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De la excelente organizacion y otras rarezas

De verdad, da gusto poder decir que una organización española se acerca a lo perfecto. Y la del XV Festival de Jazz de San Sebastián ha sido de quitarse la gorra. Veamos.En primer lugar, la elección de los músicos permitía prever un jazz de primerísima. Que después se haya salido de la tabla no es más que una consecuencia lógica de la buena programación. Una vez establecida ésta, y desde el mes de abril, la organización estuvo mandando una información puntual y muy amplia a los medios de comunicación de toda España, con lo cual mucha gente pudo enterarse de qué iba la historia. Resultado: el festival, en vez de déficit, ha tenido fuerte superávit, capaz de animarles para el año que viene.

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El velódromo de Anoeta es un marco grandioso, y la entrada, aunque incómoda, no resultaba, como suele ser costumbre sobresaltada ni angustiosa. El escenario era grande, casi inmenso, y las luces estaban bien (por mucho que el loco del foco desbarrara continuamente, hasta el punto de castigar al guitarra de Art Blakey sin luces, porque le confundía con el bajo eléctrico). El sonido no era bueno, pero es que resulta muy difícil hacerlo bien en este tipo de escenarios (los organizadores ya están pensando cómó solucionar esto para la próxima edición). Los conciertos. empezaron con un retraso minimo, excepción hecha del de Gato Barbieri, que llegó tarde por su culpa (eso sí, si no llega a ser porque la organización supo reaccionar todavía estaria en Burdeos esperando la calda de la hoja).

Otro tema son las actividades paralelas, películas, conciertos vespertinos en el Bulevard y, a partir de esta semana, conciertos de jazz en siete pueblos de Guipúzcoa.

Aún más: cuando se vio el viernes que el concierto sabatino del Gato podría traer un atasco importante de público se dispusieron sillas en los laterales del escenario, en una muestra de consideración hacía quienes pagan que, de puro infrecuente, se convertía en enternecedora.

Entre eso y que las entradas eran relativamente baratas (1.200 pesetas el abono y 375 pesetas un cóncierto), la gente que acudió al festival se encontró en un ambiente de lo más positivo, que unas cuantas bromas o los raids nocturnos de la policía por La Concha no consiguieron enturbiar. Como además San Sebastián es una preciosidad de sitio puede decirse que, en general, quien quiso pasárselo bien lo hizo, a pesar de que la cuestión del alojamiento no andaba muy fina.

Acostumbrado como estoy -y estamos- a echar sapos y culebras de los desorganizadores de los conciertos patrios, me da un cierto reparo y casi rubor volcar este florilegio sobre unos organizadores. Así de rara es la cosa. Pero es que, de verdad, la manera en que han sabido reaccionar ante improvistos, y solucionar las cosas, respetando al público que paga, da gusto.

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