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Tribuna
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Oriente Próximo y Oriente Medio, dos conflictos entrelazados

Ha llegado el momento de resucitar la antigua y casi olvidada distinción entre Oriente Próximo y Oriente Medio. Oriente Próximo debería volver a utilizarse para referirse a Palestina y áreas adyacentes próximas al Mediterráneo, mientras que Oriente Medio estarla referido a toda la región, hasta las fronteras de Pakistán y el océano Indico; lo que los norteamericanos llarpan, de una manera un tanto confusa, el «suroeste asiático».Las cuatro guerras habidas en un plazo de veinticinco años nos han dado la impresión de que «Oriente Medio» era exclusivamente el conflicto árabe-israelí. Pero ahora podemos ver que en el «arco de inestabilidad» de Oriente Medio hay muchas otras crisis y conflictos, y el uso de un solo término causa confusión y malentendidos. No es pues ,una simple cuestión de semántica, sino principalmente de claridad política.

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Los puntos de interferencia entre «Oriente Próximo» y «Oriente Medio» son muchos y fuertes. Pero tanto en Animan y El Cairo como en Jerusalén existe una gran confianza en poder aislar todavía a «Oriente Próximo» de la multitud de crisis que rodean las zonas petrolíferas, amenazando la existencia de los arcaicos regímenes de la península Arábiga, y de los muchos conflictos que se avecinan, de carácter religioso o nacionalista, como el actual entre Irak e Irán.

Hablando con los dirigentes jordanos y egipcios se percibe su esperanza, por paradójico y sorprendente que parezca, de poder, todavía transformar Oriente Próximo en un área de paz y estabilidad. Argumentan que, a fin de cuentas, sólo queda por resolver un problema, un solo obstáculo que superar: la cuestión palestina.

Puede que sea una forma algo simplificada de considerar la situación, pero desde los acuerdos de Camp David tiene más visos que nunca de convertirse en realidad. Una vez solucionada la cuestión palestina, poco podría impedir a este área, con fuertes lazos históricos, culturales y económicos con Europa, convertirse en una comunidad de Estados pacíficos, dispuestos, tras los muchos conflictos, a cplaborar entre sí para mejorar la situación de sus pueblos; cuesta resistirse a hacer la comparación con Europa tras la segunda guerra mundial.

El problema palestino

Pero no queda mucho tiempo para realizar el sueño. Los dirigentes jordanos y egipcios, hombres moderados y con mucha experiencia, que demuestran un gran realismo y paciencia en la valoración de las actitudes correctas y equivocadas de los dos lados, comparten la opinión de la oposición laborista israelí de que la esperanza de Menájem. Beguin de «ocultar el problema palestino bajo la alfombra» carece del más absoluto realismo y es espantosamente peligrosa.

Los palestinos son demasiado numerosos y tienen demasiados amigos ricos y poderosos para olvidarles tan fácilmente. Las recientes convulsiones demuestran la vitalidad y ambiciones del mundo árabe e islámico. Ambas partes consideran la paz entre Egipto e Israel como fuerte y sincera; pero ¿cómo podría salir ilesa de las tensiones de un conflicto permanente entre Israel, los palestinos y los árabes? En estas circunstancias, sería igualmente difícil imaginarse la supervivencia de los actuales regímenes tradicionales moderados del mundo árabe, ¿o es que no ocuparían sus puestos los extremistas de la derecha o de la izquierda?

La estrategia de Beguin de una «progresiva anexión» de los territorios ocupados no sólo conduce a una política de represión que resulta moralmente intolerable a muchos israelíes, sino que además prolonga un antiguo conflicto y puede provocar más guerras en una zona en la que están empezando a hacer su aparición las armas y misiles atómicos.

Pero si el actual primer ministro israelí está poniendo en peligro el futuro de Israel con su ambicioso juego, los dirigentes palestinos, con su continua negativa a reconocer la existencia del Estado de Israel, ponen también todo en peligro, incluyendo la consecución de su innegable derecho a un Estado propio. La «inevitabilidad histórica» no existe; muchos otros pueblos no han tenido jamás un Esiado propio.

Alternativa a la destrucción

La única alternativa a estos peligros reside en reconciliar, en lograr un punto medio entre dos derechos opuestos. Hay que desechar categóricamente una actitud fatalista ante tal situación, como si fuera inexorablemente trágica. No lo es, y son muchas las personas de ambos lados que comprenden que la alternativa a la destrucción reside en una serie de concesiones recíprocas.

Un Gobierno laborista en Israel, probable para el próximo año, podría reabrir el camino hacia una paz duradera, reafirmando el principio de partición y de «retirada de los territorios ocupados» (quedaría por negociar él significado exacto de tal expresión).

Podría entonces abrirse una nueva «ventana de negociaciones», sin tener que abandonar los acuerdos de Camp David: no se trataría de buscar una estrategia excluyente, sino, como me dijeron en Amnían, de una actitud de colaboración para conseguir la paz. Su objetivo sería la creación de una zona de estabilidad en Oriente Próximo que podría contribuir a aminorar las tensiones en la más amplia zona de Oriente Medio. O se consigue o las peligrosas influencias mutuas entre las dos zonas podrían conducir al desastre.

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