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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Luz sobre el caso "Molfino"

LA MUERTE en extrañas circunstancias de la súbdita argentina Noemi Gianotti de Molfino -ocurrida hace cuarenta días en un apartamento madrileño- no sólo es un probable caso más de desconexión entre la policía y la judicatura, sino un ejemplo poco alentador de cómo se está dejando pudrir un tema con presuntas implicaciones con regímenes dictatoriales corno los de Argentina y Brasil.Los hijos de la señora de Molfino, que no es «una de las madres locas de la plaza de Mayo», de Buenos Aires, como se ha dicho en ocasiones, pero que es viuda y madre de desaparecidos argentinos y militante activa de la resistencia contra el general Videla, y también la opinión pública española e internacional, tienen derecho a saber cómo y, si ello fuera cierto, a manos de quién murió en el apartamento del número 37 de la calle del Tutor, el 19 de julio.

La historia de un posible secuestro en Perú de la señora de Molfino, su misterioso vuelo desde Brasil hasta Madrid un día antes de su muerte, los dos hombres también misteriosos que la esperaban en Barajas y la condujeron al apartamento donde falleció, los muchos pasaportes y documentos de identidad -algunos falsos- que se manejan en el caso, la incógnita del dictamen del forense, la forma en que se procedió a su identificación y su posterior exhumación se parecen más a una película de Costa-Gavras que a un caso policial real. Las muchas incógnitas que aún continúan sin desvelar son además un magnífico caldo de cultivo para la colonia de exiliados argentinos, que, con razón o sin ella, utilizan él caso como una magnífica caja de resonancia contra la supuesta mano negra del dictador Videla, a cuya policía imputan lo que consideran asesinato en la persona de Noemí, en un país -España- con una creciente credibilidad democrática.

Frente a esta hipótesis -no por fantástica, descartable- emerge la contraria: la de muerte natural de la señora de Molfino en el momento en que se encontraba con personas afines a su causa, dentro de las actividades propias de estos luchadores por la democracia en Argentina.

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Nada ganan o pierden las instituciones encargadas de resolver el caso Molfino si no es un poco más de credibilidad. Existen -o existían, al menos, hace unos días- testigos importantes, como, por ejemplo, los empleados del edificio de apartamentos, que no habían sido llamados a declarar, y en algunas instancias se cree atisbar que el sumario judicial se está llevando con lentitud, aunque es deseo real llevar el caso hasta el final.

Probablemente, la policía estuvo poco acertada dejando transcurrir un tiempo precioso en tanto, a través de la Embajada argentina, la Interpol logró identificar a la fallecida. El juzgado pudo también no haber actuado con presteza y, en palabras de un alto funcionario de policía, apenas deja husmear a ésta en el caso. De cualquier modo, el silencio casi sepulcral que mantienen ambas instituciones juega en su contra, como juega en su contra el dilatado tiempo transcurrido sin que se vea una solución pronta al caso Molfino.

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