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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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La información

Francisco Fernández Ordóñez está haciendo y dici,endo taiitas cosas a la vez que unas se comen a las otras. Así, en su disputa teleoIógica con don Marcelo sobre el m,atrimonio.Pero voy viendo que esto es tema que puede dar para otra colu.mna, de modo que a lo que íbamos, o sea una cosa que ha dicho Pacordóñez de pasada y me parece -a mí que ha quedado como inadvertida:

-La mejor ley de Información es la que no existe.

De momento, la frase recuerda aquella otra famosa, paraleIa (y contraria) de John Wayne:

-El mejor indio es un indio muerto.

Paralelismos, sí que hay entre ambas sentencias inmortales, ya que, en efecto, los polílticos, los famosos, los que son noticia, han pensado durante mucho tiempo, en España, que el mejor periodista es un periodista muerto. Nuestra sociedad le tiene el mismo miedo al periodismo, la información y la transparencia que los zombies a la cámara fotográfica. Maneras de matar a un periodista (aparte el matarlo directamente, procedimiento que se practica mucho durante nuestra guerra civil, en ambos bandos, que así cayeron Manuel Bueno, Hoyos y Vinent y tantos). Maneras de matar a un periodista, decíamos: darle un carné de periodista. Celéricamente se le inviste de funcionario y quiere llegar a secretario de Suárez para la información de la cosa, como la señorita esa tan mona que ha llegado ahora, Rosa Posada.

La mejor ley de Información, sí, como hadicho el ministro/ marcha, es la que no existe, porque la información es a la sociedad lo que la contaminación a Madrid: algo imprescindible para que Madrid respire. Y si no, ahí está un reciente y luminoso libro de nuestro señorito, Juan Luis Cebrián, que lo explica mejor que yo. Un Estado que legisla sobre la información es que se propone no informar, informar él o que no se informe. El Consejo Regional de Murcia (que no sé lo que es) me invita a una semana sobre medios de comunicación, en la que veo como sobresalientes o espás al citado Cebrián, a Ansón, a Ricardo Cid, a Pernau, a Miguel Angel Aguilar y toda la basca. No sé qué razones profesionales o sentimentales pueden llevarme a Murcia, pero sí puedo hablarles a ustedes de la ponencia que se me asigna: «Periodísmo cultural en los medios de información general». Cuando este periodismo cultural lo hacen quienes tienen, más que una idea de la profesión, un mero carné, suelen preguntarle a Polanski cuánto cobra por película y otras paridas así, como he visto en reciente conferencia de Prensa, en Madrid, con el famoso realizador.

Los periódicos conscientes llaman a especialistas en el caso o tema para que informen o glosen, y más que el número del carné, que no suelen tener, lo que les piden es el número de teléfono para seguir llamandoles siempre que sea menester. Yo dije aquí que en la Escuela de Periodismo no se daba a Sartre, y Enrique de Aguinaga, periodista veterano, profesor y muchas cosas, me ha contestado que Sartre figura en la asignatura correspondiente. El que figure en la asignatura correspondiente no quiere decir que se dé. (Ni siquiera se daba Quevedo en el bachillerato, aunque, naturalmente, figuraba). Por otra parte, era un despropósito pequeño dentro del gran despropósito general que Sartre se diese en periodismo cuando sus libros estaban prohibidos y teníamos que leerlos en París o en latinoché (Losada).

Una ley de Información siempre deja suponer que los periódicos son un poco minusválidos. O que los directores tiran a mongólicos. El mejor negocio, en periodismo, es vender libertad. Y la libertad tiene ya sus leyes naturales y escritas. Ansón, un suponer, no lo cree así. Pacordóñez, el ministro/ divorcio, quiere que información y propaganda, Prensa y Estado, se divorcien para siempre. Con un par.

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