TV-SAT: el nuevo satélite europeo de televisión
El presidente de la Comisión de Control de RTVE del Congreso, señor Senillosa, ha dicho, recientemente, que él cree en la televisión privada y que a la nuestra, la única televisión española, por el momento, lo que le falta es competencia.Pues bien, esa deseable competencia se está organizando ya, por iniciativa extranjera, en forma de programa comercial en lengua castellana, producido fuera de España, para ser emitido «vía satélite» con una excepcional calidad técnica, y recibido en condiciones perfectas hasta en los más remotos rincones de nuestra bella, diversa y complicada geografía, dentro del año 1983.
Lo producirá y emitirá una nueva sociedad, de la que Radio Luxemburgo es el accionista principal, que explotará también otros mercados nacionales y europeos de televisión comercial, en sus idiomas respectivos.
Mientras en España se debate el futuro de la televisión, con tendencia al aplazamiento de las decisiones, y el Estatuto permanece inactivo, en otros países europeos, singularmente en la República Federal de Alemania, crece la inquietud ante la revolución de las comunicaciones de masas que se avecina, y se estudia, apresuradamente, la nueva estrategia de sus propias televisiones, para hacerle frente.
Una nueva generación de satélites de comunicaciones, que se fabrican ya en la ERNO de Bremen, el avanzado centro aeroespacial europeo, con el nombre de TV-SAT, va a cambiar, radicalmente, el panorama de la televisión en Europa. Los TV-SAT darán origen a la televisión continental europea. Cada uno de los nuevos satélites puede emitir cinco programas de televisión, además de 12.000 conferencias telefónicas, simultáneamente, desde su órbita sobre el ecuador. Cinco programas simultáneos de televisión que podrán recibirse en casa, en cualquier lugar de Europa, mediante el uso de una antena parabólica de unos noventa centímetros de diámetro, cuyo coste, a precios actuales, podría ser de unas 15.000 pesetas.
La satellite to home TV, televisión directa satélite-hogar, es el futuro. Representa una revolución técnica, entre otras cosas porque elimina, en su mayor parte, las complicadas redes de enlaces, emisores y reemisores actuales, con sus limitaciones impuestas por el horizonte terrestre, su coste de conservación y operación, etcétera. Sin embargo, todas esas consecuencias técnicas y hasta económicas de la televisión directa vía satélite, que suponen un cambio revolucionario para la organización y la operación de las empresas de televisión, no son nada si se las compara con las consecuencias políticas y sociales.
Los felices poseedores de un TV-SAT, ya sean compañías privadas, como en el caso de Radio Luxemburgo, o Estados, como el francés, británico, alemán occidental o soviético, podrán emitir desde sus satélites respectivos cinco programas diferentes y simultáneos de televisión. Cualquier habitante del continente europeo podrá recibir todos esos programas originados dentro o fuera de su territorio nacional con la sola ayuda de una pequeña antena parabólica.
Piratería comercial
Para la gran empresa privada de televisión, el TV-SAT representa el instrumento ideal para ejercer una piratería comercial de «altos vuelos». El satélite pondrá a los pies de los accionistas un mercado fabuloso, y la operación, pese al elevado coste del satélite y de su lanzamiento, puede ser muy rentable.
Para un Estado europeo, el TV-SAT constituye el arma más prodigiosa, imaginable, con la que poner en práctica una moderna piratería ideológica y política, de probados efectos si se utiliza correctamente.
A diferencia de Norteamérica, donde la televisión estadounidense se dirige a una sola nación, casi enteramente, donde se habla un solo idioma y es de tipo privado, la puesta en marcha en Europa de la satellite to home TV, televisión directa vía satélite, configura un fenómeno nuevo e histórico. El TV-SAT actuará en Europa sobre un esquema de soberanías y de intereses encontrados, de rivalidades y suspicacias, sobre el cual verterá programas en inglés hechos por franceses, programas en alemán hechos por ingleses, programas en español hechos por Radio Luxemburgo y otros, y así sucesivamente. En lo político, el TV-SAT se utilizará con fines «bélicos», de conquista ideológica y política, programada sin prisas y sin riesgos, en una suave y atractiva guerra de programas.
Y, una vez en posesión del propio satélite, lo mejor será, en tales casos, dedicar un programa al Estado considerado como enemigo.
Ya se sabe que nadie está obligado a sintonizar programas de televisión, de la misma manera que a nadie se puede prohibir que sintonice los que le plazcan. Por esa razón, en un plazo de tres a cinco años asistiremos a una verdadera pugna por conquistar los receptores europeos mediante una interminable oferta de opciones televisivas de entretenimiento, de cultura, de información, que llegarán a convertir la pantalla casera en algo apasionante para todos, incluso para sus detractores de hoy.
Las naciones que posean mejores servicios de televisión serán más difíciles de penetrar por los programas extranjeros. Los más propicios a dejarse «colonizar» serán, por el contrario, aquellos que estén peor dotados de televisión propia. El orgullo nacional, que podría servir de defensa, no sirve de nada porque, sencillamente, nadie tiene conciencia de estar siendo colonizado por la televisión. No se ve al enemigo, y su acción es lenta, sutil y de efectos acumulativos. Pero los Estados que prevén la situación revolucionaria en que nos situará el TV-SAT se aprestan a reforzar su televisión. La tendencia empobrecedora que se observa en los servicios de la BBC, desde que los conservadores ganaron las elecciones, debida a la crisis económica en que han dejado sumirse a la corporación, se cortará este otoño, y se intentará remontar Lo triste es, como comentaba hace unos días un colega de BBC, que esas crisis producen daños irreversibles en las organizaciones. Pero son conscientes de la urgencia por recuperar el entusiasmo de la audiencia antes de la «invasión».
El pleito de la televisión privada
Una consecuencia interesante que ya ha producido el TV-SAT consiste en haber resuelto el pleito sobre la televisión privada en todas las naciones que mantenían la exclusiva estatal. Resuelto moralmente, si no legalmente, todavía En efecto, cuando ya se sabe que en 1983 la satellite to home TV se va a estrenar en Europa con una serie de programas comerciales de cobertura continental, en inglés, francés, alemán, español y, quizá, italiano, emitidos por un TV-SAT, resulta imposible seguir negando a la iniciativa privada de cada nación su derecho a explotar comercialmente la televisión, mientras sus audiencias respectivas van a ser alcanzadas por una empresa extranjera. Una norma de conducta excelente sería la de acelerar la legislación que permita otorgar licencias para la televisión privada, de modo que puedan preparar con tiempo sus organizaciones, con vistas a una competencia más fácil con el gran pirata internacional. Sobre todo si se piensa que los grupos que ya tuviesen planes basados, como es lógico, en la publicidad tendrán que estudiar, detenidamente, lo que supondrá esa competencia para el futuro rating de programas, así como en el mercado publicitario, a partir de la entrada en escena del nuevo soporte continental.
El objetivo de una televisión mejor adquiere una urgencia nueva. Las difíciles especulaciones sobre los peligros de una televisión en manos de intereses privados, comerciales, y sobre las virtudes de una buena televisión pública, ceden el paso a esa urgencia. Una televisión mejor, destinada a equilibrar la situación futura para la audiencia española, de modo que no quede, por completo, a merced de programas extranjeros, podría requerir el concurso de ambas iniciativas, la pública y la privada.
Otra consecuencia de la televisión directa vía satélite será la de favorecer los montajes de televisión regional, cuyos niveles formales, al menos, resulten homologables con los de la gran televisión. No hay que olvidar que los programas extranjeros ofrecerán información nacional, referente a las naciones a las que vayan destinados. El proyecto de Radio Luxemburgo incluye informativos ambiciosos. En esa situación, el interés de las audiencias por su propia información comunitaria puede ser el gran rival de la televisión continental. En general, la que hoy conocemos como televisión nacional o programas nacionales, la única, en realidad, que ha llegado a desarrollarse, será la gran víctima de la situación futura, de la guerra de satélites. Por el contrario, la esperanza de defensa contra la penetración de programas originados en el exterior reside en una buena regionalización de nuestra televisión estatal.
Por lo menos, los planes de futuro de la televisión deben contemplar lo que significan los TV-SAT, que ya se fabrican en Bremen, como revolución de las comunicaciones que afectará a las audiencias del Estado español. Si se descuidan nuestros políticos, podría llegar a ocurrirles que, dentro de tres años, tengan que comprar espacio a televisiones extranacionales para completar la necesaria promoción que el medio proporciona a su actividad.
Y ya no se trata de diferencias internas sobre quién se aprovecha más de Televisión Española. Ahora, el tema de la televisión del futuro Inmediato, la de 1983, tras los Mundiales de Fútbol, entra dentro de la esfera de una sutil defensa nacional.
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