Control de extranjeros
No ha sido la primera vez, aunque podría ser la última si variaran los supuestos de impunidad y tolerancia que han hecho posible tanto el atentado terrorista de la noche del lunes, en la Gran Vía, como anteriores desmanes. La permisividad que impera en lo concerniente a las condiciones de residencia de súbditos extranjeros ha constituido a nuestra sociedad nacional en una suerte de playa donde llegan los restos de todos los naufragios revolucionarios y donde comparecen, libres de mayor acoso o control, embriones de cualquier causa de violencia y de cualquier propósito de desario o de revancha.Menos por lentitud gubernativa que por presión de unas fuerzas parlamentarias dispuestas a cargar sobre las espaldas del Estado el precio de sus utopías, lo cierto es que la benemérita voluntad de asilo se resuelve en prácticas de impunidad. Y lo grave es que de la situación se desprenden graves daños para los propios españoles y se lesiona la imagen del refugiado político, del exilado -sea de cualquier tendencia-, al que en principio se le debe comprensión y ayuda.
Revísese el censo de residentes y transeúntes, sean de la nacionalidad que sean; póngase en la frontera a los muchos que con plena certeza corresponde poner; aplíquense mejores recursos de control y vigilancia; refuércense, en fin, las medidas de orden y se podrá comprobar que este género de terrorismo, aun siendo después posible, encontrará menos probabilidades de realizarse.
31 de diciembre
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