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VALENCIA: ULTIMA CORRIDA DE FERIA

Un Vázquez cualquiera

Si Pepe Luis Vázquez fuera el torero que vimos el domingo en Valencia, más valdría olvidarlo. Dio la imagen de un novillerete vulgar, entresacado del grupo de los malos; sin personalidad, sin valor aparente, sin ideas; torpón, monótono, ausente. No era el Pepe Luis por antonomasia, representativo de la mejor escuela de tauromaquía, sino un Vázquez cualquiera.Por añadidura, los novillos que le correspondieron podrían calificarse de incómodos, mas no de difíciles, y aún peor, pues ni siquiera tenían la estampa de tales novillos, que la tenían de becerros. A un par de meses, quizá, de la alternativa, a Pepe Luis Vázquez siguen empeñados sus administradores en prepararle becerradas. Sospechamos que esos administradores son quienes menos creen en el torero y de ahí que lo lleven entre algodones. Es una forma como otra cualquiera de hundirle, porque la alternativa llegará, y con ella, inexorablemente, el toro. Y a ver, entonces.

Plaza de Valencia

Noveno y último festejo de feria. Corrida mixta. Cuatro toros de Salvador Guardiola, terciados, con trapío, encastados. Ricardo de Fabra: Pinchazo hondo trasero (dos orejas). Estocada caída (oreja). Julián García: Media estocada baja atravesada (petición y vuelta). Dos pinchazos y tres descabellos (silencio). Tres novillos de Salvador Guardiola, pequeños, manejables y encastados, y uno de Los Guateles, escurrido, corto de embestida. Pepe Luis Vázquez: Dos pinchazos, estocada delantera y siete descabellos (palmas y pitos). Pinchazo, otro hondo bajo y dos descabellos (pitos). El Soro: Estocada tendida atravesada y descabello (oreja). Pinchazo y estocada delantera perdiendo la muleta (vuelta).

Claro que si la actuación de Pepe Luis Vázquez resultó mala sin paliativos, tampoco hay por qué rasgarse las vestiduras. Los toreros de clase tienen estos baches, en los que caen con tanta facilidad como luego resurgen. Sus fracasos son tan estrepitosos como explosivos sus triunfos. La historia del toreo está llena de ejemplos de este tipo. Precauciones y abulia serían síntomas de estancamiento irreparable en espadas de otro corte, como, por ejemplo, EI Soro, que tiene alborotada a la afición valenciana por su pundonor y su entrega. Estas son las virtudes principales y acaso únicas de El Soro, que naturalmente no puede perder. Bulle en todos los tercios. Su entusiasmo del domingo se hizo contagioso y el público se le entregó con verdadero delirio. Lo cierto es que su toreo no resistía un análisis discreto. Los novillos le tropiezan el engaño, interpreta las suertes sin gusto, su técnica -con el capote, con las banderillas, con la muleta-, sobre inmadura (muy natural, en un novillero), es de concepción modemista.

De todo tiene que haber en el toreo, por supuesto, y El Soro se abre camino hacia las zonas del tremendismo, donde, si continúa en su línea, podría ocupar un sitio destacado. De momento, ya tiene su público y susfans en Valencia, y nos complace recordar ahora que va a la plaza en calesa, con toda la cuadrilla, mozo de espadas incluído, promocionando su persona y creando ambiente. La gente sigue al tiro por las calles, aplaude, vitorea, y la llegada al coso es multitudinaria. Aporta al espectáculo El Soro un cierto sabor romántico, que buena falta le hace en esta época de frialdad y despersonalización.

Un valenciano que viene pegando y, alternando con él, dos que están de vuelta: Ricardo de Fabra y Julián García. Ricardo, en tarde completa, muy torera; lidiador y artífice depurado del toreo en redondo y al natural. Julián, sin acoplarse para el toreo clásico, que intentó, con el mejor ejemplar de la tarde, un nobilísimo guardiola al que seguramente habrían querido pegar pases todos los coletudos que lo observaban diesde el callejón -un regimiento, por cierto-. En el otro, entre áspero y manejable, destempló los violentos trallazos que habitúa.

A las diez de la noche, con una crepuscular luz artificial, concluyeron corrida mixta y feria. Entre las sombras que abandonaban la plaza iba la de un Vázquez cualquiera, estrella apagada en camino, no se sabe si hacia la opacidad del olvido o para resurgir, brillante y cenital, en otro lugar y en ocasión cercana.

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