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Manuel Leguineche: "La historia de Macías como cualquier historia africana, es una novela en sí"

Hoy se presenta su libro "La tribu"

«Nosotros no hemos tenido infancias felices, pero hemos tenido Vietnam». Manuel Leguineche cita la que puede considerarse la máxima del reportero nómada, del enviado especial a guerras, desastres y conmociones extranjeras, de vuelta de uno de los últimos, de camino del próximo y cuando acaba de aparecer su libro La tribu, en la Editorial Argos Vergara.

El libro, que presenta esta tarde Juan Luis Cebrián, director de EL PAIS, en el Club Internacional de Prensa, está a caballo entre la novela y el reportaje y es un poco las dos cosas. Trata de la caída de Macías, el que durante once años fuera dictador en la ex colonia española de Guinea, trata también, disfrazada y novelada, la vida de los periodistas destacados en Malabo.Dice Tom Wolfe, el teórico del nuevo periodismo, que detrás de cada periodista en activo hay un novelista más o menos frustrado. «Yo tenía», dice Manuel Leguineche, «dos opciones más o menos claras; cuando llegué a la conclusión de que lo que tenía que contar era, precisamente, la caída de Macías. Pensarme una aventura novelada, más o menos lineal, o hacer directamente un reportaje. Ahora bien, contar la historia de este personaje tenía ya unos elementos mágicos, misteriosos, que hacían entrar, casi por si sólo, a poco que se vieran y se utilizaran, todo el relato en un mundo novelesco... Son las cosas africanas, el Africa portentosa, el continente que todo lo devora. Macías fue durante meses una sombra que vivía una metamorfosis permanente: aparecía en un tigre, en un pájaro, era una fuerza que permanecía como una amenaza, y así la sentían los guineanos. Imagínate esto contado por Borges: es la pura magia, la magia viva».

«Por otra parte», sigue Manuel Leguineche, «el hilo conductor era, y lo tenía muy claro desde el principio, el mundo de los periodistas, esa vida cotidiana de filias y fobias, de mezquindades y generosidades y desconciertos entre gentes tan distintas. De hecho, intento dar en cápsulas, cuyo pretexto es cualquier problema internacional, su visión del mundo». Este es, por ejemplo, uno de los lados novela de La tribu, aunque no el único.

«Hacer una novela», dice Manuel Leguineche, «es demasiado dificil. Además, yo le tengo demasiado apego a las fórmulas del reportaje. Por pura deformación profesional, en el momento en que quiero dramatizar o dar contenidos más profundos, me encuentro dentro del reportaje... Bueno, el resultado es algo un poco híbrido no sé si es un defecto o una virtud»

La génesis de este libro, a la que antes se refería su autor, tiene que ver con la historia mundial en 1979 y también con la historia personal de Leguineche. «Es verdad que la idea de la novela nos ronda la cabeza siempre. A mí se me presentó con una insistencia especial en Teherán, cuando estábamos haciendo la caída del sha y la revolución de Jomeini. Estás en el hotel, durante el tiempo del toque de queda, que es de seis de la tarde a seis de la mañana, y allí están todos los enviados especiales, con todos sus problemas. Yo les llamo el club de las tres D: dipsómanos, depresivos y divorciados».

«Me parecía que la revolución iraní era un desafío, un tema que necesitaba ser explicado y que estaría bien darle una envoltura de novela, una novela de revolución y periodistas. Pero entonces se me cruzó lo de Nicaragua, el final de Somoza, el romanticismo de América. Así que escribiría el contraste entre ambas revoluciones, con un periodista como hilo conductor... El día que volví de Nicaragua me enteré de que acababa de caer Macías y me fui a Guinea. Bueno, ya tenía los tres continentes y, tres caídas de dictadores en un año que había sido pródigo en finalizar dictaduras. Total, que empecé por el final, por Guinea, y de repente me encontré con 150 folios, y estaba a mitad de la historia... Una historia como al principio: el final de una tiranía, la vida de los reporteros».

«En España», dice Manuel Leguineche, «ha habido ejemplos recientes de este género a caballo entre el reportaje y la novela. Por ejemplo, los de Fernando González, Manuel Longares, Rosa Montero, Jorge Martínez Reverte... Es como si hubiera una necesidad de liberarnos de cuerpos fijos, de los corsés del género reportaje, de sus limitaciones».

También hay un juego de fuerzas que enfrenta la creación de ficción y la narración de hechos vivos. Y en el caso de España hay además dificultades añadidas. La propia pobreza de los medios.

«Cualquier periódico americano», dice, «los mejores franceses y muchos ingleses y alemanes pueden permitirse separar de la redacción a alguno de los periodistas y retirarles a escribir un proyecto. Bueno, ellos saben que va a repercutir en la calidad del periódico... Esto es impensable en España en este momento, cuando todavía está por discutir lo que es moneda corriente en otros países: el año sabático, o el semestre sabático... El periodista español que quiere escribir una novela o un reportaje novelado, un libro, tiene que sacarlo de otro sitio: de su tiempo libre, de su vida privada. Es algo distinto».

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