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Españoles y austriacos analizan la obra del escritor Robert Musil en el centenario de su nacimiento

Con una doble mesa redonda, en la que participaron intelectuales españoles y austriacos, se celebró el jueves y viernes el centenario del nacimiento del escritor austriaco Robert Musil (1880-1942), una de las figuras descollantes de la sociedad literaria vienesa de entreguerras y el autor de una de las novelas más características y progresivas de nuestro tiempo, El hombre sin atributos.

Con la coordinación del crítico Rafael Conte, participaron en la primera mesa redonda el alcalde de Madrid, Enrique Tierno Galván, y los escritores Juan Benet y Gonzalo Torrente Ballester, mientras que la segunda corrió a cargo de un grupo de profesores austriacos especialistas en la obra de Musil, la mayor parte de los cuales habían consumido un primer turno de intervenciones en la mesa del jueves 20. Se sentaron en esta segunda mesa Walter Weiss, Elisabeth Castex, Alfred Focke y Adolf Frisé, junto al catedrático español F. Pérez Varas. Estos actos, que se completaron con la proyección de la película El joven Torless, sobre una novela juvenil de Musil, estaban organizados por la Embajada austriaca en Madrid, en colaboración con la editorial de la obra de Musil en España, Seix-Barral.En general se podía constatar que la visión de los profesores austriacos era más optimista respecto al sentimiento del mundo reflejado por Musil que la de sus colegas españoles, y que si en éstos no había la fuerza de los datos que la investigación especializada daba a los otros, también había la ligereza y la distancia de los que se acercan a los libros como simples lectores. Si los doctores austriacos vieron con insistencia la utopía que Musil deja sentir en sus novelas -y, sobre todo, en El hombre sin atributos-, los escritores españoles se dejaban seducir más por el pesimismo radical, la falta de salidas existenciales y el doloroso carácter de inconcluso del libro.

«Sólo hay una alternativa en este mundo innoble: aullar con los lo bos o perder la razón», dijo Rafael Conte, citando al propio Musil, en su presentación. «Por no haber hecho ni lo uno ni lo otro en este mundo de fragor y estrépito, el escritor, aferrándose a la razón como última esperanza, tuvo que asumir el fracaso definitivo, el del exilio, el silencio, la muerte y el olvido».

Un destructor racional

Robert Musil, resume Rafael Conte, «era un pesimista frío, un destructor racional. Su ironía desesperada le alejaba de cualquier apocalipsis barato. En el fondo se negaba a la desesperación; escribía a pesar de todo, se aferraba a la razón tantas veces traicionada, pero que a sus ojos constituía el único camino de salvación». Como testimonio final de esta postura, terminaba Rafael Conte, «no he leído ningún texto más trágico, desesperado y lúcido, pero terriblemente esperanzado, como el siguiente: "Nuestra opinión sobre lo que nos rodea, e incluso sobre nosotros mismos, cambia cada día. Vivimos en un período de transición que posiblemente durará hasta el fin del planeta, si no afrontamos mejor que hasta ahora nuestros más profundos cometidos. Sin embargo, cuando nos toque andar en la oscuridad, no nos pongamos como niños a cantar de miedo. La ficción de saber cómo debemos comportarnos aquí abajo es, efectivamente, una canción para distraer el miedo. Por lo demás, estoy convencido de que andamos al galope. Estamos aún lejos de nuestra meta.

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