El nacionalismo de los ucranianos sigue vivo todavia, a pesar de las persecuciones; lo mismo puede decirse de los bálticos, los tártaros y las otras naciones. Las contradicciones nacionales, según la escritora francesa Héléne Carrére d'Encausse (L'Empire Eclaté, 1979), están destinadas a jugar en la URSS un papel aún más determinante que las contradicciones sociales e ideológicas. Es posible que tenga razón: la historia del siglo XX no ha sido la historia de la lucha de clases, sino la de los nacionalismos combatientes. El caso de las naciones soviéticas que profesan la fe mahometana posee una significación particular. Son pueblos que han conservado su identidad nacional y cultural; su crecimiento demográfico ha sido extraordinario y en unos cuantos años serán las dos quintas partes de la población soviética.

Ahora bien, el renacimiento del Islam, religión beligerante, es un hecho que ha marcado a nuestra época; es imposible que se detenga a las puertas de la URSS. El Estado burocrático ruso no ha logrado resolver ni la cuestión nacional ni la cuestión religiosa, dos cuestiones que son una y la misma para la tradición islámica. En un futuro no demasiado lejano, el Gobierno de Moscú tendrá que enfrentarse, dentro de sus fronteras, al triple reto del Islam: el religioso, el nacional y el cultural. El Estado ruso ha evitado hasta ahora el estallido por los dos medios usuales en todas las dictaduras: la represión y la desviación hacia el exterior de los conflictos internos. El terror de la época de Stalin ha sido único en la historia y sólo puede. compararse al de su contemporáneo y rival Hitler. Los grandes exterminadores del pasado Gengis-Kan, Atila, Tamerlán, los monarcas asirios que asolaron el Asia Menor con el terror Assy riacus- son figuras modestas al la do de estos dos azotes del siglo XX.

Es imposible soslayar la influencia que ha tenido el terror en la domesticación del espíritu público ruso. Después de Stalin hubo un período de alivio, la política de reformas de Kruschef. Se quedó a medias y duró poco; Breznev la congeló y el régimen de Rusia -sin los excesos de Stalin- sigue siendo un régimen policiaco y despótico. No es fácil, por otra parte, liberalizarlo sin poner en peligro a la casta dominante y a sus privilegios. En Rusia no existe ese espacio político libre -arena donde las clases y los grupos se afrontan, avanzan, retroceden y pactanque ha hecho posible las conquistas obreras desde hace más de un siglo.

Política de expansión

Desde hace más de diez años, el Gobierno soviético persigue una franca política de expansión. Este movimiento, por una parte, es la consecuencia de los errores y las vacilaciones de la política exterior norteamericana; por la otra, es la válvula de escape a las tensiones y conflictos internos. En los años próximos, ante el carácter indominable de las contradicciones sociales y nacionales, el Gobierno ruso buscará como salida la expansión hacia el exterior. Hasta ahora, la expansión política ha sido acompañada por la ocupación militar o, en los casos de Cuba y Vietnam, ha hecho depender de la ayuda militar rusa la supervivencia de los Gobiernos de esos países. La Unión Soviética ha vuelto a la antigua concepción del imperialismo, que identificaba la dominación con el poder directo sobre los territorios y las poblaciones. La paradoja es que la URSS no tiene necesidad ni de los territorios ni de las riquezas naturales de los otros países (aunque sí de su tecnología, aunque ésta la obtiene fácilmente a través de los créditos y del comercio con Europa, Japón y Estados Unidos). Así, la función primordial de la expansión soviética es trasladar al exterior las contradicciones internas.

Burocracia omnipresente

A estas circunstancias hay que agregar otra recientemente señalada por Cornelio Castoriades en un luminoso ensayo (Devant la guerra) aparecido en el número 8 (mayo de 1980) de la revista Libre. Para Castoriades, la URSS se ha convertido en una estratocracia (Stratos = ejército). La burocracia comunista, con el arma de la ideología, impuso el terror a la sociedad civil; ahora la ideología, como todos sabemos, se ha evaporado, dejando como residuos en la conciencia social y en la práctica el cinismo, la venalidad y la hipocresía. El vacío ideológico ha sido ocupado, dice Castoriades, por las consideraciones de orden militar, y, consecuentemente, el Ejército tiende más y más a sustituir al partido. La sociedad militar es una sociedad -más eficaz y disciplinada- dentro de la sociedad rusa. En el sentido amplio de la palabra -o sea: en el de complejo técnico, científico, económico e industrial-, «el Ejército es el único sector verdaderamente moderno de la sociedad rusa y el único que funciona efectivamente». El Estado militar ruso, como todos los Estados militares del pasado, sólo sabe -sólo puede- hacer bien una cosa: la guerra. La diferencia con el pasado es que los antiguos Estados militares no disponían de armas nucleares.

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