Los ingenieros de Montes y la naturaleza
En el diario EL PAIS del pasado domingo día 13, y bajo el epígrafe «Naturaleza y política», se hace una crítica de¡ modelo utilizado por la Administración pública española para el control y utilización de los recursos naturales.Estoy totalmente de acuerdo en que hay una excesiva dispersión de competencias y en que la ubicación de quienes tienen la responsabilidad de las mismas no es la más idónea y así se da lugar a que se produzcan las paradojas reseñadas en el artículo que comentamos.
En lo que no estoy en absoluto de acuerdo es en las imputaciones de destructores de la naturaleza que se nos hace a los ingenieros de Montes.
Resulta evidente que el articulista desconoce la trayectoria histórica de los cuerpos forestales y sólo bajo un prisma muy particular menciona alguna de las facetas que han sido competencia de los mismos.
El Cuerpo de Ingenieros de Montes tiene una antigüedad de 130 años y su misión principal a lo largo de su historia ha sido precisamente la conservación de nuestros bosques. Si aún quedan en España robledales, encinares, alcornocales, hayedos, abetales y pinares, sí: pinares autóctonos (hay quien parece ignorar que en España tenemos siete especies autóctonas de pinos), se debe al esfuerzo de los cuerpos forestales, cuyos miembros llegaron incluso a perder la vida en defensa de los montes que tenían encomendados.
Existen innumerables testimonios de ello, pero por no hacer excesivamente largo este escrito cito únicamente un párrafo de la dedicatoria del libro La canción del Duero, escrito en 1919 por Julio Senador, a la sazón notario de Frómista (Palencia); dice: «A la gloriosa memoria de los ingenieros de Montes que, cumpliendo el sagrado deber de proteger la vida de los árboles, arriesgaron la suya, y la perdieron villanamente asesinados».
Pero es que incluso la labor repobladora llevada a cabo desde el año 1941, hasta hoy, ha supuesto el cubrir de bosque unos casi tres millones de hectáreas, que en su inmensa mayoría estaban totalmente rasas o a lo sumo cubiertas por un exiguo matorral degradado en franca regresión. ¡Qué duda cabe de que en algunos puntos aislados de esa enorme superficie de hectáreas arrebatadas al desierto y a lo largo de los cuarenta años cita dos se habrá hecho algún daño! Pero repito: se tratará de hechos aislados y de trascendencia mínima al lado de la ingente labor desarrollada. El que no se equivoca nunca es el que no hace nada.
En cuanto a las terrazas realizadas con maquinaria pesada sólo se han utilizado en los últimos diez o doce años al escasear la mano de obra. La mayor parte de nuestras repoblaciones se han hecho en hoyos construidos a mano o en estrechas fajas hechas, a mano o mediante yuntas de bueyes o mulos. Pero incluso la inmensa mayoría de las terrazas están bien hechas y no han producido perjuicio alguno, ya que se construyeron sobre un terreno en el que había ya desaparecido, a causa de la erosión, todo vestigio de suelo vegetal. Por supuesto, y salvo en algunas zonas de la comisa cantábrica, las repoblaciones se hicieron con pinos hispánicos, tan hispánicos como la encina y el alcornoque y poniendo cada uno en el lugar que le corres pondía previo un estudio del suelo, clima, vegetación, etcétera, e decír: del ecosistema.
Y en cuanto a la caza, es un hecho notorio y perfectamente conocido que algunas especies en vías de extinción se han salvado e incluso aumentado su población en forma espectacular, gracias a la gestión de los cuerpos forestales.
No señor, no es cierto que la política emprendida por nuestro actual director general choque con el Cuerpo de Ingenieros de Montes, por la sencilla razón de que la preocupación fundamental de este cuerpo ha sido siempre la de conservar nuestros montes.
Precisamente para nosotros ha constituido un enorme motivo de satisfacción la consigna principal de la estrategia mundial para la conservación de la naturaleza, recientemente elaborada por prestigiosos organismos internacional es: «La conservación de los recursos vivos para un desarrollo sostenido», porque es lo que hemos estado haciendo durante toda nuestra vida.
Gracias a Dios parece haber despertado la conciencia de muchos españoles y es alentador comprobar la preocupación individual y colectiva por la naturaleza, que se hace día a día más patente, porque si miramos hacia atrás eran muy pocos los que acompañaban a los cuerpos forestales en su preocupación por estos temas.
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