Supeman II
La otra noche, en Pachá nos pasaron un anticipo de Superman II, con un preludio de rayos láser para marear un poco al personal y que no advirtiese la ausencia del anunciado Terence Stamp, de quien mi querido Moix tomó el nombre (en un periódico de Barcelona lleva una columna titulada «Las florecillas de Terenci»). Pero alguien nos recordó eso de que el láser es cancerígeno y el gentío se bandeaba de un rincón a otro de la sala, huyendo de la feria atómica y el rayo de la muerte. Algo así como «Los fusilamientos de la Moncloa», pero con Richard Lester haciendo de Goya. Un demasiado. Jorge Fiestas me lo dijo en seguida:-Es que es aquí en Madrid el estreno mundial de Superman II.
Y José Sacristán, más politizado en la información:
-España es hoy el primer mercado europeo del cine americano.
Por eso los yanquis nos conceden estos honores de la radiografia letal con rayos láser. A Carter I le ha sucedido Superman II, o sea, Reagan. Lo que Pemán llamaba «el tirón dinástico de las democracias». En España hacemos un consumo un poco tercermundista de mal cine americano. ¿Cómo es que Lester el hombre que produjo Petulia, ha caído en supermanes? Está claro que para comunicar sentimientos íntimos, grandes relatos del pequeño corazón humano, se ha quedado la tele, que tiene casi el tamaño de un libro grande, puesta en la mesita/formica como el libro de coro en su facistol. El cine, para sacar a la gente de casa, tiene que recurrir a las catástrofes, los sensurrounds, los tifones, los tiburones y otros ecologismos. Es el género calamidad. Esto requiere las grandes dimensiones de la gran pantalla y, sobre todo, infantiliza el mensaje, suprime ideologías, crea multitudes niñoides. La Scarlatta O,Hara, de Lo que el viento se llevó, en contraste con Superman, es tan compleja literariamente como Oriana Guermantes. Vamos hacia la simplicidad psicológica de la botella de cocacola. (Incluso ahora la venden en bote, que el diseño de la botella era sinuoso e inquietante) Abrazo a Hafida, ex embajadora de Argelia, una de las mujeres más listas que han cruzado por la jet madrileña. Y a María Asquerino, la grandiosa:
-Siempre nos encontramos en Pachá, Umbral. Tendrian que ponemos aquí unas camas.
Viene a saludarme una adolescente de ojos mágicos y lírica estatura. Pienso que hasta de noche funciona mi rayo láser con las adolescentes. Pero es Natacha, la hija de María Cuadra, que me da recuerdos de mamá. Tiempos, tiempos. Alguien desaloja de su diván a Antonio Gala y Massiel, porque el sitio está reservado para el equipo de la película: Lester, la mala de la peli, una criptonita un poco nazi, y un particular. Lo cual que estos criptonitas que invaden Manhattan en el flin, tienen una clara connotación subliminal de neonazis, lo que favorece el contraste con el bueno, o sea, Superman/USA, Superman/OTAN, Superman/ Democracia, Superman/ Ostras/Pedrin. Mensaje político a nivel niñoide para mejor asimilación por parte de los millones de espectadores, y descenso sistemático del nivel mental de las democracias fuertes o débiles, que ahora vuelven a disfrutar/padecer la protección de Reagan en dólares, que Carter les había retirado. Pero el protagonista de la noche no es Lester, ni el criptonita/criptonazi, ni siquiera Terence Stamp. El protagonista es un robot/cocacola que se pasea por la pista de baile y emite luces y mensajes. Una especie de Superman mongoloide y cocacolizado. Algo así como la criatura que Superman hubiera podido tener con una botella de cocacola. De modo que, ahora que Rosón ha cerrado Carolina, me abro con Luis Gómez para Marquee, a ver a Los Sírex, que son de mis tiempos y vuelven. Después de Superman II, hasta Los Sírex son humanismo y suenan a caramillo de pastor griego.
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