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28º FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE SAN SEBASTIAN

La fama de unos desconocidos y la infamia de la corte de Moldavia

Ángel S. Harguindey

La programación de los festivales conlleva, en ocasiones, bromas pesadas, como la que gastó el Festival de Cine de San Sebastián el pasado martes: programar el mismo día una película rumana (El regreso del príncipe Lapusneanu) y una producción norteamericana dirigida por el británico Alan Parker (Fama). Si la derecha tradicional no tuviera suficientes razones para comparar constantemente los estilos de vida entre el Este y el Oeste, la simple programación de las dos películas citadas le daría nuevos e irrebatibles argumentos en favor de Occidente.

El regreso del príncipe Lapusneanu, de la realizadora Malvina Ursianu, nos narra los entresijos de la corte de Moldavia en la segunda mitad del siglo XVI. La primera dificultad surge a la hora de localizar geográficamente el lugar de la acción, próximo a Turquía, al parecer, por la constancia en salir en el filme los sultanes. La segunda dificultad no es otra que la de entender la acción, en donde un montaje basado en los flash-backs pierde al espectador en la primera de las dos horas largas que dura la película. La tercera dificultad es la inevitable referencia a Einsestein (al fin y al cabo, en Alejandro Nevskí también salían boyardos) con la salvedad de que, si todas las comparaciones son odiosas, en este caso lo es más. Las tres docenas de espectadores soportaron las andanzas del príncipe Lapusneanu con la serenidad que da el haber soportado durante cuarenta años muchas otras historia plúmbeas.

Un musical americano

Fama, de Alan Parker, es todo lo contrario: la acción transcurre en la actualidad, en Nueva York, los problemas no afectan a los comportamientos de ninguna corte y no hay posibilidad alguna de perderse, porque el montaje es un ejemplo de eficacia y ritmo. Parker ha demostrado tener una capacidad osmótica asombrosa. Tras Bugsy Malone y El expreso de medianoche nos sorprende ahora con un musical americano tan genuino como pueda ser West side story. Pertenece, a nuestro juicio, a ese selecto grupo de inteligentes realizadores que soncapaces de amoldarse al nuevo entorno con camaleónica habilidad.Si Polansky rueda un filme negro, como Chinatown, su película no desmerece en lo absoluto a ninguna de las ya clásicas. Si Milos Forman quiere hacer una comedia americana, ahí está su Talking of. Si Kosinsky quiere avasallar en Estados Unidos, escribe varias novelas de éxito, firma el guión de Bienvenido, Mr. Chance, y se casa con la hija del rey del acero. Por último, Parker rueda su primer largometraje en Nueva York y se convierte en un neoyorquino de Manhattan de toda la vida.

En Fama se cuentan las aventuras y desventuras de un grupo de estudiantes de una escuela pública de artes interpretativas (música, danza, teatro). Son los aspirantes a la fama, una meta en la que, de 50.000 actores, quinientos consiguen sobrevivir haciendo publicidad, y el resto trabaja de camareros. La habilidad de Parker, además de filmar unos espléndidos números musicales, consiste en contar historias individuales, en las que hay un poco de todo: amor, humor, drama y, casi, melodrama, sin despreciar las pinceladas antropológicas.

La película sirve, además, para comprender algo más la prepotencia del cine americano: todos los actores jóvenes de la película, prácticamente desconocidos, son fantásticos. La industria cuenta con un material humano de infinitas posibilidades. Los Dustin Hofman, Robert de Niro o Al Pacino de hoy tienen tras de sí un montón de jóvenes actores que les sustituirán con rigor y profesionalismo a la primera oportunidad. Han conseguido crear una tradición interpretativa en el cine que no parece tener fin. Si se necesita una actriz joven, negra y de cien kilos, encuentran a la mejor. Lo tienen todo.

El festival inició ayer, miércoles, un ciclo homenaje al español José María Berzosa, documentalista español que trabaja en la televisión francesa y que los donostiarras tienen ahora la posibilidad de contemplar, en bloque, su obra: Arriba España, Cómo deshacerse de los restos, del Cid, El amor y la caridad, El misterio de Elche, Morir sensato y vivir loco, Borrador de un reportaje, en 1970, sobre Pablo Ruiz Picasso; Rojo, Greco, rojo, Greco.... Zurbarán, la vida del monje y el amor por las cosas y Chile, impresiones, conforman el ciclo que a buen seguro no tendrá los fallos que está teniendo el de Stanley Kubrick, del que seguiremos sin ver sus primeras obras, incluida la esperada Paths of glory.

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