Algunas ideas sobre política turística
El turismo está de moda y no sólo porque estemos en verano. Por diversas razones, en estas fechas se habla, se escribe y se analiza más la situación y política turística que en épocas veraniegas anteriores. Curiosamente, la discusión empieza a llegar al mundo de los principios o de la «filosofía» que pueda haber detrás de determinadas medidas. No oculto que es un terreno que considero atractivo. Ahora bien, sin pretender analizar en toda su profundidad esta temática en un artículo de prensa, sí puede servir para presentar algunas ideas sobre ciertos programas concretos.Desestacionalización
Empecemos con el programa de desestacionalización. Creo que su base está en los principios de eficiencia, solidaridad y protagonismo social, y así fue planteado por ambas partes en las primeras conversaciones que tuvieron lugar en julio pasado entre el Ministerio de Comercio y Turismo y «los dirigentes de centrales sindicales y confederaciones empresariales (Marcelino Carnacho, por Comisiones Obreras; Nicolás Redondo, por UGT; Manuel Zaguirre, por USO, y Carlos Ferrer, por la CEOE, entre otros).
Desde la eficiencia hay que recordar que tenemos una inversión fija de auténtica importancia en el sector turismo, que sólo está a pleno rendimiento un período de tiempo muy corto al año, y que la desestacionalización del turismo incrementarla de manera clara la relación rendimiento/capital fijo.
La otra cara de la eficiencia es, obviamente, la de los demás sectores. Como es conocido, hay muchos sectores y empresas en las que lo más conveniente es no desestacionalizar vacaciones. Por ello, es la propia sociedad, a través de las organizaciones empresariales y centrales sindicales la que debe decidir. La Administración puede proponer y apoyar el programa, por una razón que está en la base de casi toda actuación de la política económica: porque la suma de la maximización del beneficio privado del resto de los sectores no es igual a la suma del beneficio total de la sociedad, teniendo en cuenta lo que ocurre con el sector turismo, que implica casi el 10% del PIB. Ahora bien, en este caso, la labor de la Administración es demostrar su interés para que se maximice el beneficio social total; pero, insisto, su función no es de «imposición» sino de presentación y mentalización del problema. Este punto se relaciona con el del protagonismo social que se tratará después.
Desde la solidaridad, en sentido estricto hay que recordar la importancia del paro estacional en el sector y las dificultades empresariales para mantener una industria de temporada. En un enfoque más amplio se puede citar la capacidad de mantener puestos de trabajo por peseta de servicios vendidos, de utilizar personas de primer empleo y el hecho de que es un sector que no interioriza ni exclusiviza el beneficio turístico; en otras palabras, el cliente traído por una agencia o que va a un hotel, implica incrementos de demanda para otros muchos sectores.
La forma de realización de este programa es desde el protagonismo social: la propia sociedad, a través de las centrales sindicales y organizaciones empresariales, es la que debe estimar el ritmo de realización del programa.
Es la propia sociedad la que valorará su grado de solidaridad y la que juzgará los problemas de eficiencia en este y en otros sectores. Será a través de los convenios colectivos como se pueda estructurar esta política, que, en todo caso, será lenta, progresiva y limitada.
En resumen, no se trata de vacaciones impuestas desde la Administración, sino de una llamada a los protagonistas sociales desde la eficiencia y la solidaridad para que la sociedad se mentalice, analice el tema y decida en cada sector -o empresa- concretos, sólo eso.
Con sinceridad, soy consciente de lo limitado de este punto concreto de la política turística, tanto por la técnica empleada -persuasión y protagonismo social- como por otros factores -vacaciones escolares, costumbres sociales, etcétera-. Ahora bien, un programa de política económica -en este caso sectorial- puede estar compuesto de puntos más «indirectos», corno éste, y de otros más «directos», como el de abastecimiento y saneamiento de agua que más abajo se comentará.
Por último, estas conversaciones constituyen, a su vez, sólo una parte de un programa que busca un mayor grado de desestacionalización de la demanda turística, programa que puede tener, entre otros protagonistas, los pensionistas españoles y extranjeros; tema éste en el que, por razones de espacio, no se entra aquí, aunque querría apuntar que, como es obvio, la técnica será de nuevo indirecta; mentalización, presentación de programas concretos por parte del sector turístico, etcétera. Los enfoques no son pues intervencionistas, sino que incrementan la libertad real al aumentar la capacidad de elección.
Turismo interior
Un tema relacionado con el anterior es el de las salidas turísticas de españoles al extranjero. Según datos de la OCDE, España es el país que más rápidamente ha incrementado los gastos en divisas por turismo. Ahora bien, el problema es de tendencia, más que de cifras absolutas -aunque éstas sobrepasen los 1.200 millones de dólares anuales-, con tasas de incremento superiores al 60%. Por ello se ha preparado, un programa, que busca afectar sobre todo a la tendencia y que, como tal, puede ser también indirecto y progresivo en su mayor parte. El programa ha constado de los siguientes puntos:
- Una campaña genérica de promoción del turismo interior.
- Conversaciones en curso con el sector hotelero y agencias de viajes, para que ellos propongan ofertas especiales de turismo interior, en temporada alta y fuera de ella.
- Un programa especial de turismo interior de una agencia de viajes del INI.
Llevar a la práctica la limitación existente de divisas que se pueden sacar por viajes turísticos. Este límite se elevó hace un año por este ministerio hasta 80.000 pesetas, por viaje y persona, contabilizándose los cuatro primeros viajes, es decir, 320.000 pesetas, a través de la delegación en la banca. Por ejemplo, una familia compuesta por matrimonio y dos hijos puede gastar anualmente 1.280.000 pesetas, con independencia de las cantidades establecidas para viajes de negocios. Estas cifras pueden verse incrementadas, en cada caso, de manera bastante sencilla por la Dirección General de Transacciones Exteriores. Para ejecutar el programa se han metido en computador estos gastos, por ser una forma mucho más racional de conocerlos.
En resumen, se han graduado los instrumentos de política económica a los objetivos, buscando la creación de nuevas ofertas turísticas internas y la puesta en vigor, de forma más racional, de la normativa ya existente.
Plan de abastecimiento y saneamiento de aguas
Con un enfoque coherentemente distinto se ha planteado este plan. Lo cierto es que, ante el fortísimo desarrollo en cifras absolutas y relativas que tuvo en España el turismo, sobre todo en la década de los sesenta, la iniciativa privada respondió de manera eficaz, con agilidad, aunque con cierto desorden. Según la ideología personal de cada uno, se podrá discutir el grado en el que, en este caso, debe actuar el sector público. Ahora bien, parece que existe un campo en el que es fácil un elevado grado de consenso: en el de la infraestructura. Por ello, aparte de otros programas, el Gobierno ha aprobado un plan cuatrienal de 32.000 millones de pesetas para abastecimiento, saneamiento y depuración de aguas en municipios turísticos.
La técnica empleada ha sido la de cooperación social. El 50% se financiará desde el Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo, y para el otro 50% se asignarán 4.000 millones de pesetas anuales al Banco de Crédito Local durante cuatro años. Los municipios podrán solicitar estos créditos, con lo que tienen que plantearse un plan financiero de devolución que sirva también para el mantenimiento de las instalaciones. En la selección de municipios interviene el Ministerio de Comercio y Turismo, junto con el de Obras Públicas y Urbanismo.
Se trata de un programa bastante ambicioso -mucho más importante que los anteriormente expuestos-, de uno de los aspectos de la infraestructura; de un programa coherente con el resto de la política económica, que significa inversión pública, creación de puestos de trabajo, mejora ecológica, mantenimiento del turismo de masas y promoción del de calidad, aparte de implicar una forma de colaboración entre ayuntamientos y Administración central.
En conclusión, este artículo no busca presentar toda la actual política turística, sino simplemente exponer algunas ideas -sin pretender analizarlas en su totalidad- sobre ciertos puntos concretos de determinados programas o subprogramas, desde el terreno de los principios en que se basan. Aun dentro de este campo, el objetivo es bien modesto: sólo se busca matizar algunos aspectos que quizá no habían quedado del todo claros.
Si, como dice Ortega, la claridad es la cortesía del filósofo, parece que la transparencia en las motivaciones y causas de la política seguida es una obligación ética de cualquier persona encargada de una faceta del quehacer público, y ésta es, en definitiva, la razón por la que se ha escrito este artículo.
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