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¿Invasión cada doce años?

Los países del Este parecen estar sometidos a una cierta maldición procedente del sistema sexagesimal: cada doce años padecen extrañas inundaciones que nada tienen que ver con la meteorología, sino con los designios de los estrategas del Kremlin, y no se producen en forma de lluvias, sino de ruidosos y metálicos torrentes de blindados que surgen de los neveros del frío soviético.Hoy se cumple el XII aniversario de la invasión soviética tras la «primavera de Praga» del 68, precisamente el año en el que, a su vez, se celebraba otra amenazadora y duodécima efemérides: la de la invasión de Hungría, en el 56. Y, para más inri, otro doceavo sarcasmo: la democracia popular polaca, de dominio comunista, se implanta tras la derrota nazi ¡doce años antes!, en el 44.

Y, hoy, en 1980, las monumentales huelgas en Polonia hacen temer que la cadencia invasora soviética -consumada ya, de algún modo, con la invasión de Afganistán las pasadas Navidades- no se interrumpa.

Pavorosa espada de Damocles la que pende sobre las cabezas de los ciudadanos del Este. Cada brote de heterodoxia puede tener como respuesta la presencia de los tanques de la URSS.

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Los dirigentes polacos, incondicionales de Moscú, lo han dejado bien claro: se aceptarán las reivindicaciones de los huelguistas -que ya rebasan la cifra de 100.000 estrictamente socialistas», como la petición de subida de salarios, pero las «no socialistas», como la abolición de la censura o el pluralismo sindical, serán tajantemente reprimidas.

La operación, de todas formas, no sería nada fácil. La caótica situación económica polaca -«Toda Polonia pasa hambre, abasteced al pueblo», es uno de los slogans arrojado al rostro de los gobernantes por los huelguistas-, la profunda concienciación política y religiosa de la sociedad polaca, amenaza con convertir la operación represora del Gobierno en un vano e infructuoso intento de «coger el mar con una cuchara», en frase feliz del líder sindicalista Jacek Kuron.

( ... ) Los huelguistas ya han obtenido la solidaridad y el apoyo de gran cantidad de partidos de izquierda y sindicatos occidentales, pero quizá haya sido el Partido Comunista italiano el que ha realizado el análisis más lúcido.

( ... ) Y, mientras tanto, nuestros amigos del diario soviético Pravda siguen con la vieja técnica de silenciar la cara fea de las cosas. No sólo han publicado una sola línea de las huelgas polacas; ni siquiera han mencionado el discurso del secretario general Gierek. Sí cuentan, en cambio, la huelga de hambre de un pueblecito andaluz llamado Marinaleda -de la que mañana hablaremos- en la lejana España...

20 de agosto

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