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Un burócrata experto en seguridad

El «no sabemos quién es» que el director de una agencia de viajes de Varsovia reaccionó ayer a la publicación en la primera página de Tribuna Ludu de una fotografía de Stanislaw Kania, puede resumir, en parte, la discreción de la carrera política del nuevo hombre fuerte de Polonia.Sin embargo, Kania, de 53 años, se perfilaba, ya desde las últimas semanas, como el número dos del caído Edvard Gierck. Descrito por quienes le conocen como un producto típico de la burocracia del partido comunista, Kania ha jugado un papel fundamental en la solución pacífica del conflicto político-social iniciado en los astilleros del Báltico. El y sus colaboradores más inmediatos -ahora, las estrellas en ascenso del politburó polaco- llevaron el peso de las negociaciones, e impusieron al comité central el modelo de pacto social concluido entre el Gobierno y los trabajadores.

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Para algunos observadores, el factor decisivo que ha permitido la luz verde de Moscú a su designación ha sido el control que, desde 1971, mantenía sobre todo el aparato de: seguridad del Estado polaco: policía, Ejército y servicios secretos. Este cargo le ha mantenido en contacto regular con su homólogo soviético, el influyente Yuri Andropov.

Pocos conocen bien en Varsovia el pensamiento político de Kania, hijo de campesinos y aprendiz de herrero en su adolescencia. Esta relativa oscuridad en que permanece el nuevo líder polaco se acrecentó con la inexplicable demora con que la Prensa, radio y televisión difundieron el mensaje, que dirigió de madrugada al comité central del partido comunista, aceptando su designación.

Contemporáneo político del destronado Gierek, Kania se apuntó en 1945 al entonces llamado Partido Polaco de los Trabajadores. A través de la rama juvenil del partido comunista, y casi siempre encargado de tareas administrativas, el nuevo número uno de Varsovia llegó al comité central en 1968; al secretariado, en 1971, y a la plena integración en el politburó, en 1975. Cuatro años antes había sido elegido para suceder al jefe de policía de Gomulka, Moczar, cuyos métodos parecieron a los responsables polacos excesivamente duros.

Dos temas clave darán en los próximos meses el verdadero perfil de Stanislaw Kania: el cumplimiento de los acuerdos a que han llegado el Gobierno y los trabajadores, incluido el trato a los nuevos sindicales independientes, y la cuestión de los disidentes. Según algunos diplomáticos occidentales, Kania quiere drásticas reformas económicas, sólo aceptables en un marco político conservador, y no es precisamente un entusiasta de los intelectuales que cuestionan al régimen.

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