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Moscú cree que la "desmaoización" puede facilitar sus relaciones con Pekín

El Kremlin confía en que la desmaoización puede servir para normalizar sus relaciones con Pekín, según revelan ciertas alusiones de los dirigentes soviéticos, pero, en cualquier caso, el acercamiento no parece próximo.«Muchas cosas están a punto de cambiar en China», declaraba con satisfacción Leónidas Breznev el 29 de agosto pasado, en un importante discurso sobre política exterior pronunciado en Alma Ata, cerca de la frontera china. «Muchas concepciones maoístas, que nada tenían que ver con el socialismo, han sido puestas a prueba por Pekín», dijo Breznev. «En China se han dado cuenta de que la revolución cultural ha sido una catástrofe», agregó.

El secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) espera que el final del culto a Mao va a permitir corregir los errores, pero también es consciente que «es demasiado pronto para saber qué es lo que va a pasar».

De hecho, hablando de desmaoización, Breznev mostraba su apertura frente a Pekín. Sin ir más lejos, el pasado 17 de agosto, Pravda pensaba todavía que esta desmaoización era «una acción hipócrita», ya que la política china está impregnada todavía de ideas maoístas.

Ciertamente, Breznev se ha lamentado de que «por el momenteo» la evolución interior china no ha repercutido en su política exterior, y ha insistido amargamente en que Pekín sigue siendo enemiga de la URSS, de Vietnam y de otros países socialistas. Incluso llegó a acusar a China de «rendir servicios al imperialismo americano».

Pero el líder soviético ha evitado denunciar esta vez al tándem chino-americano. El pasado 2 de septiembre, en Pravda, una pequeña frase perdida en un largo editorial del ministro soviético de Defensa, mariscal Dimitri Ustinov, confiaba que se ha tendido tímidamente una mano hacia Pekín: «La URSS quiere normalizar sus relaciones de Estado con China». El mariscal solicitaba incluso una respuesta: «Esto nada más que depende de Pekín».

Sin embargo, estos tanteos son acompañados de frecuentes y virulentas críticas contra «el compló chino-americano» en toda la Prensa soviética.

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