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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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La USP y el ministro del Interior

Hace unos días, con motivo de la celebración del último Pleno del Congreso de los Diputados, el ministro del Interior tuvo la «gentileza» de hacer una referencia a nuestro sindicato, Unión Sindical de Policías (USP), y en la que nos hacía aparecer como un grupo nacido de la manipulación de los partidos políticos y creado para la manipulación de la policía.La USP es un sindicato constituido para la defensa y promoción de los intereses de los profesionales de la policía, con absoluta independencia de cualesquiera otras organizaciones sindicales o agrupaciones equivalentes. Y su constitución no estuvo ajena de presiones y negativas por parte de la Administración, dándose la curiosa coincidencia de que ésta suele poner las trabas más complejas cuando se trata de dar un paso adelante en la democratización de cualquier sector, especialmente del policial, tan necesitado, por contra, de ello.

Y es que la USP predica, y es su razón de ser, el hecho de considerar al profesional de la policía como un participante más de la vida social y económica del país, de cuyos resultados debe beneficiarse como le corresponde a cualquier otro ciudadano. Además, y citamos textualmente un párrafo de nuestra declaración de principios, «el trabajo que realiza el funcionario ha de ser independiente de cualquier ideología política y, por estar exclusivamente al servicio de la sociedad, su labor debe establecerse con ese único fin en defensa del orden legal establecido».

Es evidente que esta declaración, y todo lo que la misma entraña, tiene que sentar muy mal y preocupar a todos aquellos para los cuales pueda suponer la desmembración de una institución ya clásica para la defensa de unos intereses muy particulares. Tampoco nos sorprende por ello que representemos para el ministro un colectivo muy molesto y que ya haya afirmado que si para hacernos «borrar del mapa» es necesario cambiar la legislación al respecto, lo hará.

Pensábamos nosotros que esta situación había desaparecido, cuando menos, desde la aprobación popular de la Constitución; pero hechos tan repetidos nos hacen temer lo contrario, o que, al menos algunos personajes de la vida pública, que continúan en su privilegiada posición, siguen sin darse cuenta de que hemos traspasado la barrera del año 1975, y menos aún sin haber tomado ellos conciencia de que entre los principios que informan una situación democrática se encuentran la tolerancia y el diálogo, y que posturas intransigentes y autoritarias son más propias de épocas anteriores, aun cuando puedan ser añoradas por ciertas personas.

Eficacia y diálogo

Y son estos principios de tolerancia y diálogo, que no están reñidos con la eficacia, sino que la potencian, los que la USP considera imprescindibles introducir en las relaciones entre todos los estamentos policiales: Administración, jefes y funcionarios. Por ello existe una fuerte y típica contradicción entre el deseo del Ministerio del Interior -que para nosotros no es simple deseo, sino principio fundamental de nuestra existencia y actuación- de un mayor acercamiento entre el policía y el ciudadano y las relaciones de naturaleza cuasimilitar que imperan dentro del colectivo policial y que. el ministro no hace nada por cambiar. He aquí una más de las contradicciones del Ministerio del Interior.

Hemos dicho que el trabajo del funcionario debe ser independiente de cualquier ideología política; pero ello no quiere decir que el funcionario deba ser apolítico, sino que apolítico debe serio su trabajo, tal y como establece la Constitución en su artículo 103, número 3. Sin embargo, no conseguimos ver por el momento los medios y medidas necesarios para alcanzar esa imparcialidad. Pero esa independencia política tampoco quiere decir que, en cumplimiento de nuestra aspiración de servicio a la sociedad, no solicitemos el auxilio de todas o parte de las fuerzas políticas cuando consideramos que ese debido servicio a la comunidad se halla en peligro o deterioro. Y decimos que solicitamos el auxilio de parte de las fuerzas políticas porque lo hemos hecho de todas, recibiendo de alguna de ellas el portazo.

La Administración no ha sido menos, y de ella y de sus dirigentes no hemos recibido más que la negativa a existir, la persecución y difamación de nuestros afiliados y dirigentes sindicales y, entre otras muchas cosas, que llevemos varios meses esperando la llamada del ministro para ser recibidos, tal como hemos solicitado. En fin, señor ministro, si hay politización de la policía es usted quien la fomenta al no poder asumir nuestros planteamientos profesionales, recurriendo a la vulgar respuesta de que se trata de reivindicaciones con carácter político.

Pretendida eficacia policial

Mientras tanto, el Ministerio del Interior sigue queriendo convencernos de la eficacia y estructura democráticas de la policía actual. Es cierto que una posible manipulación de ciertos datos, cuya realidad sólo la conocen quienes los elaboran, puede hacer creer que ello es así, pero nosotros, que vivimos día a día en inedio de esta estructura, sabemos que la realidad es otra muy distinta; y tenemos que decirlo porque en ello nos va la defensa de nuestros intereses profesionales, que no son otros que la defensa y el servicio al pueblo, del que procedemos y del que nos consideramos parte inseparable, y al único al que aspiramos a servir con eficacia democrática.

Y así hemos de decir que esa pretendida eficacia policial es para el ministerio una vanable que está más en consonancia con el número de detenidos que en relación con una política de prevención del delito y sus consecuencias. Por ello es lamentable considerar que la eficacia policial aumenta o disminuye con un mayor o menor porcentaje de detenidos, que en parte recurren al delito determinadcs por las condiciones económicas, sociales y culturales en que se desenvuelve su vida, como muestran los más elementales estudios criminológicos. En definitiva, para erradicar parte de la delincuencia lo que se impone es una política de prevención general que atienda y humanice el medio en que se desarrolla la vida de la persona,

Pero la eficacia policial va mucho más lejos para el ministro; y así considera que ésta es elevada en la lucha contra el terrorismo, considerando él que la solución a este problema pasa única y exclusivamente por la actuación policial. También aquí tenemos que discrepar con el ministro. Y debemos decir al respecto que en nuestro primer congreso celebrado en febrero último, hemos abordado este complejísimo fenómeno, y hemos concluido que el «terrorismo es aquel resultado violento que tiene sus orígenes en grupas sociales reprimidos o a los que se les niega toda posibilidad de participación en la vida política, social, cultural o económica, o en grupos que vo untariamente se automarginan».

Y afirmábamos entonces, y lo seguimos manteniendo, que son las soluciones políticas las que se imponen, debiendo aparecer nosotros únicamente como auxiliadores y ayudantes de esas medidas según la línea estrictamente marcada por los representantes del pueblo en su conjunto. Pero si esa voluntad política no da muestras concretas para la solución del problema, evidentemente podrá aumentar la eficacia numérica de la policía en cuanto a detenciones se refiere, pero el problema seguirá ahí y si hoy se consigue dejarle sin voz, mañana puede gritar con mucha más fuerza, siendo los únicos responsables los que ahora se niegan mínimamente a establecer una vía política para su solución.

¿Y qué decir de las estructuras y mandos de la policía? Dice el ministro que se está seleccionando a los profesionales que se destinan al País Vasco; nos imaginamos -y aún lo dudamos- que se tratará de los mandos, no del funcionario de «a pie», salvo que el ministro considere que tal selección se opera destinando forzosamente a Euskadi a los profesionales de la policía tras superar un mínimo curso en la escuela de cuatro a nueve meses y tan sólo quince días después de haber jurado el cargo. El criterio selectivo sigue siendo claro desde hace mucho tiempo: al ministerio le sigue importando poco la situación de la población vasca y del funcionario que, impotente, la contempla y la sufre.

Todavía nos puede argumentar el ministro que para cubrir esta «deficiencia» se envían agregados con la suficiente experiencia en el tema; pero también podemos decir nosotros que esas agregadurías son más una compensación económica a una determinada Brigada Central de Información por los servicios prestados, que llega al «norte», como entre nosotros se dice, ve la situación, si le da tiempo, y a los tres meses regresa con alguna que otra felicitación y noventa días de dietas, pero sin ninguna contraprestación para el servicio.

La "reestructuración"

Pero, señores, ¿qué podemos esperar de unos mandos que han sido una fiel columna de apoyo del anterior régimen, y que ahora, aunque disfrazados, siguen conseryando la misma óptica acerca de la seguridad ciudadana? Mandos que estos días están preparando una «reestructuración» policial en orden a formar un estrecho equipo de viejos amigos en tomo al comisario general de Información, Manuel Ballesteros, para mejor control de la situación. Mandos que estos días anuncian la creación de grupos especiales para la investigación del terrorismo de extrema derecha, lo cual quiere decir que hasta ahora no era de interés para los responsables policiales.

Aún así se nos presentan múltiples interrogantes: ¿habrán sido creados de verdad?, ¿ocuparán de verdad algún lugar del organigrama policial?, ¿actuarán de verdad?, ¿quiénes son sus jefes, de quién dependerán ... ? Mientras tanto, el ministro exige comprensión para un reglamento policial elaborado durante el franquismo y vigente (¡), del que se sirven ahora para reprimir los derechos mínimos de cualquier funcionario que se salga de la «eficacia» ministerial, y especialmente para la represión de las actividades llevadas a cabo por nuestro sindicato, la Unión Sindical de Policías.

En fin, señor ministro, no somos nosotros sastres para retocar el traje a quienes les quede demasiado ancho y grande. Los afiliados y simpatizantes de nuestro sindicato somos profesionales de la policía que nos hemos comprometido a defender nuestros intereses, que no son otros que los del pueblo que nos parió y que nos respalda día a día. Y lo que el pueblo ha parido le va a ser a usted muy difícil hacer desaparecer. Tal vez nunca le había salido al ministerio nada tan «rana» como la USP. Nosotros nos alegramos de serio en servicio al pueblo.

José Antonio Rodríguez es secretario de formación de la comisión ejecutiva provincial de Madrid de la USP

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