_
_
_
_
Tribuna:TRIBUNALES
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La "astilla"

Uno de los comentarios favoritos entre las gentes de este país, durante años y años, era el de la corrupción existente a todos los niveles. Nada tenía de extraño si se tiene en cuenta que no hay dictadura que se mantenga sino a través de la corrupción. El problema está en saber si los ciudadanos están ya contentos porque piensan que es ese un tema del pasado o si, por el contrario, siguen preocupados por él al estimar que la democracia no ha conseguido erradicar tan reprobable práctica.Ejemplos ha habido en el pasado y, lo que es peor, parece que los hay en el presente y que, como es lógico, producen la natural alarma en los contribuyentes. Un día se despertó el pueblo -palabra que a muchos molesta, no se sabe bien por qué- atónito por las corrupciones que se derivaron del caso Matesa. Otro día le sentó mal el desayuno al enterarse de que había unos procesados de quienes se supone que se lucraron en una operación de compraventa de aviones (escándalo de la Lockheed), pendiente todavía el asunto de juicio oral y de que se aclaren por tanto las posibles responsabilidades. Sin duda alguna, los mejores medios materiales con los que la justicia de otros países cuenta es lo que motivó que, cuando en ellos surgió el mismo escándalo, con una rapidez asombrosa cayeron ministros japoneses, tembló la democracia cristiana italiana (con repercusión fuerte en el Gobierno) y se tambaleó la monarquía holandesa. Ya en la democracia vemos -y ese es el camino- cómo el Ayuntamiento madrileño persigue a unos funcionarios municipales por corrupción, buscando sin duda la transparencia que el ciudadano de a pie exige. Para animar a los aburridos telespectadores, el Tribunal Supremo y el Juzgado de Navalcarnero abren un sumario por supuestas irregularidades en RTVE. Y la Prensa sigue denunciando corrupciones aquí y allá, aunque no con excesivo éxito en la posterior persecución.

Pero hay otro tema que, por afectar a lo más hondo de la justicia, preocupa sobremanera a los profesionales del derecho, a los justiciables, al pueblo. No es otro que el de las astillas, es decir, las cantidades de dinero que perciben ciertos funcionarios fuera del sueldo que por ley les corresponde, tema por el que ya mostraba hace meses preocupación el anterior ministro de Justicia.

Es necesario afirmar, en primer término, que la honestidad de la inmensa mayoría de los funcionarios auxiliares al servicio de la Administración de Justicia está fuera de duda y hay que romper una lanza por ellos, máxime si se tiene en cuenta el sueldo miserable que perciben. La actuación de unos cuantos no puede manchar a todo un cuerpo. Pero hay que decir las cosas con claridad. Hay funcionarios auxiliares a los que la subida última de sueldos les ha supuesto... ganar 3.000 pesetas menos que antes. Toda una tentación a su honestidad y si en ningún caso hay que justificar la astilla, no se negará que ello no contribuye precisamente a resolver el problema. Han de tomarse, pues, las medidas necesarias por la Administración y con carácter urgente. También ha de extremarse la vigilancia por parte de jueces y fiscales que, todo hay que decirlo, admiten la práctica del astillaje como una práctica común y como si fuera algo normal y sin posibilidad de remedio. Cada palo que aguante su vela y, precisamente por eso, sin la importante colaboración de abogados y procuradores, no ajenos muchos de ellos al tema, poco o nada habrá que hacer. Los colegios profesionales tienen que abordar el problema con valentía.

Así pues, estos funcionarios que resisten a la tentación -repetimos, la mayoría- merecen público reconocimiento, pero quienes practican la astilla no merecen más que el palo.

Se dirá que no siempre el ejemplo que han visto en sus superiores ha sido precisamente el deseable. En efecto. Hace unos anos, quienes desempeñaban cargos en un famoso tribunal especial percibían cantidades que procedían del Ministerio del Interior y, aunque figuraban en nómina no era ello muy edificante. Y no eran pocos los funcionarios judiciales que eran asesores de distintos ministerios, asesorías un tanto extrañas, si se tiene en cuenta que existe un cuerpo de ilustres juristas, cual es el de los Abogados del Estado, que perfectamente podían asesorar a quienes desde la Administración necesitaban de sus consejos. No era clara tampoco la interpretación que se hacía de las incompatibilidades. Y todavía en el año 1980, los funcionarios judiciales de Peligrosidad y Rehabilitación Social de Madrid, han percibido una ayudita económica de la Dirección de la Seguridad del Estado (antes, de Seguridad a secas).

Pero corren hoy otros tiempos y no parece lógico pensar que vaya a legitimarse en una democracia lo que es propio de una dictadura. Los magistrados y fiscales, así es de esperar, sólo percibirán en el futuro el sueldo que por ley se fije en el Parlamento, sin ayudas bajo cuerda procedentes de los fondos de reptiles, cuyo solo nombre pone a uno -que no es supersticioso- nervioso. La Magistratura espera una remuneración digna que compense su dedicación exclusiva y que será la que las Cortes Generales señalen, evitando tentaciones.

Superado esto, que ha de atribuirse al pasado, la Magistratura y sus colaboradores han de acabar con firmeza con las astillas, persiguiendo a corruptores y corrompidos. Eliminada la corrupción dentro de la casa, se acometerá con una mayor serenidad de ánimo la persecución de la corrupción a todos los niveles. Respetemos a Cástor y Pólux (Astillejos), que son estrellas principales de la constelación de Géminis, y rechacemos sin piedad el astillazo para conseguir la finalidad indicada. Este será el primer paso y el gran ejemplo que la Magistratura dará al pueblo, que, al fin, encontrará la luz en su hasta ahora tenebroso recorrido. En una ocasión dijo Julián Besteiro: «La hora de la verdad ha sonado ya... El país está harto de caminar entre tinieblas». La frase tiene hoy plena validez.

Juan José Martínez Zato es abogado fiscal de la Audiencia Territorial de Madrid.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_