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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un espectáculo bello

Els Joglars son unos extraordinarios actores que dominan la gama de su profesión: especialmente, la ex presión corporal. Laetius, la obra que representan en Madrid, está concebida para ese trabajo, por ellos y para ellos. La califican de «espectáculo-réportaje sobre un residuo de vida posnuclear»; con esa calificación y con una divertida encuesta medio fingida, que realizan entre el público antes de cornenzar, reducen el alcance de su propósito: un juego, una diversión sobre un supuesto considerablemente macabro. Y muy frecuentado en, los últimos tiempos: la destrucción de la humanidad por la explosión nuclear y la aparición de una nueva forma de vida, no tan alejada de la nuestra como para que no se perciba la caricatura, y la inevitable conducción de todo ello hacia la repetición de lo mismo.Todo ello está penetrado de una ironía, a veces fina y a veces más gruesa y fácil, y de un distanciamiento de la sociedad actual, específicamente de la española y, más aún, de la catalana. La palabra está confiada a unos narradores -en castellano- y, el peso del espectáculo a una mímica muy aproximada al ballet; prácticamente sena un ballet moderno, de no mediar la facilidad del relato para situar al público y acentuar la ironía.

Laetius,

por Els Joglars. Intérpretes: Atina Bardieri, Carme Periano, Pitus Fernández, Doménee Reixach, Antoni Vicent Valero. Escenografía y dirección de AIbert Boadella.Estreno: Teatro Bellas Artes, del Centro Dramático Nacional 23-9-1980.

La capacidad de expresión corporal de estos actores es impresionante, como sus relaciones entre sí y la concepción global del espectáculo. Se piensa, una vez más, en las ventajas de la homogeneidad, del equipo constante, del trabajo continuado. El invento de los movimientos propios de esta nueva-vieja raza, su colocación en el escenario, la belleza de éste, la colocación de las luces, la austeridad expresiva del vestuario forman un espectáculo bello y fascinante. Aunque el fondo sea escaso, y hasta tópico.

Los cinco actores que hay en escena se multiplican: parecen muchos más, y todos perfectos. Albert Boadella está considerado como uno de los mejores creadores del teatro actual: Laetius lo refrenda. Incluso parece, por las últimas cos,as vistas a Els Joglars, que mejoran -él y su compañía- con el tiempo. Gustaría, sin embargo, que estos viejos luchadores por la libertad de expresión, incluso convertidos en símbolo de esa lucha, llegaran más allá en lo que tienen que decirle a la sociedad en la que viven. Pero tampoco se les puede hacer presos de una situación y obligarles perpetuamente a llegar al límite de lo permisible. No se trata de eso ni de estimularles a una audacia jactanciosa, sino de dejar constancia, una vez más, de que el espectáculo es sólo una parte del teatro: está al servicio de algo más, que no tiene necesariamente que ser político, en el sentido más directo del término.

Laetius está lleno de hallazgos de estilo, de invención: desde el escenario (una plataforma oval en rampa, muy bien iluminada según, las ocasiones) hasta las pequeñas pantomimas. Con ligereza, con suavidad, con nueva teatralidad. Todo ello impresionó al público del estreno (el teatro ofrecía las mellas características de los invitados oficiales a que está obligado el centro dramático, pero que no acuden al teatro porque no les gusta, aunque sea su puesto político; ni siquiera se molestan en devolver las entradas) que emitió algunos bravos durante la representación y que fue justamente generoso con los creadores de este espectáculo.

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